lunes, 19 de enero de 2009

Lunes to the lluvia


AOG, Madrid


Lunes. Me levanto a las 04:00 para coger el vuelo de las 08:00 que me devuelve a Madrid. Llueve. Bueno, más bien, diluvia. No hay taxis. Decido coger el tren. Estoy empapado. Espero unos 12 minutos a que llegue en un andén cubierto, pero frío y húmedo. Subo a un vagón que no tiene calefacción. Tengo los pies fríos. Me hielo al bajar a la siguiente parada y espero a que llegue el próximo ferrocarril. Cambio de tren y me dirijo al aeropuerto.

Directo al control de seguridad. La señora de los rayos X me obliga a quitarme el cinturón. Rezongo. Me obliga a quitarme los zapatos. Rezongo one more time. Paso por el control sin pena ni gloria y me calzo los zapatos mojados. Descubro que, en el aeropuerto, los baños públicos están lo más alejado posible de la puerta de salida - dejando así más espacio para tiendas, bares y monerías-. Consumismo, yes. Abuso, no. Compró un par de cosas para el iPod.

Me dirijo a la puerta de embarque. La cola es inmensa. Me acerco al frente. Mis compañeros pasajeros están haciendo cola todos, menos 2, en la sección del priority boarding. Aprovecho el error y me convierto en el pasajero número 3 de la cola para entrar. Abordamos. La cola inmensa se percata del error y empieza a murmurar entre sí.

Salgo a la pista. Llueve y no nos han puesto el 'finger'. Me mojo un poco más de lo que ya estaba. Subo al avión. Una vez más Ryanair ha decidido prohibir sentarse en según qué filas. Una pareja de chicas se sienta a mi lado. Un grupo de 3 irlandeses tratan de sentarse en las filas prohibidas. La simpática azafata les reclama. Se van. Una señora mayor y su hijo tratan de hacer lo mismo. La misma azafata les reclama. Se piran. Un grupo de 5 trata de hacer lo mismo. Lo consiguen pero la victoria es pírrica. La azafata los recoloca en otro sitio. El avión se va llenando.

La madre e hijo se tienen que sentar separados. La simpática azafata le pregunta al pasajero al otro lado del pasillo si viaja solo. Sí. ¿Le importaría cambiarse? Encantado. Vuelven la señora y el hijo. Ya no entra nadie más. Un grupo de 5 personas viene desde la parte trasera y, como quien encuentra oro en paño, se asombra al ver dos filas vacías al frente del avión. Ignorando momentáneamente a la azafata, empiezan a izar las bandejas y a sentar las posaderas. La simpática azafata les informa que se vuelvan a su sitio. Que si pueden venir después de despegar. Que pueden. Se van. Una se sienta adelante en primera fila. Se cierran las puertas.

Presentación de seguridad en inglés y con azafatos. Nadie hace caso. Grabación de instrucciones de seguridad en castellano sin azafatos. Menos caso todavía. Nos dirigimos a la pista. Mis compañeras de asiento no paran de hablar y discutir el Hola y sus personajes. Tardamos en llegar a la pista de despegue. Las chicas se callan. Despegamos.

Silencio a bordo. Cierro los ojos. Trato de dormir pero solo cabezeo. La chica de adelante se traslada a la fila prohibida. Me despierta. Hago lo mismo y dejo a las chicas solas. Reposo la cabeza contra la ventanilla y me acurruco sobre dos asientos. La marabunta de atrás llega a los pocos minutos. Ven el panorama. Algunos se vuelven.

Pasa el carrito de los snacks. Anuncian las scratch cards. Pasa el carrito de vuelta. Anuncian no se qué cosa. Habla el capitan. Pasa el carrito del duty free. Un anuncio más (no se callan ni a tiros). Anuncian que aterrizamos dentro de poco y que volvamos a nuestros asientos. Me parece ridículo pero me vuelvo. Los de la fila de al lado hacen lo mismo. Llueve y se tambalea el avión. Aterrizamos. No suena la trompeta que anuncia que el vuelo ha llegado a su hora.

Antes de salir, un pasajero se empeña en ir hacia atrás por su bolsa. Abren la puerta del avión. Salimos. Camino hacia el control de policía. Cola enorme. Llego. Entrego el DNI. Paso la criba anti inmigrante no deseado. Me dirijo hacia el metro.

Subo en él y me dirijo hacia casa. Llego. Tiro la maleta. Me ducho, afeito, y preparo para ir a trabajar. Como no sé ni el qué, ni cómo. Salgo disparado de casa. Llego a trabajar.

Trabajo. Tomo café. Como una manzana. Como almendras al natural, también conocidas como “esas cosas insípidas” por los compañeros. Vuelvo a tomar café. Noticias. Análisis. Reunión. Más noticias. Facebook. Noticias. Miro el correo electronic…oh! Noticias. Hablo con los compañeros. Risas. Trabajo. Sale la ampliación del cierre de Wall Street. Se cierra la edición. Voy a casa.

Cojo el metro. Salgo y compro algo de cenar en la tienda del chino simpático (no confundir con la china menos simpática dos calles más abajo). Llego a casa. Abro la puerta. Enciendo la luz. Cierro la puerta. Veo el estado del piso. Limpio y ordenado antes de llegar esta tarde. Ahora parece que una bomba ha explotado dentro. Me veo sin fuerzas para recoger nada. Enciendo el ordenador.

Router, iTunes & iPod. Internet. Más correo electrónic…oh! Busco alguna portada para el iTunes (soy un snob y un maniático de ello). Enciendo la tele un rato. Viva Canal +. Apago el ordenador. El sueño me vence. Llamo a Barcelona. Me llaman de Londres. Ceno. Apago la tele. Es la una de la mañana. Me acuesto. Estoy rendido.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

demosle las gracias a bush por sus idiotas leyes de seguridad en aerpuertos...segun ellos con un palillo de dientes puedes asaltar un avion.

cuando vine de barajas a mexico la seguridad fue extrema hasta los zapatos me tuve que quitar


espero que el bobo ese se vaya a fornicar un rato con aznarin de la vega a ver si descubren que la caca no fecunda y no porquetengan sexo anal sino porque los dos son unos mierdas

Juan K Manei dijo...

vaya, seré el primero jaja.
Es una bendición tener el día agotado. Porque se disfruta más la vida, he andado igual desde inicios del 2007, y ojala que no pare. Este fin fue buenísimo. Estoy muerto
besos