viernes, 5 de junio de 2009

Biografías subliminales

AOG, Madrid

Surfeando en el facebook me encuentro con que algunos de mis cientos de amigos tienen miles de fotos metidas en sus álbumes. Creo que hay dos tipos: los que meten fotos de sí mismos, una tras otra, en cualquier sitio; y luego están los que meten fotos de sí mismos con toda su red social.

Los amigos, tíos, primos, novios, novias, ex parejas, con el perro, con las tías de Francia, con los padres, los hermanos, los amigos del colegio, de la oficina, de la otra oficina, de la primera oficina donde trabajaron, de la oficina donde les gustaría trabajar, de vacaciones en Roma, en Egipto, con las pirámides, en Colombia, con los indígenas del Perú, en Chicago y Nueva York, en el Gran Cañón, en las cataratas del Niagara, en los Roques, en los Roques con los amigos, en los Roques con un burro, en el avión que te trae y te lleva a los Roques, en el bar de la esquina.

Me pregunto qué tipo de persona hace una cosa, y qué tipo hace la otra. Ambas se me antojan como una acepción al protagonismo (añorado, perdido, deseado, olvidado) de cada individuo.

Las fotos cuentan una historia.

También están los que suben fotos de objetos. Miras sus álbumes y no hay referencias sociales. Hay cosas.

Ladrillos, perros, graffiti, trenes, platos, galletas chinas de la suerte, galletas Marías, llaveros, platos rotos, báteres, losas, cortinas, gnomos, lápices, lámparas, abrigos. En fin.

Objetos que borran a la persona pero que, quizá, la retratan de una manera más fiel que los otros dos tipos de imágenes: los autorretratos y las composiciones sociales de cada quien.

De las tres, creo que me define mejor ésta última designación. Si subiese fotos al facebook, creo que mayoritariamente serían de cosas y objetos.

Y dejaría que otro se molestase en descifrar el jeroglífico personal.

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