jueves, 30 de septiembre de 2010

Huelga de San Miguel


 AOG, Madrid

Día de huelga en España. Huelga light diría yo. Salí de casa a todo correr para no llegar tarde a la oficina pues sabía que no habrían autobuses. Y así fue.

Me fui caminando por la calle Goya y el quiosquero no tenía prensa. No la habían repartido. 

Así que quise tomar un café. Tampoco. El café de toda la vida (o en este caso, dado que nos acabamos de mudar, de todo el mes) estaba medio cerrado medio abierto. La persiana estaba por la mitad, y el dueño y su asistente (o co-dueño, no lo sé bien), dentro hablando. 

Me acerqué a preguntar si estaba abierto.

-No.

Y además rotundo.

Entonces...¿por qué estar a la mitad? Eso solo confunde.
Me presenté en la oficina en ayunas y sin prensa. Pero, precavido que es uno, me había llevado algunos croissants de casa, por si acaso.

Al salir del trabajo horas más tarde, vi una ciudad medio adormecida. Poco tráfico. Pocos coches. Y mucha gente paseando. 
No es que hubiese buen rollo, pero algo había en el aire.

L'Alliance Française

Por la tarde quedé con un contacto respecto a una posible colaboración periodística. Camino de la cita noté que Madrid estaba calmada. Había una vibración muy particular en la calle. Entre domingo y festivo.

Y una hora más tarde, examen de nivel en L'Alliance. Resulta que tengo muchísima fluidez, pero malísima gramática. Por lo tanto, Nivel Avanzado 1.

"Hablas mejor que el mejor estudiante de Intermedio, y sería un error que estuvieses a ese nivel."

Más o menos lo que me esperaba.

La "vibra" de la huelga

Camino de casa, esa vibración había cambiado un poco. Me encontré con un grupo de personas protestando por algo, no sé el qué, en la plaza de Santo Domingo (¿por qué no San Domingo? nunca lo sabré). 

Me pareció curioso que muchos de los que protestaban no tenían pinta de haber mantenido un empleo en su vida por más de 24 horas. 
Más bien parecían piqueteros para todo.

¿Protesta contra la subida de la luz? ¡Me apunto!
¿Que viene su Santidad? ¡Presente!
¿Independencia de La Albufera? ¡Servidora!

No sé qué harán en sus ratos libres porque, de momento, en este país no hay tantas manifestaciones. ¿Cómo harán para entretenerse entre manifa y manifa?

Ya en Gran Vía, vi como muchos, o todos, los comercios, abiertos o cerrados, tenían varias pegatinas que decían "Cerrado por huelga". Me pareció irónico. No lo estaban. Más bien lo contrario.

Es como si la sociedad de consumo pasara de la huelga, y hacía lo que quería con la total complicidad de los consumidores.

-Que haya huelga me parece estupendo, ¡pero yo necesito comprarme unos pantalones en Zara, y eso es sagrado!-

Lo siento por ellos. Creo que había mucha desgana y no puedo sino culpar a los sindicatos que convocaron esta huelga de San Miguel hace meses, pasado el verano claro. 

Un día que no moleste mucho. Apenas nada. Total, ya sabemos cual va a ser su trascendencia.

Y no hay más que ver a Francia para apreciar lo que es una Huelga como Dios manda. Una detrás de otra. Sin tregua.

Así se doblega al poder. Pero aquí, diría que ya estamos doblegados nosotros, como para doblegar a nadie. 

 La San Sepolcro...

Un punto positivo: camino de casa, en la calle Hortaleza, vi a Antonia San Juan. 

Estaba hablando por el móvil, divina ella, como si la huelga de unos metros más adelante no tuviese nada que ver con ella. 

lunes, 27 de septiembre de 2010

Seres materiales

AOG, Madrid


Vuelvo de Londres con resfrío. Es curioso como uno deja de tomar precauciones al volver a lo conocido. Es como si estuviésemos curados de algo, que luego no lo estamos, pero nos creemos infalibles. Y no lo somos. 

He pasado el fin de semana en Londres donde he celebrado mi onomástica con amigos, novio, y familiares. 

He visto que la ciudad cambia y veo cosas que hace unos años no estaban ahí. Tonto de mí que pensé que nada cambiaría.

Recuerdo que cuando era pequeño pasaron muchos años hasta que me di cuenta de que los juguetes no duraban años y años en las estanterías. 

Esto ocurrió a mediados de los 1980 cuando vi que las figuras y naves de la Guerra de las Galaxias tenían fecha de caducidad. Esta información me produjo un poco de pánico al principio. 

El "Ya te lo compraré" de los padres se revistió de urgencia nada más darme cuenta de esto. 

Recuerdo las negociaciones con mi madre para que me comprara equis cosa y me la diese cuando tocara. El miedo a perder el objeto para siempre era muy real en mi persona. 

También recuerdo una carta, creo que fue la última que escribí, a Santa Claus, en la que negociaba no recuerdo qué regalo. 

No olvido que le dije algo así como "Bueno, ya que vas por todo el mundo, si pasas por "X" he visto que venden "Y". Me gustaría mucho tener "X" y creo que no te costaría nada. Además, a algún niño de "J" le podrías traer algo de aquí". 

Precoz, es poco.

Aunque ahora, nada más recordar las negociaciones de mi infancia me retuercen el hígado por lo pedante del contenido, es igual de cierto que escribí la carta con el corazón y de verdad pensaba que mi deseo se podía llevar a cabo. 

Diría aquello de "ah, la inocencia de los niños", pero creo que no era inocencia sino más bien "la ignorancia" de mis pocos años. 

No deja de asombrarme, sin embargo, mi temprana oratoria y capacidad de negociante. 

¡Debería haber sido abogado!

Lavadora Hippie

Entre las otras cosas que descubrí este fin de semana, incluyo al vecino de al lado. 

Un chico de Bosnia. Me lo encontré en la escalera, bajando una bolsa inmensa.

"Dime si sabes de alguien que ya no quiera su lavadora", me dijo.

"Pero...puedes comprar una usada por 50 libras, ¿no?"

"Es que no me gusta tener objetos materiales. Te pesan y te atan."

"¿Y esa bici es tuya?"

Se rió como a quien no le gusta que le pillen pero no tiene otra opción más que admitir lo obvio.

Se disculpó y se fue a llevar la colada a alguna lavandería cercana.

No es que yo sea mala persona, pero esa cantinela de la propiedad tan desgastada me disgusta tanto ahora como la primera vez que la escuché.

Más aún, cuando el que la dispensa es un chico semi hippie de veintipocos años que la recita poco masticada y nada digerida. 

Lo siento, pero esas ideas de los hippies modernos tan anacrónicas nunca me sientan bien. 

Respeto que él lo crea así, pero la falta de contundencia me molesta, sobre todo porque roza con la hipocresía. Hubiera bastado que me dijera que no tiene dinero para comprarse una nueva. 

O que, directamente, no quiere gastarse el dinero en una lavadora. Pero el discursillo "los objetos"....no. Lo siento. No en el 2010.

Catálogo de objetos

Yo tenía un amigo francés que era fotógrafo y que tenía su propia relación con los objetos. 

No los acumulaba, sino que los tenía un tiempo, y luego los regalaba o los cambiaba. Los cuidaba un tiempo, y les daba otro cauce.

Cuando le conocí no era así, esto es algo que le vino después. 

Un día, un par de años antes de irse a vivir a Goa con su pareja, me invitó a su casa a cenar. La casa estaba menos poblada de cosas que de costumbre. Fui al baño y vi que había hecho una especie de catálogo de Ikea con algunas fotos suyas.

"He decidido que no quiero muchas cosas. Así que les hago una foto, y es como si estuviesen contigo. Así no las pierdes", me dijo mientras me enseñaba qué era cada imagen.

Me pareció curioso cuando menos, pero muy contundente. No despreciaba los objetos, pero algo en él le obligaba a deshacerse de ellos. Para no perderlos del todo, los fotografiaba. 

Años más tarde, sigo pensando que fue un gesto muy coherente. 

miércoles, 22 de septiembre de 2010

El pasado arremete


AOG, Madrid

Hace un par de días recibí un mensaje de una chica que quería hacerse amiga mía en el Facebook. Cuando vi su nombre no daba crédito.

Una vez más la tecnología nos trae olas  procedentes de orillas que dejamos atrás hace tiempo.

Estuve meditando bastante en sí la aceptaba o no. De momento me decanto más por el "NO" que por el "".

Esta chica y yo nos conocimos hará 17 años en Londres, en una clase de teatro. Ella es alemana.

Nos llevamos bien durante mucho tiempo. A mi me caía muy bien. Ella quería ser cantante. No le gustaba su nombre alemán, Ulrika, y quería llamarse Donna Mayo. Le dije que ni hablar. 

El nombre me parecía un espanto. Sobre todo porque "Mayo", en inglés, es el diminutivo de mayonesa/mahonesa.

Cuando terminó el curso de actuación, seguimos siendo amigos durante un tiempo. Quedábamos por el centro, y a veces iba a su casa en Soho para escuchar las canciones nuevas. 

Incluso grabó una en la que metió un trocito de una conversación que habíamos tenido con otros amigos en una cena. Más que conversación eran unas risas. Muy bonito todo, y muy interesante. Me gustaba mucho su música. Recuerdo que me contó que su manager era ex miembro de Eurythmics.
Pero un día, en mitad del parque de Battersea, se le giró el coco y me dejó de hablar. 

Yo, que soy medio idiota con las amigas, hice lo posible por disculparme, sin saber exactamente lo que había hecho. 

Estuvo sin hablarme varios meses. Al final, como de perdonavidas, me devolvió la palabra. 

Yo, claro, a esas alturas, estaba curado de espantos y no estaba del todo contento con esa vuelta atrás. No habíamos hablado, y no sabía nada de nada. 

Un día, me lo explicó, y no daba crédito. Toda mi mortificación previa desapareció súbitamente.

Ella, no sé de qué manera, había pensado que yo había dicho una cosa durante el pic-nic de aquel día, cuando en realidad había dicho otra. 

Y cuando le traté de explicar que se había equivocado, se ofendió; seguía en sus trece de que llevaba la razón, pero no importaba.  A esas alturas mi consideración por ella había decaído mucho.

No me gustó que me acusara gratis, y decidí enfriar la amistad. Creo que lo entendió. Estuvimos sin vernos ni hablarnos un par de años. 

De repente, un día, me llamó llorando porque había roto con su novio, que era una especie de Pierce Brosnan irlandés que nunca supe qué hacía con ella pues eran bien distintos.

Creo que al final él tampoco sabía qué hacía con ella, y la dejó por una chica polaca. 

Y Ulrika estaba hecha una magdalena. En ese momento, dejé atrás todo rencor y la invité a venir a casa (cosa que hizo en pocos minutos pues de hecho, ya estaba de camino, lo cual me molestó ... pero no era el momento). 

Pasó la noche en casa, habló con mi compañera de piso, (entre mujeres se entienden mejor), y de alguna manera, la amistad se encandiló de nuevo. 

A los pocos días, me vino a casa con un par de libros de arquitectura para prestármelos. Yo no le había pedido nada, pero agradecí el gesto. Podría usarlos en la carrera para escribir algún ensayo, me dijo. Creo que nunca los llegué a hojear.

Sin embargo, a las dos semanas más o menos, me escribió un mensaje diciendome que necesitaba los libros de vuelta pero que ya mismo. O sea, ya. No lo vi porque, como dije, estaba estudiando y en aquellos tiempos (como cambia la vida), no miraba el mail a diario. El día que lo vi recibí una llamada de ella. Estaba histérica. Quería los libros. No se puso a pensar que igual no había leído su correo. Pensaba que los tenía retenidos por alguna razón. O sea, lo de antes. Lo de siempre con ella.

Enfurecido me volví a mi casa, cogí los libros, y me planté en su piso. Llamé a la puerta y me abrió como si nada, sonriendo. 

Se los di, no acepte su invitación a pasar, y de la manera más educada, me di media vuelta y me fui. 

No le volví a llamar ni a escribir ni a hacer caso. 

Si me encontré con ella por la calle, fue por mera casualidad.

La escenita de los libros, unida a todo lo demás, me fulminó y no quería saber nada de ella. Dejé de responder a sus mails, que tampoco fueron tantos, y la vida siguió su cauce.

Y ahora, unos 12 años más tarde, me manda un mensajito por el Facebook.

Pensé en darle a aceptar, creyendo que la distancia me haría de barrera y coraza contra ella, pero, pensandolo mejor, si necesito una coraza, es mejor no tener relación ninguna.

Lo siento por ella, porque no es mala persona, pero creo que lo siento más por mí, que tampoco lo soy.

 Post inspirador
Hoy he leído un post en un blog. Un chico hablaba de haberse encontrado con alguien de su pasado, y le afectó. 

Sus palabras inspiraron este post. Y la respuesta que di en su blog que reproduzco más abajo.

"No podemos escapar nuestro pasado y, quizá, eso es bueno. 

Al fin y al cabo, la persona que somos hoy en día se debe a todos y cada uno de los caminos que hemos recorrido. Los de piedra y los asfaltados.

Conocerse a uno mismo es un proceso que, supongo, acaba con la muerte. Yo a veces miró hacia atrás, y me veo distinto de como soy ahora. 

Y cuando digo hacia atrás, me refiero a que echo la vista tanto a diez, como a 20, como a un solo año. 

Y, aunque parezca raro, hay días que me veo distinto a como era no hace ni 24 horas.

Supongo que las personas no dejamos de cambiar nunca. No somos seres estáticos (quizá solo las piedras lo son). 

Y cambiamos. Y habrá días que te gustas, y otros que te odies. ¿No es eso el ser un ser humano? Eternamente en flux."

lunes, 20 de septiembre de 2010

Septiembre 'cantado'

AOG, Madrid

Que digan lo que quieran, pero para mí, el mes se me está pasando volando.

La semana que viene hay una huelga general que, de momento, a todos le parece "un coñazo". 

Empezando por el líder sindicalista que la convocó en un principio y que así llamó al macroevento. A ver qué pasa.

Por mi parte, yo estaré trabajando y no podré secundarla. Es lo que tiene ser periodista. No puedes hacer huelgas generales, aunque en la oficina ya me han dicho que puedo si quiero, que tengo el derecho. Pero no me lo tomo. Prefiero cubrir el evento. Es mi trabajo.
Una amiga me comentaba hace unos días que ella le dijo a la niñera que tiene, una señora paraguaya, que podía ir a la huelga, que ella le respetaba el derecho.

Contestación:

"Señora, yo le agradezco, pero estando la cosa como está, yo necesito trabajar. ¿Cómo cree usted que me voy a poner a hacer huelga?"

Me pareció muy noble por parte de ambas.

Oposiciones 2010

Este mes he decidido darle, una vez más, un cambio a mi vida que desde ya me está costando mucho. Quiero prepararme para una oposición. 

 Para los que no sepan lo que es esto, en España, los puestos en la Administración Pública del estado se obtienen a través de un examen, que se llama "Oposición". Y uno lo que hace es "opositar" para el puesto. Hay personas que llevan años y años estudiando y nunca aprueban. 

Otras, aprueban a la primera. Es un sistema que tiene muchos detractores y muchos defensores. 

A favor, para algunas personas, está el hecho de que al opositar, se disminuye la probabilidad de "trampa". 

Es decir, que no cojan a fulanito por ser amigo de menganito, sino que lo han cogido por aprobar. Sin embargo, también es cierto que las oposiciones son un universo con sus propias reglas y muy a menudo, hay factores externos que ayudan a que te den una plaza. 

Por ejemplo, en algunos ayuntamientos, si llevas tiempo trabajando por libre y te presentas a la oposición, esto cuenta a tu favor. Hasta ahí bien. 

El problema es cuando llevas tiempo en el ayuntamiento porque tu amiga te abrió la puerta para que entraras en un principio. Un ejemplo aquí, en Santander. Y este otro en una oposición para maestro.

Y aunque es cierto que esto ocurre, me gusta pensar que no ocurre mucho y que esto será la excepción y no la regla. Es obvio que el sistema no es perfecto.

En contra, dicen muchos, está la manera de aprobar la oposición. Parece ser que durante la dictadura de Franco, la única manera de aprobar sin que hubiese problemas ni lugar a dudas era recitando palabra por palabra lo que decía el texto. 

Es decir, pregunta 'A', respuesta 'A' memorizada con puntos y comas. Uno vomita el conocimiento y lo recita como loro. 

La queja es que este sistema produce personas que, de verdad, no han aprendido nada más que a recitar un capítulo de un libro, y ni lo pueden interpretar, ni sabrían hacerlo. No razonaron el conocimiento. Eran otros tiempos, pero creo que, por desgracia, algo queda.

Otra queja es que, a veces, el temario de la oposición no tiene mucho que ver con la oposición en sí.

Hace tiempo conocí una taxista que me decía que tuvo que pasar un examen para que le diesen la licencia. Había muchas preguntas e inclusive le pidieron que supiese algo de inglés. Curiosamente, el examen no pedía que se supiese el tramado urbano de la ciudad. 

Es decir, a nadie se le ocurrió pedirle a un taxista que se aprendiera las calles. Y si alguna vez has cogido un taxi en Madrid, no te sorprenderá el "¿dónde queda eso?" que cada día más se escucha por la capital. Siempre me sorprende. Y no, no se arregla utilizando un GPS que en la mayoría de los casos no saben utilizar bien.

Ejemplo británico

En Londres, el conocerse la ciudad es requisito sine qua non para que te den la licencia. 

Ellos lo llaman "The Knowledge". El conocimiento.

Si no conoces las calles y las direcciones de Londres, no puedes ser taxista.
Tiene sentido, ¿no?

Bueno, pues estoy con eso, con la oposición. Acabo de empezar y ya tengo vertigo con ella.  

La semana entrante tengo cita con el preparador y "cantaré" por primera vez. Cantar es como se llama al llevar un tema estudiado y que se desarrolla viva voce frente a alguien durante 15 minutos. 

Los nervios me comen.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

El tinglado del casado

AOG, Madrid

Ayer fui testigo de algo muy curioso en una cafetería madrileña. 

A mi izquierda estaba sito un chico  con camiseta verda y pantalones cortos modernillos leyendo El País y tomando un café cuando de repente, a su lado se sentó un hombre unos diez o 15 años mayor que él.

En menos de un minuto, el cazador se puso a hablar con la presa. La presa, remolona, o quizá pánfila, hablaba dando largas y con respuestas cortas. 
La música sonaba algo alta y yo no estaba demasiado cerca como para escuchar.

Durante un buen tiempo no me percaté del todo de lo que pasaba hasta que, en un abrir y cerrar de ojos, tras dejar atrás el amago de leer el diario Público que no había comprado y obviar el que no había consumido ni adquirido nada en el recinto en cuestión -y había entrado directo como una flecha-, el cazador lo cerró de golpe y acercó su nalga derecha hacia la cadera izquierda de la presa. 

Movimiento casi imperceptible por su parte. Como la araña que se mueve por su red sin que la mosca sienta vibración alguna.

Siguieron hablando. 

La presa cada vez más ingenua, o al menos eso creía yo, y el cazador cada vez más habil. 

Tras un buen rato hablando, el cazador consiguió que la presa cerrara el periódico y le prestara más atención. La conversación era absurda. 

La araña gesticulaba y se reía sola, ansiosa de que la mosca no le viese las fauces ni las intenciones. La mosca reía y miraba al horizonte, como la cabra que va a ser degollada y se ha hecho a la idea. Innerte y pasiva.

Poco a poco, el cazador se fue acercando con todo su ser hacia el cazado. Le arrinconó y puso su brazo por detrás de la espalda del otro. Siguió riendo.

Torció el cuerpo y subió la rodilla doblada un poco hacia el asiento para lograr tocar, como quien no quiere la cosa, el muslo del mancebo. 

El mancebo, como los conejos que se quedan petrificados cuando el coche los deslumbra con los faros, estaba cada vez más inmovil.

Cuando el cazador cruzaba su vista con la mía, la mirada era grosera; no le gustaba estar al descubierto.

El plan era transparente, y la ejecución, aunque maestral, no dejaba de ser la antítesis de la elegancia.

Al final, la araña consiguió embaucar a la mosca y, de alguna manera embarazosa y tosca, obtuvo su teléfono móvil. En ese momento vi su mano izquierda y el anillo de casado que lucía en ella.

Entendí prisas, angustia y la ansiedad. 

Era el típico casado que quería ligar con alguien, pero no gozaba de mucho tiempo.

El cazado, de alguna manera, se dejó cazar, aunque el aspecto de uno y otro no era el de dos iguales. 

La mosca era, del uno al diez, un seis punto cinco. Quizá hasta un siete. 

La araña no pasaba de casado tres punto cero. No ya por el aspecto físico, sino por el vestir y su presentación. 

Pelo repeinado liso y grasientillo; camisa de rayas blancuzca y algo desteñida; pantalones de vestir azul marino de corte antiguo. Prefiero ni mencionar el calzado.

Con el botín telefónico grabado en el bolsillo, el cazador se levantó y se marchó apresuradamente.

A los pocos minutos, la presa hizo lo mismo.

Como quien no quiere la cosa.