lunes, 11 de septiembre de 2006

Oportunidades para Rusia



Las cosas no van bien del todo en Irán, un país que se está convirtiendo- si no lo es ya de hecho- en la pesadilla del mundo. Gobernado por los Mullahs religiosos y como país exportador de terrorismo, Irán asusta a los líderes seculares del mundo árabe lo mismo que a aquellos que tienen una porción importante de su población profesando la fe islámica.

Su presidente, Mahmoud Ahmadineyad, desea con todas sus fuerzas destruir a Israel y por lo tanto mantiene a Hizbollah fuera de la línea del paro: subsidiado y a sus ordenes. Todos sabemos que hay guerrilleros iraníes luchando en Irak contra los ejércitos de ocupación británico y norteamericano.
Por si fuera poco, Irán va camino de adquirir armas nucleares tras haber mentido repetidas veces a la comunidad internacional acerca de sus actividades e intenciones.

Aún así, aunque el mundo exterior está unido por la ansiedad que produce la perspectiva de tener que convivir, o mejor dicho, malvivir, con una potencia nuclear más, no hay muchas perspectivas de que las Naciones Unidas puedan aprobar un paquete de sanciones efectivas contra
Irán. Sobre todo por las declaraciones rusas al respecto.

Este momento de crisis esta dando a la antigua superpotencia la oportunidad de jactarse de tener una vez más, el poder de decir si sí, o si no a más de un tema. Su poder de veto dentro del consejo de seguridad está haciendo que Moscú pida un foro especial para hacer de intermediario con Irán dados sus lazos con Teherán.

Justo cuando Irán debería estar más preocupado que nunca, está más desafiante que nunca. Tras los eventos en el bano este verano, su prestigio en las calles árabes está refortalecido dada la supervivencia de Hizbollah a los ataques israelíes- que cási se destruyó al bano de paso es casi anecdotal. El estado de emergencia e impotencia internacional ahora mismo anima a Rusia a dárselas de potencia global una vez más. Estos dos hechos, a la vez, demuestran inequívocamente los fallos de la administración Bush, no nos engañemos.

Tras la caída de la URSS, a muy pocos les quedó ninguna duda de que este país volvería, más temprano que tarde, a ser una gran potencia. Si uno lee la prensa rusa hoy en día, está claro que la mayoría de los ciudadanos rusos piensan lo mismo. No es que tengan nostalgia de su pasado soviético, es que su país ha sido una potencia mundial desde al menos el siglo XVIII. No tienen ninguna duda de cual es el sitio que su país-continente debe de ocupar, dados su historia y su tamaño.

Pero no sólo eso,
Rusia aún tiene un veto en el consejo de seguridad de la ONU y sigue siendo la segunda potencia nuclear y militar del mundo. La debilidad diplomática de Rusia tras la caída de la URSS se entiende más como una especie de aberración histórica que como un evento trascendental.

Nada puede ofender a los rusos más que el ser tomados por tontos, a menos que sean ignorados. Y esto sí, Moscú no lo puede permitir.

Una de las razones detrás del éxito del presidente Putin, es el haber restaurado la imagen que los rusos tenían de sí mismos. El haberles devuelto la confianza y el orgullo en sí mismos. Ya lo dijo en su banquete de inauguración “No dejaremos que el orgullo nacional de los rusos sea pisado. Estamos seguros del poder y la prosperidad de nuestro país”.

Hoy en día, Putin está en torno al 70% en los sondeos de popularidad y a más de la mitad de los rusos les gustaría que se cambiase su constitución para dejarle ser presidente una tercera vez.

El PIB ruso casi se triplicó entre el 2000 y el 2004. La pobreza se ha disminuido casi a la mitad y los salarios han subido hasta alturas no antes alcanzadas.


Estas mejoras socio-económicas pueden explicar bastante bien por qué Putin es tan popular con su electorado, pero son suficiente para justificar su regreso [el de Rusia] a las grandes ligas.

Pero no es oro todo lo que reluce....

Aunque es verdad que le economía rusa ha mejorado tras los años de Yeltsin, los cambios recientes se deben más al hecho de que la economía rusa hoy en día es muy dependiente del precio del petróleo que a ningún otro factor económico.

Mientras que éste siga a $70,00 por barril o más, las fortunas de Rusia seguirán creciendo. Pero además de la industria armamentista rusa, una reliquia heredada de la URSS, es difícil pensar en alguna otra industria en la cual
Rusia se exceda o esté a nivel mundial.

Putin inclusive ha hablado de Rusia refiriéndose a ella como una superpotencia energética, lo cual no es lo mismo que una superpotencia económica o militar. Se acerca el otoño y el invierno, y en Europa somos cada día más dependientes del gas ruso.

Un nuevo gasoducto unirá San Petersburgo con Alemania a través del mar Báltico. No pasará a través de Bielorrusia o de Ucrania para asegurar que si hay que zarandear un poco a estos países, Europa occidental no sufrirá por ello. Otro gaseoducto llevará el preciado combustible a China y a Jan.


De momento, Rusia se puede aprovechar de ser el primer productor mundial de gas natural, y el segundo de petróleo. Sólo Arabia Saudita produce más petróleo. Sin embargo, mientras que el petróleo hace del reino Saudí una región estratégicamente importante, su influencia política es bastante leve más allá de su zona geográfica. ¿Le podría pasar lo mismo a Rusia? ¿Será Rusia capaz de beneficiarse al máximo de su riqueza natural?

Según la prensa británica, dos tercios del gas ruso provienen exclusivamente de tres campos que están en declive.
Rusia ha de invertir billones de dólares en la industria, pero Putin no ha sabido crear las condiciones económicas que atraen capital extranjero.

Cuando desmembró la petrolera Yukos mando encarcelar a su ejecutivo jefe, Mikhail Khodorkovsky acusado de impago de impuestos. Ahora, las grandes compañías petroleras rusas están controladas desde el gobierno.
Gazprom tiene como uno de sus jefes al vice Primer Ministro Dimitri Medvedev. Rosneft tiene a Igor Sechin, vice jefe de personal del Kremlin. No es difícil de suponer que cuando la política y la industria se mezclan, hay abusos, desperdicio y corrupción.

Según Transparency Internacional, de 158 puestos,
Rusia es el número 126 de entre el nivel de países más corruptos junto con Albania, Níger, y Sierra Leona. Islandia es el país menos corrupto, y España está en el puesto 23.

El tamaño económico de
Rusia en los años 1990, la aproximaba a Bélgica. Hoy está situada junto a Brasil pero lejos de la India. Su PIB por cabeza la sitúa en el puesto 70 del ranking mundial. Por si fuera poco, su población perdió medio millón de habitantes en los primeros seis meses del 2005. En Rusia hay más abortos que nacimientos hoy en día. Se cree que la población de Rusia caiga un 50% si se siguen las proyecciones del gobierno ruso. La esperanza de vida en Rusia ha decaído de 63 años hace una década a 56 años hoy, casi lo mismo que Bangladesh. ¿Esto es progreso y bienestar?

La pobreza relativa de Rusia, junto con su dependencia económica en los energéticos explican en parte su creciente relación económica con Irán. Su participación en la construcción del primer reactor nuclear iraní está valorada en más de un billón de dólares. No es que sea calderilla. Pero quizá la necesidad económica rusa ha distorsionado su punto de vista político.

Dada la proximidad geográfica, Rusia debería estar más preocupada que EEUU de las ambiciones nucleares iraníes. De momento, Rusia aún tiene que estar al tanto de sus minorías y vecinos islámicos, muy olvidados ambos desde el desmembramiento de la URSS. Y aunque Chechenia no es materia de primera plana de momento, eso no significa que las demás provincias separatistas rusas estén dormidas. Aquel pequeño conflicto zarandeó a la Federación Rusa durante muchos años.

Aún así, es posible que Rusia se engañe a sí misma respecto de su influencia en Teherán. Aunque Rusia ofreció a Irán la posibilidad de enriquecer uranio en su territorio- el necesario para sus fines pacíficos- podría decirse que Ahmadineyad les dio coba hasta ver a donde llegaba, al igual que hizo con los negociadores de la Unión Europea.

Tras la última guerra del
bano y su aparente triunfo para la causa islámica, no es de esperar que ahora Ahmadineyad se tome más en serio a Moscú que antes. Aunque Putin esté ahora disfrutando de la oportunidad de hacer de menos a EEUU, puede ser que dentro de poco Rusia quede humillada por culpa de Irán. ¿Se olvidan todos que Bush no va más allá del segundo término?

Sin duda, cada día queda menos tiempo para que
Rusia vuelva a resurgir como una gran potencia. No es difícil prever que Rusia y los EEUU vuelvan a verse las caras como rivales antes que como amigos y que las actitudes políticas de la guerra fría resurjan una vez más. Ya el vicepresidente Cheney acusó a los rusos de utilizar el gas y el petróleo como instrumentos de “intimidación y chantaje” y de amenazar la integridad territorial de sus vecinos en el caso de Ucrania. Y aunque Rusia podía argumentar con razón que Ucrania pagaba poco por el gas que consumía de Rusia, Putin respondió a los comentarios de Cheney utilizando imágenes soviéticas olvidadas desde la guerra fría comparando a los EEUU con un lobo.

EEUU por su parte, sigue con su política de acercamiento a Ucrania y a Georgia ofreciéndoles las llaves de entrada a la OTAN. Sus motivos seguramente más políticos que estratégicos pues se trata de afianzar sus democracias e independencias dándoles al bienvenida al club occidental. Pero hasta que no cambien sus artículos, según la OTAN, un ataque a uno de sus miembros, es un ataque a todos. Rusia hace bien en preguntarse contra quien están estos países aliados exactamente sino es contra Rusia.

Sin embargo en Rusia, estas posturas políticas, reliquias de la guerra fría, pueden ser a la vez sumamente atractivas para el gobierno y dañinas. Rusia aún tiene que definirse a sí misma como Euroasiática u occidental. Ya lo escribió Huntington. Moscú y San Petersburgo se han vuelto a convertir en grandes centros culturales y económicos europeos. ¿Pero sabemos a ciencia cierta si Rusia aspira a tener una economía de mercado libre y ser una democracia a la occidental como las demás?

Dada la ligera crisis de identidad actual por parte deRusia, occidente puede hacer mucho por atraer a Rusia hacia su huerto utilizando poco más que la cortesía común- por ejemplo consultando con Moscú puntos cruciales económicos- además de su puesto como miembro de los G8- y con algún cumplido que otro. Esto, a occidente, no le cuesta nada. Mientras tanto, los rusos han de entender que no van a ser aquella potencia que fueron hasta dentro de un buen rato. No ha de ser fácil ver que China les ha adelantado hace tiempo. Pero Irán no es la oportunidad que hará que Rusia se reestablezca como aquella potencia global. Más bien, es una oportunidad para definir su carácter nacional. ¿Es posible que sus exportaciones a Irán, por lucrativas que sean, les cieguen a ver la necesidad de imponer sanciones económicas a Irán? ¿Será posible que Rusia, dañada por una guerra interna, casi civil, y por la violencia islámica, vaya a dejar que una teocracia islámica cercana a su flanco sur adquiera armamentos nucleares? ¿No lo ven casi como un suicidio?

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