jueves, 30 de diciembre de 2010

Viajes 2010

AOG, Londres

Otro año se acaba y ya no parece que vaya a haber más viajes, así que voy a hacer la lista de lugares donde he estado en 2010. 

El criterio es simple: haber pasado al menos una noche en el lugar.  Me gusta que este año se incluyan sitios favoritos, nuevos y antiguos. 

No siempre fue así.

Sin ningún orden particular:

  1. Bilbao
  2. Barcelona
  3. Madrid
  4. Londres
  5. Estambul
  6. Sitges
  7. Banbury
  8. Valladolid
  9. Valencia
  10. Santander
  11. Castro Urdiales 
  12. Madremanya

lunes, 27 de diciembre de 2010

Vínculos tardíos

AOG, Santander


Hay personas que nacen en un sitio, y viven en él el resto de sus días. 

Otras, nacen en un sitio, y viven no muy lejos de él. También hay otras que nacen en un sitio, y nunca vuelven a él.

Hasta hace algunas horas, estuve a punto de ser una de estas últimas. La relación de la ciudad de Santander conmigo es extraña. 

Además de haber nacido ahí, nada más me ata al sitio.

Mi vida entera la he vivido alejado de ella y poco, por no decir nada, sabía de esta capital marítima.

Llegué en coche hace unas horas y, confieso, que la entrada a la misma desde Bilbao no me encantó del todo. Mucha industria, mucho centro comercial, poca alma en el aire.

Luego, una vez dentro de ella, tampoco me gustaba mucho lo que veía.

Era todo luces brillantes un poco antiguas y, la verdad, el clima no acompañaba tampoco. 

Estamos en diciembre y decir que hace frío es decir poco. Y en esas me vi, en el principio (plaza del ferrocarril) tratando de buscar algún vínculo conmigo, sin suerte.

Mi pareja y yo fuimos al hotel, que estaba muy bien por cierto, a dejar las maletas, a ducharnos, y al poco rato salimos a cenar. 

La señorita de la recepción nos recomendó hasta cuatro restaurantes, y al final, tras dar muchas vueltas y descartar la mayoría por el alto nivel de ruido, o de humo, o de gente, o de todo junto, nos vimos una vez más frente al primer restaurante que nosotros habíamos descartado: El Riojano, en la calle Río de la Pila.

Al entrar, dos cosas nos hicieron querer quedarnos ahí. Uno, la falta de humo, y dos, el bajo nivel de ruido. 

Entramos, y nos sentaron enseguida. Las mesas estaban muy bien espaciadas, y el sitio tenía un buen ambiente. Aire limpio y se respiraba una cierta tranquilidad en el comedor.

La comida estaba deliciosa. Para el postre, pedimos en vez de tarta o pastel, fruta. Habían manzanas, naranjas y quizá melón. Pedí melón, si hubiese, y si no, una naranja.


No había, y en vez de melón, primero nos trajeron una mesa, luego una copa de cristal vacía, un cuchillo largo como la cola de un gato, y el Maître, quien se dispuso con una cierta destreza, a pelar una de las dos naranjas que trajo consigo, pinchada en un tenedor, como quien pela su barba con crema de afeitar. Toda una ceremonia. La dejó limpia y después procedió a sacar únicamente la parte central de cada gajo con el filo del cuchillo.

Fue todo un espectáculo.

Después, nos venció el cansancio y volvimos al hotel. Yo estaba más o menos reconciliado con la ciudad. Al fin y al cabo, solo había visto unas 4 o 5 calles.


Al día siguiente, nos levantamos temprano para ir a devolver el coche que habíamos dejado aparcado cerca del puerto. Fue de aquella manera que empezó a gustarme Santander. Frente al mar.

Mi primera impresión fue que las calles estaban muy espaciadas entre sí. 

Y la segunda, que los comercios mantenían la imagen que tendrían las tiendas, me imagino, hace 30 o 40 años. Los escaparates de las tiendas que no eran la típica cadena multinacional (Zara, Mango, etc), mostraban una elegancia antigua. 

La ciudad mantiene la idea de que lo que vende no es la presentación, sino la calidad aparente del artículo en sí. Esto es algo que, obviamente, se ha perdido con el tiempo. Hoy compramos la apariencia del artículo, no el que nos vaya a durar años. 

¿Quizá sea porque no queremos que las cosas nos duren años y buscamos la excusa para cambiarlas en cuanto podemos? Sí, me temo que es un síntoma de nuestra sociedad consumista y moderna.

El caso es que Santander mantiene una manera antigua de hacer las cosas. Antigua y encantadora. 
 Lo segundo que pude apreciar de la ciudad, fue su entorno natural. 

La ciudad está ubicada en una pequeña península y desde la orilla se aprecia la bahía de Santander, y, más al fondo, los Picos de Europa. 

El entorno me pareció espectacular. Era como si fuese un fiordo noruego. No tenía ninguna idea de que esa ciudad fuese así.

Sin embargo, dejando de lado mi afinidad hacia todo lo escandinavo, caminé por las calles santanderinas tratando de encontrar un vínculo entre la ciudad y mi persona. No lo encontré. Miraba a la gente a ver si tenía algo en común con ellos. Y no encontré mucho. Más bien nada.

Sin embargo, el pasear entre estas calles tan espaciadas, y el mirar a estas gentes, para quien soy sólo un viandante más, me hizo reflexionar acerca de los sitios en los que sí encuentro una afiliación sentimental y emocional. 

Y recuerdo las palabras de un amigo toledano con quien perdí el contacto hace años. 

"La vaca es de donde pace, y no de donde nace".

Y pienso que estoy de acuerdo hasta cierto punto. Pero no del todo (esto, en mí, no es algo raro).

Y así, durante algunas horas, conocí la ciudad en donde nací, pero a la que nada verdaderamente me ha atado hasta ahora. 

Hice varias fotos al pasear por sus calles empinadas y ensortijantes, y me pareció curioso que la gente se quitara para dejarme hacerlas, en algunos casos, o que me preguntaran que por qué estaba haciendo fotos por las calles, en otros. 

Esta pregunta me pareció, cuando menos, curiosa. La ciudad es bonita, y, después del incendio que casi la destruyó por completo en 1941, bastante regular en algunas zonas. 

Me pareció algo peculiar que la gente se extrañase al vernos hacer fotos por la calle. 

Pero no menos peculiar fue el hecho de que la ciudad me recordase a otras dos ciudades extranjeras: a Salvador de Bahía y a Lisboa. 

Y también, sobre todo la zona de la playa de El Sardinero, a Neguri.


Recuerdo a una ex-pareja que tuve, del centro de Inglaterra, que me contaba que sus padres, que siempre viajaron en barco porque su madre tenía pánico a volar, sólo les gustaban los sitios que visitaban si les recordaban a su condado británico de Hereford, y si no, no. 

Y de esta manera, entre otros sitios, no les gustó Buenos Aires porque no era como Hereford, pero sí les gustó el sur de España en los años 1970 porque sí les recordaba a su hogar. Y quizá a mi me pasa igual. Si un sitio me recuerda a otro, me gusta, y si no, ¿quizá menos? No sé si esta teoría la tengo comprobada del todo. 

El caso es que muy a menudo, cuando viajo a un sitio nuevo, es cierto que al poco rato de conocerlo empiezo a relacionarlo con otro sitio conocido, para bien o para mal. 

Afirmo que el viaje acabó bien. Que vi mucho, aunque dejé mucho por ver, en la ciudad, y que me voy con ganas de volver y conocerla un poco más. Aunque no tengo vínculos con ella, decidí que me gustaría tenerlos.

Reflexionando un poco, creo que me pedí demasiado respecto a Santander. 

Hay, obviamente, una fuerte carga sentimental con el sitio, y quizá me esforcé demasiado al principio por buscar algo que me uniera a ella. 

Lo habrá seguro, más allá de lo obvio, pero creo que he de dejar que el tiempo me ate a ella de alguna manera, o que me vuelva a alejar. 

Es algo que nunca he podido controlar: mi particular brújula geográfica aplicada a mi vida personal. Y no es que he perdido el norte, es sólo que nortes, tengo más de uno.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Falta de voluntad

AOG, Madrid

Bueno, confieso que mi gran idea de hacer un blog de 50 ejercicios de escritura no va tan bien como yo esperaba.

Decidí ir a otro formato bloguero para hacerlo y me decanté por el de El País. 

Pensé hacerlo en Salon.com, pero luego pensé que un blog en castellano en un sitio en inglés tiene cero sentido común. 

Y bueno, aunque el sentido común no es mi fuerte, en esta ocasión me decanté por él.

Y el blog está hecho. Pero de momento no he metido más que cinco ejercicios y llevo un pequeño retraso de unos cuatro días. 


Mal. Lo sé. Pero así es la vida. Lo bueno es que, al existir el blog, la presión por escribir me llama y me aturde para seguir la nueva rutina.

Confieso dos obstáculos: 

1- Que primero escribo a mano y luego lo paso al ordenador. Un incordio necesario.

2- Si el ejercicio se me atraviesa, vamos mal. 

Y esto es justo lo que ha pasado con el ejercicio que tengo pausado.

Se trata de escribir el origen del sol y la luna en una isla. No se me está dando bien la mitología esta inventada, pero ahí estoy, dale que te pego.

El viernes la historia avanzó un poco. De alguna manera el sol acabará en el firmamento. Ya es un paso. Lo de la luna ni idea.

Claro, también puedo hacer otro ejercicio menos enrevesado y volver a este. Pero esto sólo se me acaba de ocurrir ahora.

Ayer por la noche salí con unos amigos. Les conté lo del blog de ejercicios. Se apuntaron a seguirme y leerme. 
Ahora, claro, hay más presión.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Ejercicio completado

AOG, Madrid


Bueno, lo he conseguido. Hice el ejercício de creación literaria de hoy. 

Creo que me voy a ver obligado a hacer el blog ese de 50x50. 

Aún me falta como titularlo. No me gusta 50x50. 

Parece una tienda de joyería barata. O una especie de rebaja. 

Bueno, cuando lo haga, si lo hago, pondré algún enlace a él. Se aceptan sugerencias.

Madrid va clausurando el domingo envuelta en lluvia y frío. Ha estado así todo el día, menos durante unos minutos, que llegué a ver el sol desde una terraza poco acogedora de Starbucks en la calle Fuencarral. 

Enlace del día, (por cierto): Fauna Mongola.

Me gusta la manera de ver la vida callejera del autor. Suele dar bastante en el clavo.

Escrituras

AOG, Madrid

Bueno, mi gran plan de la escritura hoy se topó con su primer domingo. 

Pensé que podría hacer un ejercicio al día, y, con algo de tiempo, pasarlos a limpio y subirlos a un blog que aún no existe pero que pensé podría inugurar.

Pensé que podría ir haciendo algunos ejercicios de antemano para ir subiéndolos según haga falta. Lo digo porque dentro de poco empieza la temporada navideña y escribir uno al día va a ser algo casi imposible. No imposible 100%, pero casi.

Y cuando digo casi, quiero decir que, bueno, la temporada ya está con nosotros.
Hoy fui de paseo con mi pareja por la Gran Vía madrileña. ¿Qué vi? Todas las tiendas con sus músicas a todo volumen, robándose entre sí la atención de los viandantes para que pasen y compren. Pasen y compren. De premio, una tienda bien caliente, no como la calle fría y húmeda. 

Por no hablar de la locura en la que se está convirtiendo la tienda de Doña Manolita, lotera por excelencia. La tienda. La Doña ya no está con nosotros. 

El caso es que la cola es enorme. Inmensa. Bestial.

Todos comprando en un sitio que la superstición popular cree que es afortunado. Que da suerte comprar ahí. Que la suerte les puede acompañar esta Navidad y sacarles de su miserable existencia, cortesía de uno, o varios, millones de euros. 

No me río de eso. A mi también me arreglarían la vida algunos millones de más. Pero es, por desgracia, triste, que, si se compara con el año pasado, cuando la economía estaba un poco mejor que ahora, no había tanta cola y tanta necesidad. Bueno, esto último no lo sé a ciencia cierta. 

La necesidad de cada quien es infinita y no debo ser yo quien la cuestione. 
Aún queda una hora y 15 minutos antes de que acabe el día. Quizá sí consiga escribir algo.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Ángeles caídos


AOG, Madrid

Hoy me encontré con un poco de tiempo entre las manos, y decidí darme un gusto. 

Me fui (que levante la mano el que ya lo sabía) a tomar un café al Diurno y me llevé un libro de ejercicios de escritura que compré hace más o menos un año cerca de la Plaza de Santa Ana, y que ha estado olvidado en una repisa desde entonces: Taller De Escritura, 1303 Ejercícios De Creación Literaria. De Felipe Montes.

No es que estuviese olvidado, pero no le prestaba mucha atención; fiel y perturbante reflejo del añito que he vivido.

Sin embargo, hoy decidí que haría un esfuerzo y me dediqué a escribir unos 30 minutos. 

No fue fácil. Más bien al contrario. El encontrar un ejercício que me gustara fue bastante dificil. Sin embargo, al final lo conseguí. 

Hice el ejercicio número 854: LOS ÁNGELES CAÍDOS. 

Se trata de escribir el monólogo interno de uno de los ángeles caídos.

El escrito me tomó unos 30 minutos en escribir. 

Fue extraño y no creo que nadie que sea Cristiano lo podrá leer sin molestarse. 

Claro, no lo escribí para incordiar a nadie, pero el tema es jugoso. A la vez trascendental. Y da mucho de sí.

Antes de escoger el ejercicio 854 descarté uno que me pedía poner un anuncio donde busco personajes, un sitio donde ambientar la historia y la trama. 

No me gustó al principio, aunque luego pensé que si la gente me escribía con esa información sería interesante. 

También descarté un ejercicio que versaba 'Ella lo mató', a partir del cual había que hacer un pequeño relato, y el ejercicio que se titulaba 'Tuerca', en el que había que escribir una frase, y pasarle la hoja al compañero de al lado, que seguiría la historia, y así sucesivamente hasta que acabase la historia. 

Al estar yo solo, esta instrucción sería dificil de llevar a cabo.

Pero surgió una idea mientras escribía. Quizá rara. Quizá inalcanzable. Aún no lo sé.

Me explico.

Hace un par de semanas vi, casi por error, la película Julie & Julia. Confieso que no me gustó.

La parte de Streep sí, claro. Pero la parte moderna me pareció continuamente desangelada. 

Sin embargo, dicha cinta me dio una idea que tiene que ver con ella. 

En este film, resulta que una chica decide hacer durante un año las recetas del libro de cocina de Julia Child y contarlo todo en un blog. 

No, a mi no se me ocurrió hacer 500 recetas en un año. 

Pero sí se me ocurrió que podría hacer 50 ejercicios de escritura en 50 días. 

Bueno, al principio se me ocurrió que podría hacer los 1303 escritos que el título del libro sugiere. Pero creo que no me puedo comprometer a hacer todo eso. 

Y ni siquiera creo que pueda hacerlo durante 50 días. Lo cual es curioso ya que escribo a diario, aunque no de manera creativa. 

En fin, me lo estoy pensando.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

¿Preguntas nuevas?

 AOG, Madrid

Ayer volví a Madrid después de pasar unos días en la bella ciudad de Barcelona. 

He de decir que, de alguna manera, sobreviví con paz y tranquilidad a la debacle electoral del PSOE en la Comunidad Autónoma catalana. 

La noche anterior a las elecciones, un amigo me instruyó un poco acerca de las distintas posibilidades y ramificaciones políticas que se podrían llegar a dar, aunque creo que todos sabíamos que sería CiU el partido que ganaría las mismas. Y así fue.

Por otra parte, lo curioso de la jornada fue que mi pareja me mandó un enlace a una página web (aquí el enlace) que te hacía tomar un pequeño cuestionario al final del cual te decía por quien deberías votar en dichas elecciones. 

Varias de las personas que lo hicimos teníamos en común al partido Ciutadans, y no muy lejos, al PP. 

Jugábamos con la idea de que fuese el propio partido Ciutadans el que programó dicha página para darse publicidad.

Este domingo acompañé a mi pareja, residente en la ciudad condal, a votar. Ejercício democrático sin más. Todo transcurrió con total normalidad, con sonrisas y buen temple entre el público. Todo muy civilizado.

Nos tomamos un café después y  nos fuimos a ver la exposición del World Press Photo 2010 en el CCCB.


Una colección de unas 170 fotografías que resumen lo brutos que somos los humanos. 

El video que añado más arriba termina diciendo "Sentimos tener que informarte". Y lo entiendo. Yo lo sentí y mucho. 

Hubo imágenes impactantes, humanizantes y deshumanizadas. Y muchas de ellas duelen en el alma. 

La que más me impactó (que no puedo mostrar pues no he encontrado la imagen por internet) no era necesariamente la mejor, ni la más interesante. 

Era simplemente una cabeza de una niña pequeña que sobresalía de entre los escombros de la casa donde ella vivía en Palestina, hecha por el fotógrafo  de la agencia Reuters Mohammed Salem. 

El ejército israelí había bombardeado la morada. La pobre niña muerta parecía la cabeza de una muñeca. Descabezada. Tenía los ojos cerrados y el pelo alborotado.

Nada más verla los ojos se me llenaron de lágrimas. Me pregunté, como siempre solemos hacer las personas, ¿por qué tuvo que morir esta niña? ¿Por qué Israel y Palestina se tienen que matar constantemente? ¿De qué sirve todo esto? No tengo las respuestas. Quizá porque este tipo de preguntas nunca las tienen. O, no lo descarto, deberíamos hacer preguntas nuevas porque las viejas ya no nos sirven de nada.

El señor Salem es demasiado bueno capturando las imágenes de la vida del día a día en Palestina.

  Aquí su portafolio.

Cuando digo demasiado bueno, quiero decir que, por desgracia, nos retrata sin lugar a dudas, tal y como somos los humanos. 

Lo bestias que somos. Lo inhumanos (irónico, ¿verdad?) que somos. Lo desgraciados que podemos llegar a ser con nosotros mismos y con nuestros congéneres.


Pero había más. Y pensé, al salir de la exposición, en la suerte que tenemos los que vivimos en un país de los que llaman "aburridos". Aunque no tanto. España no es un país demasiado 'aburrido'. 


Ya por la noche vi el telediario. Vi la concesión de la victoria del President Motilla al señor Mas. Mi pareja dijo que sus palabras nunca antes habían sido pronunciadas en la política española. 


"Los ciudadanos han hablado y nuestros adversarios, a los que felicito, han ganado claramente".

Parece ser que en España, hablar así aún no se estila mucho. Algo debe decir a los oídos del electorado que a los partidos no les gusta mucho. No lo entiendo, si es así. No son más que palabras sanas y honestas. ¿Demasiado difíciles para un país como España?

Algo menos diría yo, tras haberlas escuchado al menos una vez y, se comprueba, el país sigue en pie. 


Quizá en Palestina, palabras como estas son demasiado difíciles de pronunciar todavía.