viernes, 29 de octubre de 2010

La semana

AOG, Madrid


Viernes, y doy por acabada la semana. Únicamente porque hoy es el último día laboral, yo mañana seguiré estudiando y, bueno, viviendo como estos días, con un pie en el presente, y otro en el futuro.

Empecé estos días en Londres, de donde volví un poco cansado y asombrado del impacto de las reformas que el Gobierno de coalición quiere implantar. Muchos expertos prevén más pobreza y más problemas. Y no puedo sino unirme a ellos. Pero no llovió apenas durante la estancia.

Juegos

Por lo demás, hace un par de días quedé con un par de amigos, y fuimos a un bar de Malasaña a tomar algo y a jugar un juego de mesa.

Era de esos bares en los que puedes hacer eso. Jugar. Y la verdad que acabé encantado. Siempre quise ir a alguno pero nunca sabía dónde estaban. Mi amigo una vez más me sorprendió. Más me han sorprendido otros eventos esta semana que prefiero olvidar por lo malos que han sido y lo poco que me han aportado.

Síndrome de 13 Rue del Percebe

Esta tarde, tuve uno de esos "momentos". Bajé al baño de la Biblioteca. Había una ventana. Frente a ésta, hay un edificio de oficinas.

Me senté en la taza, mirando a contracorriente por la ventana hacia el panorama que tenía enfrente.

Pequeñas ventanas de actividad lánguida y bien vestida.

Jóvenes que portaban una hoja de papel de un sitio a otro.

Que entraban en una oficina y tras de ellos salía una mujer vestida de pantalones y camisa blanca, con otro papel. O sin nada en las manos. Pelos recogidos y mangas de camisa.

Llamadas telefónicas, y esa luz de oficina, tan propia de otras épocas.

Lo que me hizo sentarme a admirar el paisaje urbano, sin embargo, no fue la oficina, sino el que de repente, vi surcar a dos o tres hojas muertas por los aires. Y tras de ellas, escuché el ruido de la lluvia. Y me senté a seguir oyendo, y ahí fue como vi lo que había delante.

Me sentí un poco raro por hacer todo esto. Ciertamente mi "trono" a la inversa es un espacio poco común.

Pero lo peor fue que al ver esa oficina de paso lento, de amabilidad cotidiana, quise trabajar en un sitio así. Ser una persona lánguida, educada, plácida.

Y recordé que el ruido de la lluvia suena igual ahora que cuando era un niño pequeño. Al menos la lluvia de la ciudad. Con sus coches surcando las superficies mojadas, haciendo ese ruido con los neumáticos tan particular. No se oyen apenas los motores, aunque sí algunas sirenas y algún cláxon.

Supongo que será de los pocos ruidos que quedan intactos de mi infancia.

Y así doy por terminada esta semana.










martes, 19 de octubre de 2010

Una señal

AOG, Madrid

Creo que todo el estudio me está haciendo místico últimamente. Ya más de lo que soy, quiero decir. 

Además de mis supersticiones, que son muchas y personales -quiero decir, comparto algunas con la humanidad, y otras me las he inventado yo-, como por ejemplo el dejar la tapa del baño bajada para que no se vaya el dinero (lo sé, lo sé, Feng Shui barato y desfasado pero en cuanto lo leí tuvo todo el sentido del mundo), o el pedir por los amigos que aún no he conocido (locura total, pero se me ocurrió de pequeño y sigue conmigo la costumbre), hoy buscaba una señal.

Quizá la señal la tuve antes de pedirla, pero 1) no la sé interpretar, con lo cual está descalificada como señal, y 2), al haberse producido a priori, no cuenta, ya que el evento en cuestión propició la búsqueda de la misma.

Y, de momento, no ha habido señal ninguna. Me imagino que me iré a dormir sin haber experimentado la "señal" que buscaba. 


Pero también es cierto que, a veces, (y cuando digo cierto, quiero decir que al menos así lo creo yo) las cosas pasan bajo el horario de otras dimensiones, y no el tuyo.

Quiero decir, cuando era pequeño, pensaba que tenía que pasar un tiempo desde que yo rezaba hasta que la deidad pertinente escuchaba mis rezos. Luego habría un periodo de discusión o reflexión (las deidades, obviamente, no conceden las cosas así como así, se lo tienen que pensar) y después, si conceden la plegaria en cuestión, tendría que pasar otro tanto hasta que se cumpliese. A su manera claro. 

No olvidemos que el Oráculo te explica sus enseñazas a su manera, y tú te enteras a al tuya (¡qué razón tenía Barthes cuando hablaba de la muerte del autor!).

En mi cabeza infantil casaba así el ver documentales de tecnología espacial y las teorías de los años luz con la religión. 

Si existía un Dios, esté donde esté, desde que le rezas hasta que se entera, era lógico que pasara un tiempo.

Como las llamadas de larga distancia. Marcas, y te esperas un poquito hasta que te contestan. Pues igual. Al menos eso creía de pequeño.  Hoy directamente creo que el teléfono al otro lado no existió nunca. 

Por lo tanto, la señal que pedí hoy, que por cierto es la primera vez que pido una ya que todas las demás las he ido interpretando bien que mal sin que yo pidiese nada, quizá tarde en manifestarse.
Tampoco exigí que fuera de alguna manera, o que tomase alguna forma.

Supongo que las "señales" las reconoces porque inmediatamente sabes lo que tienes enfrente. Por eso son señales. Porque en el momento menos esperado, ¡zas! algo ocurre que te hace recapacitar y meditar. Y confirma, desmiente, o incluso inspira un nuevo rumbo. O uno antiguo. O ninguno.

Por eso, esta noche duermo esperando una señal que, creo, vendrá a su tiempo. A su manera. Siguiendo sus pautas.

¿Y cómo sé que hoy no ha habido ninguna?

Bueno, encontrar un sitio decente en la biblioteca del Círculo no es señal. 

El que te repita toda la tarde la sopa Ramen de cerdo picante que comiste a las 16:00, tampoco.

 Nada de nada. No ha pasado nada.
Como buen periodista, seguiré informando.

Cuando hay que escoger entre armas o bienestar, Londres escoge armas

La economía británica entra esta semana en una coyuntura económica en la que no se ha visto en muchos años. Mientras que David Cameron asegura a EEUU que Reino Unido seguirá siendo una potencia militar de "primera clase", comprometida con la OTAN, los sindicatos denuncian que los recortes previstos por el ministro de Finanzas, George Osborne -que tiene como propósito reducir un déficit de unos 177.000 millones de euros -, afectarán a los miembros más pobres de la sociedad británica.

Paradójicamente, la clase empresarial británica apoya los planes de Cameron, caiga quien caiga.
Los presupuesto militares anunciados hasta el momento, según el Gobierno, permiten que el país siga siendo una potencia del primer rango ya que apenas afectan a las cuentas de Defensa.

Inicialmente éste Ministerio iba a sufrir recortes de hasta el 20% pero finalmente se espera sean del 8%, e incluyen la fabricación de un portaaviones -para muchos un proyecto faraónico que costará 3.000 millones de libras-, que nunca llegará a ser utilizado plenamente por la Royal Navy y que, probablemente, será vendido tres años después de ser botado.

Este lunes David Cameron aseguró por teléfono al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, que Reino Unido seguirá siendo una potencia militar de "primera clase" y que seguirá asumiendo sus responsabilidades en la OTAN, informándole del contenido de la nueva Estrategia de Seguridad Nacional que se publicó este martes. Ambos mandatarios abordaron la revisión sobre Seguridad y Defensa del Ejército británico durante su conversación.

Miedos fundados en EEUU

La semana pasada la secretaria de Estado de EEUU, Hillary Clinton, expresó públicamente su preocupación por los recortes que el Gobierno británico quiere aplicar a su presupuesto de Defensa como parte de los ahorros generales en el sector público.

En una entrevista con la BBC, indicó que la OTAN es "una alianza que compromete a todos a una defensa común" y "cada país tiene que hacer las aportaciones apropiadas".

Las advertencias de Clinton coincidieron con las lanzadas por el jefe del Pentágono, Robert Gates, quien indicó que, si los aliados recortan sus capacidades militares, se espera de EEUU que llene estos huecos cuando tiene sus propios problemas.

El ministro británico de Defensa, Liam Fox, está presionando para que se moderen los recortes presupuestarios a su departamento, que el Tesoro quería que fuesen de entre un 10% y un 20%, pero que finalmente pueden quedarse en un 8%, según los medios británicos.

Obama, por su parte, resaltó que valora mucho las aportaciones del Reino Unido a la seguridad global, según la Casa Blanca.

El mandatario estadounidense afirmó que en el contexto de la relación especial que mantienen ambos países y el compromiso compartido que les une como aliados de la OTAN, aprecia la determinación del Gobierno de Cameron a "mantener el pleno espectro de las capacidades militares que permita" a las fuerzas "cooperar eficazmente en todo el mundo".

Manifestación en Londres

Por su parte, este martes miles de sindicalistas se manifestarán frente al palacio de Westminster, sede del parlamento británico, como señal de protesta contra los recortes anunciados por el Gobierno de coalición de conservadores y liberal demócratas que, aseguran los sindicatos, harán de Reino Unido un país más desigual.

Líderes sindicalistas, manifestantes antipobreza y hasta conocidos actores de cine estarán entre los participantes que proclamarán que los planes económicos conducirán a pérdidas de empleo, recortes salariales y a una reducción de los servicios sociales.

Brendan Barber, secretario general del Trades Union Congress (TUC), uno de los mayores sindicatos del país, asegura que los planes del Gobierno son parte de un programa político, no una necesidad económica, que hará que la nación sea "más desigual, más escuálida, y más tremebunda". 

Quizá la palabra "tremebunda" no sea la traducción más apropiada ya que lo que el señor Barber dice es "nasty", que es como decir "malo", en el sentido de maldad, no de calidad. Seremos un país malo. No un mal país, un país que produce maldad.

"Reino Unido es un país en el que se trabaja duro y que puede generar los impuestos que pueden pagar el diferencial del déficit, que puede crear los empleos que una generación pérdida de jóvenes necesita, y que puede superar los retos que encaramos como sociedad".

Barber aseguró que los recortes "sin precedente" en el gasto público que se conocerán este miércoles "afectarán hondamente a nuestra sociedad, y afectarán a los miembros más pobres y más vulnerables de nuestra sociedad".

"Nos quieren hacer creer que no tienen otra opción, y que esto es una necesidad económica. Sin embargo, muchos expertos económicos de todos los colores políticos nos advierten de que los recortes son muy profundos y demasiado súbitos. Y los avisos vienen de la Casa Blanca, del Departamento del Tesoro, de premios Nobel de Economía como Paul Krugman y Joseph Stiglitz, del Banco de Inglaterra, de periodistas jefe de economía del Financial Times, y, sí, hasta desde el alcalde de Londres", aseveró el líder sindicalista.

"Lo peor que puede pasar es que con los recortes el país vuelva a caer en la recesión, y lo mejor es que nos condenen a un periodo de años perdidos con una tasa de desempleo altísima y un crecimiento tan débil que el déficit bien puede que se mantenga alto".

Apoyo empresarial

Así, mientras que los sindicatos se manifiestan ante los planes económicos de Downing Street, los líderes empresariales de 35 de las mayores empresas del país expresaron su apoyo a los planes de recorte del gasto público adoptados por el Gobierno.

Los dueños de compañías británicas como los grandes almacenes Marks and Spencer, el gigante de telecomunicaciones British Telecom o la farmacéutica GlaxoSmithKline, entre otras, firmaron una carta que enviada al diario británico The Daily Telegraph.

En la misiva, estos empresarios señalaron que sería un "error" que el ministro de Finanzas, George Osborne, suavizara su programa para reducir el déficit presupuestario del país tal y como piden muchos sectores de la sociedad británica.

El titular de Economía de Reino Unido anunciará este miércoles los detalles del plan de recortes presupuestarios del Gobierno de David Cameron.

En la citada carta, los empresarios apuntan que no hay motivos para creer que el enfoque de Osborne socavará la recuperación económica.

"Hacer frente al problema de la deuda de forma decisiva mejorará el negocio y la confianza del consumidor", explican estos líderes empresariales.

Además, los empresarios indican en la misiva que "reducir el déficit de forma más lenta implicaría un endeudamiento adicional cada año, una mayor deuda nacional y por ello, un mayor gasto en concepto de pagos de intereses".

"El sector privado debería ser más que capaz de generar empleos adicionales a aquellos que se han perdido en el sector público", argumentan los signatarios.

jueves, 14 de octubre de 2010

Eternidades

AOG, Madrid

Hace un par de meses leí una frase que no se me sale de la cabeza.

"Que cortita sería la vida de no ser por esos momentos de angustia que la hacen eterna". Es de Silvina Ocampo, la escritora argentina. Creo haber escrito algo de ella en otra ocasión.

Me tiene un poco impactado porque en mi vida, han habido muchos de esos momentos de eternidad pausada que me angustiaron y que, de volver a darse, lo volverían a hacer. Como cuando esperas noticias. Como cuando sabes que serán malas. Como cuando esperas algo y no llega. O has quedado con alguien y no aparecen. Y tú solo sabes esperar.

Como cuando eres pequeño, y eres el primero en levantarse de la cama, y la casa es tuya y tus padres duermen y el día es infinito, al menos hasta que alguien se despierta. Entonces se acorta de golpe.

Como cuando estás enamorado y quieres estar con la otra persona y la distancia entre las primeras citas es continental y las horas pasan a cuentagotas. Como cuando te haces un análisis y esperas el resultado. O tienes que ir a ver a una expareja y cada paso te pesa como dos cubos de yeso. 

Como cuando estás enfermo y pasan los días y no mejoras, o mejoras despacito despacito y no ves el día cuando puedas volver a la normalidad. 

Como cuando sabes que te van a hacer un mal trago y lo ves venir y parece que el tiempo se detiene. 

En fin, esos momentos que nos angustian, pero que hay que vivirlos. 

Recuerdo que de pequeño, en la televisión había programa tras programa que hablaba de buscar el significado de la vida. Y yo recuerdo que los veía intensamente, por qué, no lo sé exáctamente. 

Quizá quería ver si alguien atinaba y me sacaba de dudas. Pero también es cierto que yo nunca me he preguntado cual es el sentido  de la vida. Ni para qué vinimos, ni a donde nos vamos. 
Supongo que soy un nihilista de corazón ya que no le veo solución a nuestro predicamento. 

Quizá únicamente vivimos y puntos. Como las plantas y los animales, que viven sin más. No creo que ellos se pregunten ese tipo de cuestiones. 

Aunque, tampoco descarto que tengan la respuesta. O al menos, su respuesta. ¿Sería distinta de la nuestra? 

Infancia 'alejanada'

Hace dos días, y esto parece una misión más que nada, encontré a otro amigo de la infancia. Esta vez de mi colegio en Texas. 

Él y yo teníamos algunas clases juntos y siempre me he acordado de él. De su nombre. Era de los pocos compañeros que me tenían paciencia, por eso creo que le recuerdo. 

No es que yo fuese un niño antisocial, más bien al contrario, pero hace tiempo asumí que era un niño rarito, de la misma manera que soy un adulto rarito y seré un anciano rarito (¡si llego a viejo, que luego uno nunca sabe!).

A mi amigo lo encontré por una página americana de reencuentro de alumnos (habrá mil de estas). Me llegó un correo de que un compañero se había apuntado a mi clase. No reconocí el nombre, pero pinché el enlace por si salía la foto. No salía. 

En la columna de la derecha empezaron a salir nombres de antiguos alumnos de los distintos colegios a los que asistí y a los que estoy apuntado. El de mi amigo no salía. 

Pero la página te permite buscar un nombre. Lo hice. Vi el nombre de un chico que se llamaba igual, pero que había asistido a otra escuela. ¡Por eso nunca salía su nombre! 

Pues me fui a Facebook a ver si su nombre y ese 'High School' salían. Y salieron. Pero sin foto.

Le escribí un mensaje anodino por si las moscas, y me respondió. Sigue en Texas. Se acuerda de mi, y creo que le sorprendió el mensaje.

Empezamos a desarrollar ese ritual por el que yo te cuento algo y tú me cuentas algo, y así hasta que nos cansamos. 

Estuvo casado 19 años y hace seis se separó. Sus tres hijos viven con él. Los adora. Y poco más. No sé en qué trabaja aún, ni nada más.

Y, una vez completada la búsqueda, ¿ahora qué? ¿De qué sirvió? De algo, seguro que de algo. Pero no lo veo de momento. Él está ahí, con mis muchos otros amigos que poquito a poquito he recuperado gracias al Facebook, pero que tampoco veo.

Y aunque no le veo el sentido, ayer me acosté pensando que era mejor saber que no saber. Que estaba un poquito más feliz que hacía unas horas por el simple hecho de haber contactado con aquel amigo de la infancia que dejé atrás, allá por 1984. 

Y mira que ha llovido desde entonces.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Acelerones otoñales



AOG, Madrid

Extraños días los que estoy viviendo.  Muy extraños.

Todo se acelera y todo va despacio a la vez.  Y pareciera que todo se me ha acumulado de golpe: piso, trabajo, oposición, futuro, pasado, presente.

Desde que empezó  el mes de septiembre, mi vida a dado un vuelco y se han inmiscuido varios cambios en ella.

Algunos buenos, otros no tanto. Aunque una amiga alemana siempre me dice que todo cambio es necesario y que no hay cambios buenos y malos, solo hay "el cambio". 

Filosofía interesante. Cierto. 

Mi hermana también me dice que "todo lo que pasa, pasa por alguna razón". Y creo que ella tampoco se equivoca. Aunque ahora mismo, hoy mismo, la razón de nada es lo que tengo en la palma de la mano.

Sigilosamente, como una especie de piedra para cimentar los acontecimientos recientes, he tratado de asentar un poco más mi vida, que ya es dificil porque no para de girar desde el 1 de septiembre cada vez más rápido. 
La semana pasada acudí al Círculo de Bellas Artes para hacerme socio. Puedo utilizar la biblioteca por el módico precio de 15 euros al mes. Francamente me parece una ganga si lo comparo con la posibilidad de no tener donde estudiar, que era justamente el caso hace unos días. 
¿Faltas? Bueno sí, varias. Primero que nada, es una habitación muy calurosa. Salgo de casa con pantalones cortos porque sé que me voy a asar ahí dentro.
La colección de libros tampoco es muy extensa o maravillosa. Aunque esto hasta puede ser positivo pues en vez de andar buscando qué mirar, estudio y punto. 
La gente que va, creo que es el caso, son en su mayoría estudiantes, o, me han dicho por ahí, compañeros opositores de otras oposiciones. 
Y, mi mayor queja, cuando dos chicas se juntan a mi alrededor, invariablemente se pondrán a hablar en voz baja. Les dará igual que estamos todo el mundo estudiando, ellas tienen prioridad para hacer lo que les viene en gana.
En fin. 
Un pequeño mal.

domingo, 10 de octubre de 2010

Los Nortes visitados, los Sures olvidados

AOG, Madrid

Ayer quedé a comer con un amigo al mediodía. Llevaba horas estudiando en el Círculo, y necesitaba un break de tanto Derecho Internacional Público. 

Como suele ocurrir cuando él y yo nos juntamos, empezamos a hablar de otros sitios. 
Él acaba de volver de Escandinavia. Sólo estuvo en Suecia y Noruega, pero volvió encantado.

"Es el futuro", me dijo emocionado.

Me comentó que la gente en Estocolmo, todos, están siempre contentos. "De hecho, las únicas personas con mala cara eran los inmigrantes que hay ahí y nosotros, los españoles". 

Esto contrastaba mucho con mi experiencia en Reino Unido donde es precisamente al revés. 

Los amargados son los londinenses, y los inmigrantes suelen estar más contentos.

Luego me relató como una chica sueca se puso a hablar con ellos, no sin antes disculparse de lo mal que iba a hablar en inglés. "Y hablaba mejor que cualquiera de nosotros".

Y luego fue a Noruega. "En un pueblito de esos que ellos tienen tan pintorescos, donde no ves un choni por ninguna parte, lo primero que hizo una señora es disculparse por el mal tiempo que hacía". Esto me recordó que en Inglaterra, los lugareños suelen hacer lo mismo. Como si fuese culpa suya. 

Remarcamos los dos que en España nadie se disculpa por el mal tiempo. Primero, es obvio que no lo hagan, ya que no es culpa nuestra, pero hay que decir que es de muy buena educación disculparse ante un visitante ya que, si hiciese bueno, la experiencia sería mucho mejor. Simplemente buenos modales.

Y segundo, no es costumbre. Y la costumbre es algo muy importante siempre. Sobre todo porque cambia, o no cambia, pero siempre su status nos trae de cabeza a las sociedades, ya que para bien o para mal, tiene seguidores y detractores. Y siempre hay alguien que quiere, o no quiere, que algo cambie, o no lo haga.


También me contó que visitaron en el  pueblito una iglesia. Que estaba cerrada. Que podías abrirla y entrar y que eso hicieron. Que todo estaba limpio, y que había una cesta llena de dinero donde, en varios idiomas, pero no el castellano, ponía que si querías coger una postal, lo hicieses, y que si querías hacer una donación, también.
Sí, dinero al aire libre en una cesta. Para que venga cualquiera y se lo lleve. Pero ocurre que en Noruega, esto no pasa. Y pensamos los dos las consecuencias de un local abierto, y de dinero sin dueño dentro, en España. "El sitio acabaría destrozado" me dijo él.


Salieron de la iglesia, y una viejita que vendía artilugios noruegos en la calle se disculpó por no hablar bien en inglés, y, una vez más, hablaba mejor que ellos.


"¿Te imaginas a una señora de la misma edad en España hablando inglés?"


El problema es que sí me lo imagino, pero no ocurre.


Y nos pusimos a debatir por qué esas cosas pasaban en estos países, y no en España. La conclusión final de mi amigo era que él creía que en unos 50 años, España será igual que Escandinavia lo es ahora.


Él ve a los rumanos que vienen a España y me dice que le parecían españoles de hace 40 años. Puede ser, pero creo que el problema es peor que todo eso.


Y discrepo; y discrepo mucho. Primero porque dentro de 50 años, las chicas que hoy chapurrean inglés mal, lo chapurrearán peor cuando sean viejitas, con lo cual, el primer paradigma no se va a dar.


Podría esperar que los hijos de los que hoy hablan mal inglés quizá lo hablen mejor, pero entonces hay que esperar 100 años, no 50. Y suma y sigue. Es obvio que el escéptico soy yo, no él.


Cartón Piedra


Ya por la noche, quedé con unos amigos a cenar. Uno de ellos me comentó que había estado en San Petersburgo.


Le había gustado, pero no mucho. "No tiene alma. Es todo cartón piedra".


Me dijo que "Copiaron los estilos italianos, los canales holandeses", y salió "eso". Y además, "los rusos son muy aburridos. Y no son nada guapos".


Nunca he visitado Rusia, así que solo puedo decir aquello de que cada uno cuenta la feria como le va. No quise indagar acerca de lo que le había parecido Moscú.

Las distancias que nos separan


Esta mañana, camino del Círculo, vi una imagen de esas que te hacen pensar que la distancia entre Madrid y Estocolmo es aún mayor. 
Mientras que buscaba un cajero que no hubiese sido vandalizado la noche anterior, me percaté que un chico vestido con un chandal estaba utilizando una cabina telefónica.
Pero mientras que hacía cola, lo que vi era que no la estaba utilizando, estaba tratando de sacar dinero de ella. Algunas monedas.



Dado su aspecto más o menos moderno, con auriculares en los oídos (lo que no significa que tenga un iPod, o que el iPod le funcione), me sorprendió ver que estaba haciendo eso.


Tuve que pasar a su lado al irme, y vi que las manos no estaban tan limpias como podían estarlo. Ni las uñas. 
Y no supe, ni sabré, si el chico es indigente, drogadicto, o si simplemente se ha quedado sin dinero y quería volver a casa. Aunque tengo mis dudas sobre la tercera opción.

Malos humos


Me fui a desayunar a un café lleno de humo, con un señor a mi lado que fumaba, pero al que le molestaba el humo de su propio cigarro, con lo cual lo posicionaba lo más lejos de si mismo posible, es decir, en frente de mi cara casi.


Así que tuve que comer entre bocanada de humo y bocanada de humo. Fumador pasivo lo llaman, y poco lo llaman. Sobre todo por la situación. 

A él le molesta su propio humo así que lo aleja de si mismo, pero no le importa que a los demás nos moleste, y nos lo tenemos que tragar por estar al lado suyo.


Salgo a la calle, y veo un señor, esta vez sí obviamente indigente, ya mayor, con pantalones cortos y mal aspecto, ir apresuradamente hacia la misma cabina telefónica donde el chico hacía media hora había tratado de hacerse con algo de dinero.


Y vi que el proceso era el mismo: buscar algún truquillo que haga que el aparato suelte de sus entrañas alguna moneda. La parsimonía del chico contrastó mucho con la urgencia del anciano.


Y vi lo lejos, lo muy lejos que aún estamos de Escandinavia.