viernes, 6 de junio de 2014

Como aquí

AOG, Madrid

Ayer tuve la suerte de tener el tiempo suficiente como para tomar un café con alguien de Oriente Medio.

No puedo decir que fue con un amigo, ya que es amigo de un amigo y lo conocí 24 horas antes.



Nunca me ha gustado decir que los recién conocidos son amigos míos. Tampoco es un conocido. Lo será con el tiempo, y si lo vuelvo a ver, cosa que no sé si ocurrirá.

Entonces, no sé cómo calificarlo. Diré solamente que es amigo de un amigo.

El chico en cuestión es de Kuwait.



Tuve la suerte de tomar algo con él porque me permitió preguntarle cosas acerca de esa parte tan atormentada del mundo –aunque a decir verdad, Kuwait es, de todos los infiernos de Oriente Medio, uno de los que menos llamas tienen-.

Quise saber de su vida, su trabajo, del día a día en esa parte del mundo.

Me pareció curioso el como él, al igual que suele ocurrir con las personas árabes que he conocido que siempre dicen el cómo se parecen a Occidente, concurrió con las demás experiencias que he tenido y me repitió lo mucho que se parece Kuwait City al barrio de Chueca, y a Madrid.

Tenemos cafeterías, así”, dijo, moviendo la mano para abarcar la planta del local.

Como nunca he estado por esa parte del mundo, nunca sé si lo que dicen es así, aunque las fotos que he visto, siempre me dicen que no.

Que Oriente Medio no se parece a Occidente. Ni de lejos. Pero él insistió.
Me contó como era su vida, sus amigos, su familia. Todo lo que me contaba iba precedido, o seguido, de un solemne “cómo aquí”.

Bueno no todo.

Me encanta España. Es un país muy seguro”, me dijo.

Me pareció curioso que dijera esto ya que España, no es de los países más seguros del mundo.

Cierto, no es Colombia ni Brasil, pero en España, por desgracia, tenemos muchas personas que profesan demasiado amor por lo ajeno.

Inclusive lo profesan cuando llevas lo ajeno en tu persona y ellos quieren amarlo más de cerca.

Hace un par de años hablaba con un compañero de clase acerca de la seguridad en España.

Él había leído un artículo que decía que en las guías japonesas ponía que España era un país peligroso.

Toda la clase estaba asombrada. Toda, menos yo.

Bueno, es que España es un país peligroso”, le dije.

Tuvimos una de nuestras habituales discusiones en las que me suelo enfrentar a un grupo de personas que nunca antes habían sido refutadas en algún punto en particular.

Les pareció muy curioso que los japoneses pensaran que España era un país peligroso y que yo estuviera de acuerdo.

Supongo que cada quien se acostumbra a lo que vive, y normaliza cualquier aspecto anormal de su entorno.

Lo mismo pasa con los comentarios machistas. La gente ( y no sólo los hombres sino que muchas veces también las mujeres) cree que son normales. Piensan que decirle a una compañera en el trabajo que tiene un buen culo es normal. Y no lo es. Es una falta de respeto.

Pero volviendo al kuwaití.
 

Según me contaba, trabaja para algunos de los negocios de sus padres, que son, dijo él, gente normal, humilde, y con poca educación.


Tienen varios negocios. Yo trabajo en el de importación de refracciones de automóvil.

¿Y viajas mucho?

Sí, me permite viajar, y me gusta.

Con el tiempo, empezamos a hablar de la vida gay en Oriente Medio. 


En principio, no existe.

"Es todo en privado. No hay nada público."

Y nadie bebe alcohol, pero todo el mundo tiene alcohol en casa.

"Somos un país normal, con una constitución, un parlamento, con mujeres en el parlamento, con leyes. Todo como aquí."

Pero no puedes ser gay.

No, pero eso es algo personal. Claro que se puede, de hecho muchos lo son.

Supongo que muchos que lo son estarán casados.”

Bueno claro, como aquí. Muchos se casan porque lo dice el Islam.

Más adelante le pregunté acerca de su vida personal.

“¿Vives solo o con tu familia?

Vivo sólo pero con mi familia.

Esta respuesta, confieso, no la entendí del todo. Aunque este chico hablaba inglés bastante bien, quizá se escudaba un poco en el sintaxis.

O se escondía en él.

No quise dejarle en evidencia y continué la conversación.

¿Tienes pareja?

¿Qué quieres decir? ¿Un amante?

No, pareja. Un novio.

No. Tengo amantes, como aquí. Ya no tengo novios. He sufrido mucho.

Precisamente ahí sí que empezó ahí a parecerse a aquí, tal y como se conocía la vida antes y, por desgracia en algunos sitios, todavía.

¿Y saben que eres gay?

No, claro que no.”

¿Y eso?

Como te dije, son gente sin mucha educación, no lo entenderían.”

¿No te preguntan que por qué no te has casado?

Antes, mi padre me lo preguntaba, pero mi madre le decía que dejara de preguntarme. Que era mi vida y que podía hacer con ella lo que quisiese mientras que fuera feliz.

Entonces, tu madre lo sabe.”

Todas las madres lo saben de alguna manera, pero es una de esas cosas de las que no se habla. Está ahí, pero nadie habla de ella.

Y en ese momento, por primera vez en la noche, algo de allá era verdaderamente como aquí.





miércoles, 4 de junio de 2014

¿La Tercera República?

AOG, Madrid

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Hace unas horas el rey de España, Juan Carlos, decidió abdicar. 
Dentro de un par de semanas el Príncipe de Asturias jurará la Constitución y pasará a reinar como Felipe VI.


Hasta aquí bien. 

España es una democracia y, de momento, como tal se comporta. 
El Gobierno promulgará una ley orgánica que permitirá que la situación jurídica refleje la realidad institucional del momento.

Hasta aquí bien. 

Algunas personas han empezado a hacer chistes acerca de la monarquía, de la futura reina, de la reina Sofía y el rey tras su ‘jubilación’. 
Inclusive se hacen chistes acerca de Jaime Peñafiel, presunto torturador de la, hasta ahora, princesa de Asturias.

Hasta aquí bien.

A las pocas horas de anunciar la jefatura del estado que el rey Juan Carlos abdicaba, por toda España se sucedieron varias manifestaciones a favor de varias cosas, todas ellas relacionadas con la idea de una república española.

Hasta aquí bien. 

El problema empieza cuando algunas personas, que por supuesto están en su derecho de hacerlo, empiezan a tratar el tema ‘república’. 

No porque el ser una república es una idea problemática. No tiene por qué serlo. 

No porque el querer que España deje de ser un reino y sea una república sea un crimen. Faltaría más.
El quid de la cuestión es que, en cierta manera, se quiere quitar una cosa, antes de forjar la otra. 

O al menos, de saber qué es lo que se quiere forjar. Y tampoco sin saber cuantos quieren forjarla o no. 

Según los últimos datos del CIS, entre los problemas que preocupan a los españoles, la monarquía es el 0,2. 

Esto no significa que la idea de una república se tiene que desechar, o que no es válida. Simplemente significa, o al menos los datos del CIS así lo indican, que entre las preocupaciones del país, la monarquía no está entre las que más le quitan el sueño.

Es como querer construir una casa distinta de la que uno habita, pero en vez de construir una nueva, destroza el techo bajo el cual vive. Y mientras decide qué tipo de casa quiere, no se da cuenta de que va a dormir con el culo al aire durante muchísimo tiempo.

De aquí en adelante, mal.

Cuando escucho en España el tema 'república', por desgracia solo veo una república en la mente de quien me habla: la segunda. Aquel experimento en democracia que acabó en un golpe de estado y con una dictadura que duró casi 40 años. Más o menos los mismos que llevamos en democracia.

El problema, tampoco es la segunda república en sí. Con sus puntos positivos, y sus puntos negativos, las personas que quieren resucitarla olvidan que el país en el que hoy vivimos es muy distinto del que se amparó en aquella constitución republicana en 1931. 
Para bien y para mal, España ya es otra, aunque, para mal y para bien, sin embargo es la misma. 

Para mí, ese es el principal problema con una república española tal y como se plantea ahora mismo. 
No hablamos de construir una nueva república. ¡Ojala ese fuera el debate! Se habla de resucitar la segunda, o algo parecido a ella.

Se enarbola la bandera republicana por las calles y se sueña con una bucólica reinstauración de esa era, pero a día de hoy.


Curiosamente, y lo digo sin ritintín, en este tipo de manifestaciones, se ven personas a las cuales es fácil tildar de pertenecer a la extrema izquierda, aunque entiendo que no todos los que se manifiestan lo serán. 

Quiero creer inclusive que mucha gente de la que va a esas manifestaciones no es ni de derechas ni de izquierdas. 
Pienso que son gente normal, de todo tipo, probablemente apolítica (o más o menos apolítica) que piensa que el que España sea una república es una buena idea.

Pero cuando uno ve esas manifestaciones, como la del lunes pasado, lo que más se ve es gente que pide un cambio de una manera bastante antidemocrática. 

Y que además, y pongo como ejemplo la inmensa mayoría de personas con las que he hablado del tema a lo largo de los últimos años, piensan que la tercera república española será una especie de panacea izquierdista eterna. 

No los entiendo.

No entiendo que pidan, o que exijan, que se cambie el modelo de estado sin haber discutido el modelo que quieren ya que dan por hecho que será el que ellos dicen. 

Así, tal cual. 

Olvidan que, ahora mismo, en España, el partido de derechas ganó las últimas elecciones generales, al igual que las europeas. No, no olvido que también hemos visto la ascendencia de las alternativas políticas en éstas últimas. Pero si mañana España se convierte en república, el presidente sería probablemente el señor Rajoy, o un sucedáneo.


Pero me sorprende que no hablemos seriamente de una tercera república en la sociedad española. De cómo sería o podría ser de verdad.

Me entristece que hablemos a nivel de la calle de acabar con la monarquía porque sí. Yo entiendo que no sería simplemente porque sí. Pero cuando hablo del tema con personas republicanas, la inmensa mayoría me da unas razones que son lícitas, por supuesto, pero francamente poco meditadas.


Decir cosas como que hay que dejar de mantener al rey “porque vive en un palacio” me sorprende. Sobre todo porque luego dicen, o piensan, que ese dinero, da alguna manera, irá a parar a otro sitio. Como por ejemplo a su bolsillo, o al de las familias más necesitadas. 

¿No saben que ese dinero, esos ocho millones que el estado da a la casa real para que se mantenga, irían a parar a la casa del siguiente jefe del estado, o algo/alguien por el estilo?

Me asombra oir que no quieren mantener eso. Sobre todo cuando estas mismas personas (y el resto de las personas que vivimos en España) mantienen cosas muchísimo más caras y muchísimo menos eficaces, que la casa real.

Mantenemos 17 administraciones públicas. Mantenemos a 17 presidentes autonómicos y a sus designios, políticas, equipos de gobierno y favores.  


Mantenemos aeropuertos fantasma, palacios de la cultura carísimos de construcción y mantenimiento, y otros proyectos faraónicos a lo largo y ancho de la geografía del país.  

Mantenemos un sistema bancario en el cual, a diferencia de otros países, un banco te quita el piso, pero te quedas con la deuda el resto de tu vida. Que te llena de tasas, multas, cargos y recargos por doquier, a la vez que te ‘preselecciona’ para darte un crédito que no has pedido, y te vende productos aunque no sepas leer o escribir. 

El territorio nacional mantiene varios kilómetros de autopistas de peaje deficitarias, y una red impresionante de trenes de alta velocidad que unen puntos cuyo tráfico no justifican su presencia. Y no olvidemos que esta flamante red aún está por darse por terminada.  

Mantenemos unas compañías de la luz y de telecomunicaciones que son entre las más caras de Europa.

Mantenemos un sistema inmobiliario que está esperando a que la economía remonte para volver a las andadas ¿o es que alguien pensó que esos días se acabaron?  

Mantenemos un sistema económico en el cual el 60% de la gente asalariada no llega a mileurista, pero en el que nos damos el 'gustazo' de codearnos con Europa en lo que a el precio de todo se refiere.


Mantenemos, por último, una vida política de la que podría decirse sin mucho margen de error, que vive de escándalo en escándalo desde hace años. 
Pero el problema es que no se quiere ‘mantener’ un rey que vive en un palacio...
Irónico es poco. 

Y como en todo debate, francamente echo de menos que no se hable de la alternativa. 

No hablamos del lado positivo de ser una monarquía parlamentaria. No hablamos de los beneficios que el país saca de tener una institución -‘de adorno’ para muchos- al estilo de las demás monarquías parlamentarias. 
No digo que esté bien o que esté mal. Simplemente digo que no se habla de ello. Ni en la calle, ni en el Congreso de los Diputados.
Creo que es esta manera de tomar las cosas por hechas lo que verdaderamente nos hace daño como país.

Y entiendo que, si no se habla mucho del tema, a simple vista no es necesariamente una mala idea el dejar de mantener un rey. 
Pero vamos, el rey es prioridad número quinientos mil ahora mismo. 

Arreglemos todo lo demás antes. Hablemos del tipo de república que queremos ser. Pero hablemos en serio. Hagámoslo como una sociedad plena, no como un resquicio político que piensa que una república resucitada es la solución a todos nuestros males.

¿Queremos que una tercera república sea presidencialista, al estilo americano?

¿Qué sea más parlamentaria, con un presidente ‘de adorno’ y un primer ministro?

¿U otra cosa?

Y ya que estamos, si de verdad queremos un cambio en el modelo de estado, ¿por qué no hacerlo por el cauce legal? 
¿Por qué no exigirlo de nuestros representantes? 
¿Por qué no pedir a nuestros partidos que hagan el favor de tratar el tema y le den curso legal?
Y si no lo hacen, ¿qué nos impide entrar en política nosotros mismos e instar el debate y el cambio? 
¿Por qué no? ¿Qué pasaría si hiciéramos bien las cosas y no de manera precipitada y oportunista?

¿Es mucho pedirnos eso a nosotros mismos?
Diría que no.

Diría que respetar la ley de ahora es un buen precedente para pedir que se respeten otras leyes futuras.


De la misma manera que todo cambio sistémico provocado a golpe de cataclismo político sólo deviene en una repetición de lo mismo para dejar las cosas como estaban.

Y creo que en España ya tuvimos bastante de eso en el siglo XX. 



Igual nos conviene dejar de lado las pasiones y usar la cabeza, como solemos hacer cuando ya no nos queda otra opción.