lunes, 9 de febrero de 2009

Historias e historias

AOG, Madrid


Estoy estudiando para exámenes. Esto significa que desde enero he tenido que resumir los ± 6.000 años de historia previa al nacimiento de Cristo. Tarea ardua y complicada. Trabajo. Estudio. Hago entrevistas. Voy a ruedas de prensa. La vida pasa. Tengo que dormir. E ir a la compra. Y luego la vida social. Que ya no tengo porque no paro. En fin.

Hay que escoger entre quitar o poner reyes, memorizar las dinastías egipcias (las verídicas y las inventadas), reconocer que muchas de las cosas que vienen en el Antiguo Testamento eran ideas compartidas con otras religiones mesopotámicas (el concepto de paraíso, la costilla de Adán, etc etc) y no preguntarse que de qué van los Cristianos y los Judíos con sus ideas únicas en la materia, interesarse por todos los pueblos semíticos de la zona (hurritas, hititas, arameos, fenicios), ciudades de nombre primitivo, Ur, Lagash, y sus dioses (Marduk, Innana….).

Por no hablar de los logros, desvaneos, vida y milagros, de la Grecia clásica y sus habitantes. Concretamente Atenas y la Polis que la parió, y Esparta y sus espartanos, tan musculosos ellos como eran bestias.

Todavía alucino con esa manera tan suya de deshacerse de los niños considerados malformados despeñándolos desde la cima de un monte. Así acabaron.

Bueno, para poder hacer estos desgloses historico-histéricos, hay que estudiar. Y para estudiar, al menos yo, necesito estar fuera de casa y libre de distracciones.

¿Solución?

Biblioteca.

La UNED tiene una súper biblioteca en las Escuelas Pías en Lavapies. Un súper edificio construido en las ruinas de una iglesia barroca que asombra por el logro estético de su arquitectura.

Pero, por desgracia, además de cerrar de 2 a 4, los fines de semana, cuando abre –es decir, las dos semanas previas a la época de exámenes, y punto- cierra a las 20:00.

Y entonces hay que ir como nómada no sedentario hasta las bibliotecas de la Comunidad de Madrid.

La de Puerta de Toledo no cierra por la noche.

Viva Esperanza. Viva.

Mis compañeros de biblioteca suelen ser bastante respetuosos con todo el mundo.

Aunque de vez en cuando te toca lidiar con alguno que se olvida que en las bibliotecas has de guardar un mínimo de silencio.

Pues ayer me tocó, desde las 21:00 hasta las 00:45 escuchar una mini clase de microbiología en la mesa en la que estaba sentado. Dos chicos y una chica, a veces en voz baja, otras en voz más alta, se pusieron a discutir los más y los menos de la materia en cuestión.

A eso de las 00:44 les pedí que se callaran. No fui muy educado. No se los pedí por favor. Y tampoco les pedí nada, sino que les pregunté si se iban a callar de una vez.

El chico me miró con cara de “¿Y este?”. Bueno, en verdad me miró como si acabase de eruptar un huevo. Pero si he de descifrar a lo oráculo de Délfos su expresión, diría que me miró entre asombrado, utrajado, y dormido.

Ella me dijo “disculpe”.

Ah…la venganza es dulce cuando se reviste de educación.
No me dijo “disculpa”, o “perdona”, o “vale”.

Disculpe” oculta ese subtexto mortal que yo leí tan bien.

Disculpe, señor de más años que la media presente, que, en verdad, no sabemos que hace usted aquí, entre nosotros los menores de 22 años, pero bueno, se lo permitimos, no si antes recordarle que ya no es tan joven como era”

Eso es lo que quiso decir.

Ah…la venganza.

Segundos después, el chico levantó el chiringuito y se fue. Ella volvió a su esquina de mesa.

Y yo me sentí like a menda 2009.

Encima eso. El malo soy yo.

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