martes, 20 de abril de 2010

A la sombra de un volcán


AOG, Madrid 

¡Se acaba el mundo!


Es increíble los momentos que estamos viviendo en Europa estos días. 
A pesar de nuestra tecnología, de los avances de la ciencia y la conciencia, de los saltos que ha dado nuestra especie, del futuro halagüeño que nos pintamos, es obvio que estamos anclados a los devaneos del planeta, nos guste o no.


Desde que ha empezado el año nuestra redonda nave espacial no ha hecho más que dar la lata, produciendo desastres naturales que dañan nuestras vidas.


Haití, Chile, China, Madeira, Pico Rivera, Río de Janeiro (entre otras calamidades) y, por último, la erupción del Eyjafjallajökull y su consecuente interrupción del tráfico aéreo en Europa.


Lo que más me asombra, o quizá no me asombra, sino que se me presenta como la más obvia de las realidades, es que la humanidad, a pesar de los pesares, seguimos siendo aquella débil especie relegada a los avatares de su medio ambiente. 
No hemos descubierto la manera en la cual controlar el planeta. No sabemos vivir con él.


Sabemos, más o menos, vivir a pesar de él, ¿pero con él? Diría que no.


Que construimos villas y viviendas en sitios equivocados, que hacemos lo que nos da la gana con la superficie planetaria (algo que sólo nos perjudica a nosotros), que utilizamos el mar como vertedero de todo lo que no nos gusta, como si este tuviese el don de hacerlo todo desaparecer, que despojamos y desgarramos la tierra de sus frutos sin más, como si no importara. Y más cosas.

Nos equivocamos, es obvio. 

Este volcán nos muestra como nuestro mundo, tan avanzado él, se desploma a la primera erupción.


El transporte aéreo, nuestro más flamante descubrimiento y medio de transporte –el que nos permite superar (eso creemos) a las aves-, se paraliza porque las cenizas volcánicas, que nada saben de aeronáutica, hacen las veces de lija con sus motores. 

Y las comunicaciones se estancan. Volvemos a los antiguos sistemas para volver a casa: el tren, los coches, los autobuses, los barcos. De momento no es necesario desplazarse a caballo, o en burro. De momento...


Tanto modernismo para nada. La vida en el 2010 es muy parecida a la vida en el 3010 A.C., solo que nuestra choza ahora puede ser un edificio de 15 plantas, y nuestro fuego, es eléctrico, pero las personas seguimos tan indefensas, e ignorantes, como entonces.

3 comentarios:

Gato Pardowski dijo...

La civilización Maya marcaba el año 2012 como una recesión, como un momento de cambios. Espero que ese cambio sea el de nuestra presunta civilidad, el de la propia conciencia...

AOG dijo...

Gato Pardo, dudo que sea así en el 2012.

Hace falta algo más profundo que una calamidad natural para lograr eso.

Arminius dijo...

Es interesante tu apreciación, mi amigo. Hoy parece ridículo enviar una carta de amor por el correo regular, o incluso una postal de los sitios más recónditos del Mundo.

Es increíble el nivel de dependencia que tenemos de todas estas amenidades modernas. No vayamos más lejos: En la oficina, hace 10 años, salir de viaje de trabajo implicaba un total nivel de incomunicación con los demás integrantes de la oficina; hoy, incluso en el hotel estamos en contacto... Ni cómo "hacerse el perdido" un par de horas, jajaja xD

Así que a los viajeros de Europa, ojalá que disfruten su estancia, jejeje. Y sobre todo, disfruten su volcán, como nosotros queremos al nuestro (Aunque nos cubra de ceniza los autos cada día, jajaja) :D

Saludos, abrazos y besos desde Puebla, México ;)

--Arminius volcanicus