lunes, 10 de mayo de 2010

Jaquecas varias

AOG, Madrid

¿Semana mierdosilla? Sí señor.

El que esté escribiendo esto no es más que un monumento a mi paciencia y saber estar ya que después de los eventos de la semana pasada, me sorprende que esté vivo para contarlo.

No, no tuve un accidente de coche, pero si sufrí varios accidentes de la vida.


Goodbye Laptop

Primero que nada, el portátil. Murió. 

Estaba en casa, surfeando el internet, cuando de repente, sin más, la pantalla se quedó negro cuando Madame Mère apagó la luz del baño. 

El aparato seguía encendido, pero sin imagen. 
Lo apagué como mejor pude, y lo volví a encender. ¿Para qué? Para nada. 

Menos mal que tengo un Mac para sobrevivir.

Fechas nefastaloides

Después, sin yo haber movido un solo dedo, me llegó un correo de una empresa que me pregunta si estoy interesado en presentarme a un proceso de selección de personal. 

Me interesaba el aspecto internacional del puesto, y, al cabo de un día, por curiosidad más que nada, respondí que me interesaba acudir a la cita. 

Se concertó una fecha pero se concertó equivocadamente por ambas partes. 

El día y la fecha no concordaban, aunque no me di cuenta hasta el día de la entrevista cuando se me ocurrió leer el mail. Y ellos tampoco. 


Llamé a la empresa explicando lo ocurrido y asegurando que iría esa misma tarde a la hora acordada, y se me informó de que me habían estado esperando el día anterior, que sentían el error, y que en cualquier caso guardarían amablemente mi currículum para otro momento.

Decir que me sentí como un idiota es decir poco. Me entró un pánico espantoso ante la falta. 


Todavía me espanta el pensar en ello. 

No es que busque empleo, es sólo que me pareció una descortesía inmensamente innecesaria y todo el asunto no fue un buen reflejo de mí mismo ni de como suelo operar.

Mi pareja tuvo la buena cabeza de decirme lo que mi señora hermana me dice siempre: "las cosas pasan por una razón. No te agobies". 

Volcanes y vuelos


Tras una visita de dos semanas, el sábado, tuvimos gabinete de crisis en casa al no saber nada del paradero de mi señora hermana que venía a buscar a Madame Mère para volver con ella a Reino Unido en avión, justo cuando aeropuertos, nubes volcánicas y demás fenómenos relacionados con Islandia decidieron una vez más hacer de las suyas.




Desastrillos varios

También sufrí la explosión de una bombilla en el baño, la pérdida durante varios minutos de las llaves de casa (más de una vez), una intoxicación por comer una chuleta en mal estado, un dolor de cuello por dormir en el sofá, jaquecas varias, fatiga y hasta insomnio. 


 Igualmente, unos amigos me hicieron partícipe de una conspiración de la que se habían enterado y que me hizo muy poca gracia saber de ella. 

Nada serio, pero conspiración al fin. 

Por otra parte, fui a mi banco a ver el estado de mis finanzas y me topé con que si no estoy apuntado en la sucursal de al lado de la oficina, me cobran por darme el saldo del mes (ya que el cajero me da el saldo sólo de los últimos siete días). 
 
Este aspecto de la banca española de verdad que me desespera. 

 Viernes de viruses 

Ya por último,  el viernes un virus mandó desde mi correo electrónico un mensaje a todas las direcciones de la cuenta. 


Me tuve que disculpar con mucha gente, y, por desgracia, descubrí que seguía manteniendo las direcciones de varias personas con las que dejé de hablar hace tiempo. 

Esto lo descubrí cuando me empezaron a llegar mensajes que me pedían educadamente una explicación de parte de personas con las que hace tiempo no me comunicaba. 

Muchos no me han respondido aún y dudo que lo hagan, aunque a los que lo hicieron fue embarazoso el tener que responderles de manera fría y eficiente. 

Hubiese sido mejor que no hubiese pasado nada. 

De Cajas Madrides y homofobias.... 

Hoy (semana nueva) acudí a mi oficina  para toparme con que la amable señora del mostrador me lanzó de mala manera la libreta, después de haberme informado (o más bien, mandado) que hiciese el favor de actualizar la libreta en el cajero más a menudo.

No le respondí por educación, pero lo de que me lanzara la libreta porque estaba molesta me pareció grosero.

Después de hacer cola casi 25 minutos me dice que estoy haciendo a los demás esperar.

"Perdone, pero si los clientes esperamos es porque ustedes han abierto un único puesto, cuando en verdad pueden abrir dos"

Mi respuesta no le gustó nada. Se trató de quitar el muerto de encima diciendo que eso no era culpa suya, lo cual asentí y le recordé que no le había culpado a ella de eso, sino a su jefe -quien estaba tras de un cristal gigante  mirando hacia la calle y respondiendo mensajes en el móvil desde su cómoda silla mientras unas diez o 12 personas esperaban en la cola-.

Como para despejarme un poco, acudí al Diurno a tomarme un café y leer el periódico.


Al poco de sentarme, se sentó un chico en el sofá de enfrente sin café ni nada. 

Al rato llegó su amigo con una bandeja de bebidas y no les presté más atención. La verdad es que las noticias económicas que estaba leyendo me tenían más interesado que cualquiera de los dos. 

Al menos hasta que escuché la palabrita.

"Sí, ese maricón", oí de repente con todo el desprecio del mundo. No sonaba a broma, ni a chiste.


Alcé la vista para ver quien hablaba. Eran ellos dos. 

Al ver que los miraba repentínamente, me soltaron esa mirada cómplice entre los heterosexuales que hace las veces de código encubierto de los prejuicios. No me lo podía creer. 

No compartí el momento, pero ellos, o les dio igual, o malinterpretaron la mirada que tenía. 

Siguieron hablando en voz alta y utilizando la palabrita.


Yo, por mi parte, estaba atónito. No podía creer que en la mitad del barrio gay de Madrid este par de energúmenos estaba despotricando libremente. 


Lo más curioso es que, al principio, yo pensaba que ellos mismos eran homosexuales. Pero me equivoqué. 


Tristemente, cuanto más hablaban más se crecían, más machorros se ponían, y más me entraban ganas de decirles algo. 

Sin embargo, la verdad es que no sé exáctamente ni de quien hablaban, ni si estaban insultando a alguien (aparte de a mi, que ya estaba insultado) en particular, presente en el bar, o  no. 

Ante la duda, opté por no decir nada hasta tener más información, pero la verdad es que estaba tan molesto que lo único que se me ocurrió fue marcharme y dejarlos nadando en su ignorancia y necedad.

 El día aún no ha terminado pero espero que esta semana acabe mejor que la anterior.

2 comentarios:

ALEX B. dijo...

Pues vaya!!!
Espero que termine el día mejor.
(Jaja me encantó lo que le dijiste a la del banco)

AOG dijo...

¡Es que la buena señora se lo merecía!

Al final el lunes no terminó del todo mal.

Espero acabar de una pieza al menos, y no en cachitos!

Un abrazo