jueves, 8 de enero de 2009

Manzanas y barberos

AOG, Madrid

Ayer tuve que cortarme el pelo. Una operación crucial para mi persona cuando se tiene el tipo de pelo de una oveja sobre la cabeza.

Cerca de casa tengo dos barberos. Uno que tiene una barbería antigua, con carteles de chicas desnudas con las tetas al aire en la pared y una pequeñísima televisión cerca de la silla, que siempre tiene mala recepción.

Nunca me corta el pelo como yo quiero, y siempre que voy tengo que esperar a que termine con algún cliente. El que yo esté ahí no le hace apresurarse nunca.


No sé porque voy tanto a él. Será la proximidad y la necesidad de cortarme el pelo en un momento determinado.

El otro es más o menos de la misma edad (ambos cercanos a los 60). Es un hombre mucho más gentíl que el de las tetas. Desde hace tiempo he preferido ir a cortarme el pelo con él.

Su local es más grande, pero más humilde. Y él es más humilde también. Y, además, me suele hablar bastante. Dice que sólo pone la tele para ver las noticias. Cuando voy me las suele comentar.

Hay que decir que ambos sitios han mantenido la decoración del año de Mari Castaña, aquel en que se fundaron.

Este segundo, aunque me hace más caso cuando le digo cómo quiero que me corte el pelo, suele tener el local perfumado con una especie de agua de colonia o tónico para el cabello que me da siempre alergia en la nariz.
Aún así, sigo yendo a el.

Hoy decidí ir en busca de nuevo barbero y lo conseguí. Año nuevo, barbero nuevo.

El local del nuevo barbero, a unas calles más arriba que los otros dos, es más grande, moderno (moderno es un decir) y con más luz que los dos barberos que he mencionado antes.


Al entrar, los saludos del personal y el "siéntese ahí y espere" de toda la vida.

Tienen más clientela, y proporcionan bastantes revistas para leer mientras esperas.
Me gustó que la clientela era de muchas edades. También lo es de muchas sexualidades.

El dueño del sitio, muy dicharachero él, no hacía más que recordarnos a todos que estaba casado y que su mujer esto, y su mujer lo otro, y el regalo de navidad de su mujer que le costó un huevo encontrar. Su mujer, su mujer, su mujer.

Obviamente, tratándose del barrio donde está ubicado, esta reivindicazión de su sexualidad es necesaria para su ego.

He de decir que tanto hablar de su mujer me hizo pensar momentaneamente aquello de dime de que presumes....

El caso es que el chico que me atendió tampoco me hizo mucho caso cuando le dije cómo quería que me cortara el pelo.

Todo empezó, y acabó, cuando ante la pregunta que abría nuestra conversación -¿Qué tal las navidades?-, respondí que bien, pero sin mucho entusiasmo.

"No lo ha dicho muy convencido"

"No me gustan las Navidades"

El corte de pelo discurrió en silencio a partir de ahí. No es que yo no quisiera hablar; ¿quizá ocurrió que mi barbero particular se cohibió un poco?

Cuando salí, el casado, al verme marchar sin abrigo, y con el frío que hacia, me preguntó si era del norte.

Momentos más tarde tuve la suerte de sobrevivir el momento "Hollywood" del día.

Fui a mi frutero (bueno, no es mío, es de la comunidad, pero así es como la gente se refiere a los sitios donde suelen frecuentar- mi carnicero, mi tendero, mi kiosquero-) para comprar mandarinas y algo de ensalada.

Entré en lo que sólo puedo describir como un "Manzanario".

No solo las baldas que daban a la calle, sino que la frutería entera sólo vendía manzanas rojas.

Era como una escena de alguna película surrealista de Mendes. Como American Beauty pero con apples. "American Apple" digamos.

Tenía que preguntar. Era obvio.

"¿Sólo tiene manzanas?"

Solo tenía manzanas.

Obvio.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

odio cuando los barberos o los taxistas empiezan a hablar de tias o de futbol como si fuera algo que le gustara a todo el mundo...

uis tanto repetir lo de la mujer sera pa desligarse del esterotipo peluquero=mariquita

AOG dijo...

Es lo que yo pensaba, aunque igual es que se siente un poco asustado y no quiere que la gente piense lo que no es. Yo, sin embargo, pensaba otra cosa.

Tanto decir lo mismo...

Y sí, es un poco incordiante cuando los barberos te salen con el monotema- o tetas o fútbol.

¿Por qué nunca hablan de cine?