miércoles, 22 de septiembre de 2010

El pasado arremete


AOG, Madrid

Hace un par de días recibí un mensaje de una chica que quería hacerse amiga mía en el Facebook. Cuando vi su nombre no daba crédito.

Una vez más la tecnología nos trae olas  procedentes de orillas que dejamos atrás hace tiempo.

Estuve meditando bastante en sí la aceptaba o no. De momento me decanto más por el "NO" que por el "".

Esta chica y yo nos conocimos hará 17 años en Londres, en una clase de teatro. Ella es alemana.

Nos llevamos bien durante mucho tiempo. A mi me caía muy bien. Ella quería ser cantante. No le gustaba su nombre alemán, Ulrika, y quería llamarse Donna Mayo. Le dije que ni hablar. 

El nombre me parecía un espanto. Sobre todo porque "Mayo", en inglés, es el diminutivo de mayonesa/mahonesa.

Cuando terminó el curso de actuación, seguimos siendo amigos durante un tiempo. Quedábamos por el centro, y a veces iba a su casa en Soho para escuchar las canciones nuevas. 

Incluso grabó una en la que metió un trocito de una conversación que habíamos tenido con otros amigos en una cena. Más que conversación eran unas risas. Muy bonito todo, y muy interesante. Me gustaba mucho su música. Recuerdo que me contó que su manager era ex miembro de Eurythmics.
Pero un día, en mitad del parque de Battersea, se le giró el coco y me dejó de hablar. 

Yo, que soy medio idiota con las amigas, hice lo posible por disculparme, sin saber exactamente lo que había hecho. 

Estuvo sin hablarme varios meses. Al final, como de perdonavidas, me devolvió la palabra. 

Yo, claro, a esas alturas, estaba curado de espantos y no estaba del todo contento con esa vuelta atrás. No habíamos hablado, y no sabía nada de nada. 

Un día, me lo explicó, y no daba crédito. Toda mi mortificación previa desapareció súbitamente.

Ella, no sé de qué manera, había pensado que yo había dicho una cosa durante el pic-nic de aquel día, cuando en realidad había dicho otra. 

Y cuando le traté de explicar que se había equivocado, se ofendió; seguía en sus trece de que llevaba la razón, pero no importaba.  A esas alturas mi consideración por ella había decaído mucho.

No me gustó que me acusara gratis, y decidí enfriar la amistad. Creo que lo entendió. Estuvimos sin vernos ni hablarnos un par de años. 

De repente, un día, me llamó llorando porque había roto con su novio, que era una especie de Pierce Brosnan irlandés que nunca supe qué hacía con ella pues eran bien distintos.

Creo que al final él tampoco sabía qué hacía con ella, y la dejó por una chica polaca. 

Y Ulrika estaba hecha una magdalena. En ese momento, dejé atrás todo rencor y la invité a venir a casa (cosa que hizo en pocos minutos pues de hecho, ya estaba de camino, lo cual me molestó ... pero no era el momento). 

Pasó la noche en casa, habló con mi compañera de piso, (entre mujeres se entienden mejor), y de alguna manera, la amistad se encandiló de nuevo. 

A los pocos días, me vino a casa con un par de libros de arquitectura para prestármelos. Yo no le había pedido nada, pero agradecí el gesto. Podría usarlos en la carrera para escribir algún ensayo, me dijo. Creo que nunca los llegué a hojear.

Sin embargo, a las dos semanas más o menos, me escribió un mensaje diciendome que necesitaba los libros de vuelta pero que ya mismo. O sea, ya. No lo vi porque, como dije, estaba estudiando y en aquellos tiempos (como cambia la vida), no miraba el mail a diario. El día que lo vi recibí una llamada de ella. Estaba histérica. Quería los libros. No se puso a pensar que igual no había leído su correo. Pensaba que los tenía retenidos por alguna razón. O sea, lo de antes. Lo de siempre con ella.

Enfurecido me volví a mi casa, cogí los libros, y me planté en su piso. Llamé a la puerta y me abrió como si nada, sonriendo. 

Se los di, no acepte su invitación a pasar, y de la manera más educada, me di media vuelta y me fui. 

No le volví a llamar ni a escribir ni a hacer caso. 

Si me encontré con ella por la calle, fue por mera casualidad.

La escenita de los libros, unida a todo lo demás, me fulminó y no quería saber nada de ella. Dejé de responder a sus mails, que tampoco fueron tantos, y la vida siguió su cauce.

Y ahora, unos 12 años más tarde, me manda un mensajito por el Facebook.

Pensé en darle a aceptar, creyendo que la distancia me haría de barrera y coraza contra ella, pero, pensandolo mejor, si necesito una coraza, es mejor no tener relación ninguna.

Lo siento por ella, porque no es mala persona, pero creo que lo siento más por mí, que tampoco lo soy.

 Post inspirador
Hoy he leído un post en un blog. Un chico hablaba de haberse encontrado con alguien de su pasado, y le afectó. 

Sus palabras inspiraron este post. Y la respuesta que di en su blog que reproduzco más abajo.

"No podemos escapar nuestro pasado y, quizá, eso es bueno. 

Al fin y al cabo, la persona que somos hoy en día se debe a todos y cada uno de los caminos que hemos recorrido. Los de piedra y los asfaltados.

Conocerse a uno mismo es un proceso que, supongo, acaba con la muerte. Yo a veces miró hacia atrás, y me veo distinto de como soy ahora. 

Y cuando digo hacia atrás, me refiero a que echo la vista tanto a diez, como a 20, como a un solo año. 

Y, aunque parezca raro, hay días que me veo distinto a como era no hace ni 24 horas.

Supongo que las personas no dejamos de cambiar nunca. No somos seres estáticos (quizá solo las piedras lo son). 

Y cambiamos. Y habrá días que te gustas, y otros que te odies. ¿No es eso el ser un ser humano? Eternamente en flux."

No hay comentarios: