lunes, 26 de abril de 2010

Alicia, Alicia, Alicia


AOG, Madrid

Ha vuelto a ocurrir. Muy a pesar de mis intentos y de mi buena voluntad, volvió a ocurrir. Leí las reseñas y traté de creerme que iba a ser buena. Que sería entretenida. Que me gustaría. 

También escuché a las personas que, en mi oficina, la habían visto y recomendado.

"Es muy buena", "Entretenida", "Impresionante", "La puesta en escena es muy buena" y blah blah blah.

La prensa piensa igual en general.

 
Carlos Boyero, en El País, escribió que "hay bastantes cosas que funcionan admirablemente en esta película , como la capacidad hipnótica de sus imágenes".

 
En ABC, escriben que la película es un "Festival para los cinco sentidos"

 
Otros ponen "Esperadísima", "Por fin".

Y yo me lo creo todo y únicamente acabo exclamando "¡por fin!" cuando la cinta por fin acaba.

Sin embargo, al salir de la sala, pronto me pregunto si en España los críticos de cine van al cine. 

¿Será que las versiones que les muestran a ellos son mejores que las que vemos el público? 

No puede ser que una vez tras otra las películas (y dejo su paralelo con el teatro en España para otro post) sean malas, y que la prensa las ponga por los cielos. No es de recibo. ¿No? 

No creo que se vendan, más bien creo que ni se molestan.

De todas las reseñas que leí, la de El Periódico de Cataluña me pareció la más certera. Desgraciadamente es la última que leí.

Voy al cine a ver Alicia en el país de las maravillas, la última del polifacético Tim Burton, y salgo pensado en que no concuerdo en absoluto con la crítica. 

La película no es buena, es, cuando menos, soporífera. Aburrida. Sosa. Incoherente. Cargada y recargada. 

No fue filmada en 3D, sin embargo, desde Avatar, parece ser que si quieres figurar, y las ventas de entradas a nivel mundial así lo aseguran, has de haber sido hecha en 3D.

El guión, que en todas partes te recuerdan que no fue escrito por Burton, como si esto fuese la excusa-explicación, es insípido. La Alicia del cuento es ahora una mujer mayor, de unos 18-19 años, en edad casadera. 

Es decir, una mujer con menstruación que se encuentra en un mundo de fantasía donde no encajan ni ella, ni los personajes, ni la historia.

A trocitos pequeñitos, hay cosas de la película que no están mal del todo, pero pocas. 

La interpretación de Hathaway como la Reina Blanca es de lo poco memorable que hay, aunque no me dejó de extrañar la falta de imaginación entre esta reina, y su hermana, la reina roja, interpretada por Helena Boham-Carter. 

Hathaway nos muestra una especie de reina hippy buenona y despeinada que vive en un palacio blanco gótico, aunque ella va vestida de corte francesa del XVIII con pelo blanco a lo "flower power" años 1960 y cejas Madonna en "Who's that girl?".

 
Por contra, su hermana vive en un palacio más medieval y colorido, y ella parece (cero sorpresas por lo predecible) una caricatura más (de las miles que ya existen) de la reina Isabel I de Inglaterra –sí, la famosa reina pelirroja de la Armada-. 


Nunca me explico el por qué los diseñadores no tratan de innovar y prefieren copiar. 
 
Dos reinas en el mismo mundo no pueden vestir de una manera tan dispar. Se notan las épocas.


Algún que otro personaje parece gracioso, aunque no es el caso de Johnny Depp que se limita, o quizá el director limita, a hacer una semi parodia trasnochada y colorida de Eduardo Manostijeras. 

A mí me recordó a Madonna físicamente.

La actriz que hace de Alicia, la verdad, tampoco me gustó. Es demasiado mayor. 

¿Desde cuando la gente mayor juega un papel importante en los cuentos infantiles? 

Desde nunca, claro. Y ella es mayor, por infantil que traten de hacerla.

Es cierto que la película, que se desdibuja entre la fantasía y la acción de un video juego, tiene momentos interesantes: las apariciones del gato de Cheshire, o las breves escenas con la oruga; trozos que, vistos con música y sin el guión original, pueden ser potables. 

Lo mismo decía una amiga de "Siete años en Tíbet". 

"¡Te llevas los auriculares, y la disfrutas por las imágenes!", me dijo un día. 

Me pareció interesante la sugerencia, aunque algo sacrilégica para con el autor del film en cuestión. Nunca lo hice, pero se me quedó en mente la idea. 

Después de ver Alicia la entiendo. Es una película que se puede llegar a disfrutar visual y auralmente, aunque no en su formato de serie, es una obra que hay que "tunear" para poder sacar lo mejor de ella.

 

miércoles, 21 de abril de 2010

¿Velo o no velo?


AOG, Madrid

 
Estos días se habla mucho del derecho de las niñas de fe islámica a ir a clase con un velo en la cabeza. 

Todo empezó cuando un instituto de la población de Alarcón, en Madrid, expulsó a una niña llamada Najwa Malha por insistir en acudir a clase con el velo islámico.

El Consejo Escolar del Instituto Camilo José Cela decidió este martes que no modificaba su reglamento y seguiría impidiendo que los alumnos "gorras u otras prendas que cubran la cabeza". 

Obviamente el hiyab de Najwa cae dentro de esta categoría.

El Gobierno de España, por su parte, se mostró partidario de que la alumna vaya a clase con el velo, pues, como dijo el ministro de Educación, "Debe prevalecer el derecho a la educación de la alumna sobre otras consideraciones".

En televisión he visto alguna que otra tertulia que hablaba del tema con los "expertos" de turno. En general, acusaban al Islam de ser muchas cosas. Algunas buenas, y otras malas. 

Según los datos que ofrece la prensa, en España hay unos 125.000 alumnos musulmanes. No dicen si son todos españoles, o si son ambas cosas. 

Recuerdo haber leído en la facultad que una de las razones por las que en Francia había tantos problemas con los musulmanes era que es muy difícil el casar ser musulmán con el ser francés. Sin embargo en Francia, el velo está prohibido en las aulas. 

Igualmente ocurre en Turquía, un país musulmán, del cual su primer ministro, Tayyip Erdogan, ha dicho públicamente que ha mandado a su hija a estudiar a EEUU para que pueda acudir a clase con el velo.

No dudo que en España pasa algo muy parecido, aunque quizá la historia de España puede relajar un poco las distancias entre ambas identidades.

Sin embargo, personalmente, aunque creo que toda niña es libre de ponerse en la cabeza lo que quiera, siempre y cuando lo haga voluntariamente, no dejo de pensar en la religión islámica. En la influencia del padre sobre sus hijas. Digo influencia por no utilizar una palabra más fuerte. Pero es cierto que hay una cierta sumisión de la mujer al hombre.

Algunos de los tertulianos decían que lo del velo venía en el Corán, y por lo tanto era la palabra de Allah (Dios), y por lo tanto, es un tema exento de discusión y que ha de ser acatado sí o sí pues es la palabra directa de su señor.

La misma palabra que dice que se puede pegar a las mujeres, entre otras cosas; por desgracia, esta es una religión en la que ser hombre es mucho mejor que ser mujer, aunque es cierto que a las mujeres, la religión las protege mucho, a su manera, claro, pero no dejan de ser un objeto en la mayoría de los casos para sus maridos. 

Una religión en la cual a una mujer se le puede apedrear a muerte si se la condena por adúltera, donde, en Arabia Saudí, por ejemplo, se dejó morir quemadas a un grupo de niñas  en su escuela porque no tenían el uniforme correcto y los bomberos no podían entrar a rescatarlas. 

Cuando pasan este tipo de cosas, es muy dificil defender al mundo islámico.

Pero el problema no es necesariamente la religión, sino sus fieles. Como de costumbre, algunas cosas las siguen, otras no tanto.

¿Deberían ir las niñas al colegio con un velo? Si los padres las obligan, pues no. Si es cosa de ellas, pues no lo veo tan mal, aunque por desgracia el querer llevar un velo es algo que sin duda fue inculcado por los padres. 

No es malo llevar un velo supongo, las monjas lo llevan, las novias también, pero es curioso que en cualquier país islámico el velo es algo que muchas mujeres no llevan. 

No lo ven como algo crucial. Sin embargo, en Europa es un tema que divide a la opinión pública. 

Personalmente, preferiría que cualquier símbolo religioso fuese desterrado de las aulas. Empezando por los crucifijos y las estatuas religiosas.

 

martes, 20 de abril de 2010

A la sombra de un volcán


AOG, Madrid 

¡Se acaba el mundo!


Es increíble los momentos que estamos viviendo en Europa estos días. 
A pesar de nuestra tecnología, de los avances de la ciencia y la conciencia, de los saltos que ha dado nuestra especie, del futuro halagüeño que nos pintamos, es obvio que estamos anclados a los devaneos del planeta, nos guste o no.


Desde que ha empezado el año nuestra redonda nave espacial no ha hecho más que dar la lata, produciendo desastres naturales que dañan nuestras vidas.


Haití, Chile, China, Madeira, Pico Rivera, Río de Janeiro (entre otras calamidades) y, por último, la erupción del Eyjafjallajökull y su consecuente interrupción del tráfico aéreo en Europa.


Lo que más me asombra, o quizá no me asombra, sino que se me presenta como la más obvia de las realidades, es que la humanidad, a pesar de los pesares, seguimos siendo aquella débil especie relegada a los avatares de su medio ambiente. 
No hemos descubierto la manera en la cual controlar el planeta. No sabemos vivir con él.


Sabemos, más o menos, vivir a pesar de él, ¿pero con él? Diría que no.


Que construimos villas y viviendas en sitios equivocados, que hacemos lo que nos da la gana con la superficie planetaria (algo que sólo nos perjudica a nosotros), que utilizamos el mar como vertedero de todo lo que no nos gusta, como si este tuviese el don de hacerlo todo desaparecer, que despojamos y desgarramos la tierra de sus frutos sin más, como si no importara. Y más cosas.

Nos equivocamos, es obvio. 

Este volcán nos muestra como nuestro mundo, tan avanzado él, se desploma a la primera erupción.


El transporte aéreo, nuestro más flamante descubrimiento y medio de transporte –el que nos permite superar (eso creemos) a las aves-, se paraliza porque las cenizas volcánicas, que nada saben de aeronáutica, hacen las veces de lija con sus motores. 

Y las comunicaciones se estancan. Volvemos a los antiguos sistemas para volver a casa: el tren, los coches, los autobuses, los barcos. De momento no es necesario desplazarse a caballo, o en burro. De momento...


Tanto modernismo para nada. La vida en el 2010 es muy parecida a la vida en el 3010 A.C., solo que nuestra choza ahora puede ser un edificio de 15 plantas, y nuestro fuego, es eléctrico, pero las personas seguimos tan indefensas, e ignorantes, como entonces.

jueves, 15 de abril de 2010

Senza Tele- Part Trois

AOG, Madrid

Bueno, el reparateles me llama esta tarde un poco enfadadillo.

"Hemos encendido la televisión y funciona. ¿Usted no la trató de encender en otro enchufe?"

Lo que dije: "Sí, claro, y no encendía en ninguno".


Lo que pensé en decirle: 'No porque como pudo usted ver el otro día, soy idiota perdido y pensé en tirarla por la ventana primero a ver si así encendía, sin embargo, después de hacer un rápido "search" por Google, descubrí que sería contraproducente esta medida'.

El caso es que la tele funciona, siempre funcionó, y al reparateles le molesta tenerla.

"La abrí por si acaso y no vi nada. ¿Puede pasar a buscarla?"

Lo que le dije: "Sí, iré esta tarde."

Lo que pensé en decirle: '¿A buscarla yo? ¿Quiere decirme que la tele no generará patas por sí sola y no vendrá andando a casa como yo pensaba?'

Para matarle.

"En cualquier caso tiene usted que pagar los 46 euros más IVA del servicio que se le descuentan de los 20 que dejó como señal."

Me parece increible que me cobren por no arreglar una tele que funciona. 

Si la tele enciende, ¿la abres a ver si enciende mejor? No entiendo nada.

 Como tampoco entendí su reticencia a venir a buscarla, aún que yo pagase la recogida, y la de pegas que puso para traerla.
"Es que en el centro, ya sabe usted, no hay donde aparcar". 

O sea, que me cobraría 20 euros (más IVA) por el favor de traerme la tele a casa, y no sabría donde aparcar, a pesar de que el centro está repleto de aparcamientos. 

Y encima le tuve que sugerir que estaría en el portal esperándoles para que me la trajeran.

Espero que funcione de verdad porque si tengo que volver a tratar con el reparateles, creo que le saco un ojo con el mando a distancia.

martes, 13 de abril de 2010

Io Sono L’Amore

AOG, Madrid

Este fin de semana tuve la oportunidad de ver la película de Luca Guadagnio "I am Love" (Io Sono L'Amore), protagonizada por Tilda Swinton y una magnífica Marisa Berenson, entre otros.

 
Me pareció un film magnífico. 

Elegante, precioso, sorprendente, familiar, lujoso. 

Sin desvelar mucho, la película trata la historia de una familia milanesa adinerada en la cual el personaje de Tilda Swinton, una mujer rusa, está anclada.

 
Recuerdo hace años cuando leí la novela de Aldous Huxley, "Un mundo feliz" (Brave New World) me asombró la mención que hizo de algo parecido al cine, que él llamaba "The Feelies". Es decir, era un sitio donde, supongo, las películas (o funciones) además de verse, se "sentían" y se olían para suplir la falta de emociones por parte de la población del aquel mundo.

 
De siempre, en el cine, mis ojos han estado dispuestos a dejar caer lágrima tras lágrima en cualquier escena melancólica, o triste. 

Pero además de llorar, no creo que una película me haya hecho sentir algo.

 
"I am Love", lo consigue. Me percaté hacia el final de la misma, cuando me sentía completamente arrebatado por las imágenes, además de fatigado emocionalmente. 

Aquí el trailer, no creo que tiene desperdicio.


 
 

Del título diré que me pareció curiosa la traducción al inglés: "I Am Love" (Yo soy Amor). 

Peculiar, por lo menos para mí que siempre navego por estos mares del síntax, porque Io Sono L'Amore, es "Yo soy el amor", y no, "Yo soy amor" (I Am Love).

Obviamente ambas frases son distintas y tienen un significado diferente.
 

 

viernes, 9 de abril de 2010

Avestruces

AOG, Londres

Una vez más en la ciudad en el Támesis. Es curiosa la distancia entre este país, y el otro. 

Ayer, viendo televisión (la de aquí me funciona más o menos), me percaté de lo muy conectado que se está al mundo, en esta orilla, y lo poco que parece que el planeta importa desde Madrid.

Todos los canales de televisión hablaban de los eventos de la semana, cosa que en España he visto poco. 

Por ejemplo, la reducción del arsenal nuclear de EEUU y Rusia, algo que en la peninsula parece que no tiene trascendencia alguna. O el golpe de estado y situación política en Kirguizistán. O Tailandia. 

O el análisis del reciente viaje de Obama a Afganistan, el estado de las relaciones bilaterales con el Gobierno de Karzai, y la situación entre Israel y EEUU. 

Cosas que en España, o no interesan, o no gustan. 

Es como si estuvieramos con otros problemas en la cabeza, o peor, con la cabeza en un agujero, como avestruces. 

Sé que la trama Gürtel, Camps, la posible implicación de Aguirre, y demas cosas  de la flora y fauna nacional nos marean mucho, y nos nublan. 

Pero ayer, por ejemplo, The Guardian reportaba acerca del juicio de Garzon, además de hacerlo con su propia flora y fauna (que no dude nadie que también la hay). 

Entre otras primicias del recién llegado, diré que se rumorea boda real en Londres. 

Quiza en julio sea el anuncio oficial, y seis meses tras las elecciones generales de mayo, el evento.


jueves, 8 de abril de 2010

Senza Tele- Part Deux

AOG, Madrid


Bueno, yo pensaba que iba a ser más fácil todo, pero no. Nanay de nanay, como dicen en México.

Me levanté esta mañana y fui a comprar tabaco para unos amigos.

Nada más entrar en el estanco de la esquina, fui acosado por dos señoritas muy puestas, repeinadas y maquilladas, y, por qué no decirlo, un tanto agresivillas. 

Yo no sabía muy bien si ignorarlas, o pedirles que me atendiesen. Ellas creo que tampoco. La tabaquera me preguntó que qué quería, y se lo dije.

Una de las agresivas se acerco a darme la buena nueva: como había comprado dos cartones de Marlboro, tenía súper derecho a participar en un concurso en el que se regala un viaje a Londres y un coche. 

Me pareció bien, aunque dudé de mis posibilidades de ganar. 

Rellené (o mejor dicho, rellenó ella) un formulario de inscripción, que firmé, y, acto seguido, me dice:

"Bueno, ahora solo tiene que rellenar 20 solicitudes más"

No podía ni quería hacerlo. A ella no le sentó nada bien, y en ese momento la compañera se acercó a decirme que, además de los dos mecheros que me acaban de regalar, tengo que rellenar los formularios para tener más oportunidades de ganar. 

Respondí que no tenía tiempo de hacer eso 20 veces.

"Al menos haga un tachón para que no crean que he sido yo la que lo rellenó".

"No, gracias".

"¿Pero, no quiere ganar un viaje o un coche?"

A esta respuesta respondí con un contundente  "con uno es suficiente".

No lo entendían. Yo a ellas tampoco. 

Me pareció excesivo tener que rellenar 20 veces una solicitud.

Chapuzas Gutiérrez

Volví a casa y llamé al técnico de la televisión. Por venir a casa a buscar el aparato desde la calle Mandarina, 20 euros más IVA.

"¿Puede venir hoy?" 

-No-.

"¿Puede venir el próximo martes?"

"¡¡Ufff!! El próximo martes queda muy lejos. No sé si podremos. Tampoco le puedo dar una hora de recogida."

Quedé en llamarle el lunes para ver si ya han gestionado su vida para el día siguiente.

Lo triste de esta situación es que a este señor he de encomendarle la posible (-Si es menos de 100 lo arreglamos sin más; si es más, le llamamos-) reparación de la tele. 

De momento, esto pinta fatal.

miércoles, 7 de abril de 2010

Más que 1.000 palabras

AOG, Madrid


Bueno, tenía que pasar algún día. La tele se ha roto. 
¡¡¡Demonios coronados, Satán y Lucifer en salmueraaaa!!!

 Sí, ya sé que es uno de los gajes de la cotidianeidad, pero no deja de incordiarme. 

Anteayer estuve viendo la televisión por la mañana. La apagué, y, al volver a casa por la noche, el aparato estaba muerto. 

Claro, hice todo aquello que se suele hacer cuando esto pasa. 

Me cercioré de que todo estaba enchufado; miré los cables; traté de encenderla manualmente varias veces. Pero nada. No funciona.

Lo peor de todo es ese sentimiento estupido que te hace no entender qué puede haber pasado ya que la última vez que utilizaste el aparato, funcionaba a las mil maravillas y tu cerebrito no te da para captar que, aunque funcionase la última vez, ha dejado de hacerlo por razones inverosímiles. 

Resumiendo cuentas, hay algunas opciones que considerar:

1- Arreglar la tele

2- Comprar una tele nueva (con sus consecuentes opciones televisivas)

3- Vivir sin televisión

Hace unos días, escribí acerca de la suerte (post aquí) y como esta nos visita silenciosamente y sólo nos percatamos de ella cuando se va. 

Pues bien, dentro del universo en el que convive el dicho chino que dice "cuidado con lo que deseas (guapa), no vaya a ser que se cumpla" (lo de guapa es de mi cosecha que con el cabreo no estoy para filosofías pulcras) resulta que no hace ni diez días que en mi cabecita se metió la idea de vivir sin tele. 

Fue un pensamiento fugaz y me vino a la cabeza pues cuando recién me mude a esta ciudad, estuve casi dos meses sin el aparato. 

Leí mucho, salí mucho, y me aburrí mucho también. De hecho, entre mis prioridades tras comprar sofa, mesa, sillas y cama, la siguiente fue la mal llamada "caja tonta" (que de tonta no tiene un pelo, por cierto). 

En aquel entonces se estaban poniendo muy de moda las televisiones planas, y, dado el espacio reducido en el que vivo, un aparato que ocupase poco espacio era ideal. 

Dado que mi presupuesto es parecido al de cualquier haitiano residente en Haiti, compré aquella que mis dineros estudiantiles se podían costear (ok, vale, un haitiano clase media que trabaja vendiendo helados a turistas) y desde entonces he vivido felíz con ella. 

Y así, con ese pensamiento, pensé durante algunos segundos en cómo sería mi vida sin la televisión. Contemplé la  rosada fantasia que sería el tener tiempo para leer, estudiar, y hacer todas aquellas cosas para las que nunca tengo tiempo. Una entelequia. Nada de eso ha ocurrido.

Mi actual situación lo único que me produce es ansiedad. Por mi trabajo, necesito estar al día en lo que ocurre en el mundo. 

Hay personas que escuchan la radio para informarse. Mi pareja, sin ir más lejos. Y otras que sacan la información de los periódicos. 

Aún otras se informan de lo que pasa por boca de otros, ya sean vecinos, familiares o amigos. 

Yo me informo viendo la televisión. Siempre fue así. 

La imagen, como bien dicen, vale más que 1.ooo palabras. 

Y yo siempre he sido una persona muy dada a lo visual en todas sus gamas y manifestaciones. 

Y sin televisión no estoy al día. 

No solo por las noticias, sino porque, aunque duela decirlo, la televisión produce cultura, además de adicción e información (o desinformación, como uno quiera verlo). Me siento bastante desconectado del mundo sin ella. 

Supongo que es porque cuando voy de vacaciones, lo último que hago es ver televisión. Mi desconexión con el planeta es total siempre y cuando no haya una tele cerca.

Quizá si el quedarme sin televisión hubiese sido una decisión mía, no estaría escribiendo esto. Estaría escribiendo las razones por las cuales he dejado atrás el vicio (Y es un vicio. Pero es más que eso, también es una virtud). Pero no fue así.

Hace algunos años, tuve en Londres un amigo que vivía sin televisión. Simplemente no podía comprarse una. Era fotógrafo. No se jactaba de la vida sin ella, ni presumía de no tener una. No la tenía y punto. 

Cuando le conocí, me pareció una pequeña tragedia su vida.

Con el tiempo, su situación cambió, y siguió sin comprarse una, más por obstinación que por otra cosa. Y luego tuvo pareja, y con la pareja entró la tele en su vida. Y nunca más volvió a vivir sin ella.

Además de él, también conocí otras personas que vivían sin televisión. 

Sin embargo, sus razones por no ver la televisión eran propias de gente snob que hace por aparentar, no por principios. 

Nunca les tomé en serio, aunque no quiere esto decir que no piense que hay personas que no ven televisión por principios -sean los que sean-. 

Al fin y al cabo, es una decisión personal sin más, pero no me gusta que la tilden de 'intelectual', ya que, a mi ver, un 'intelectual'  ( o 'cultureta' como suelen decir en España), no puede ser tal si no está al tanto de todo aquello que produce cultura y que la cultura produce.

You Tube

Tengo en Madrid algunos amigos que han dado el salto de la televisión al internet y no pueden vivir sin You Tube. Son más jóvenes que yo. Tienen otros intereses e inquietudes. 

Nada les divierte más que poner el You Tube y mondarse de risa con las peripecias mal grabadas de los demás. Lo respeto, pero no lo comparto. Lo veo como un divertimento a corto plazo y que pronto me aburre, pero ellos, hasta lo ven por la tele.

Conectan la red a sus súper pantallas (hoy en día, la tele, cuanto más grande y plana, mejor), y, cuando he ido a sus casas, se pasan la tarde, o la noche, intercambiando videos. 

No niego que puede ser divertido y entretenido, pero, al cabo de un rato, me aburro. No sé si es generacional, intelectual, o simplemente cosa de gustos. Desde que no tengo tele, he tratado de suplir su ausencia con este portal en cuestión. No me funciona. Me aburro a los 15 minutos.

Pantallas planas

Ayer, de camino a casa, pasé por una tienda. Vi los modelos de televisión en el mercado. Las teles planas han bajado de precio. ¿Por qué? Diría que por las nuevas tecnologías. 

No hace ni seis meses, una televisión LCD o de Plasma costaba por encima de los 7oo euros. Ya no. Ahora las que están por las nubes son las de LED con Alta definición HD. 

Las de plasma y LCD, aunque maravillosas, lucen menos. -y a propósito, claro-.

Esto era obvio en la tienda. Por alguna razón, aquellas pantallas que no hace mucho relucían por su nitidez y tecnología, ayer parecían el pariente pobre. Los DVD de animación de Pixar no emitían en estas pantallas. 

Los habían subido a la sección Blue Ray y a las nuevas televisiones. Lo moderno volvio a triunfar sobre lo obsoleto, aunque presente.

Desenfocadas, borrosas, en fin, la tienda hizo todo lo posible por conseguir que te lleves la tele de 1.500 euros de LED, y no la de 599 de Plasma/LCD.

¿Injusto? Bueno, el marketing es así.

Y yo, sigo sin televisión. Todavía no me trepo por las paredes, pero pronto...pronto...


lunes, 5 de abril de 2010

Y una que quizá recupere…


AOG, Madrid


 

Hace unos días, escribí acerca de una amiga que perdí para siempre. Hoy lo haré sobre una que está en la frontera. 

Ella y yo tuvimos un altercado verbal hace un año más o menos. Las razones esgrimidas en su momento no importan ya. Al menos no para mí, y creo que tampoco para ella.

Llegamos a pedirnos disculpas unos días después, pero algo había muerto. Lo matamos entre los dos. 

Desde entonces, el contacto ha sido formal, seco y protocolario. Cumpleaños; navidades; poco más.

Este pasado jueves me llamó y quedamos para quedar.
Quizá quedemos esta semana. Quizá no. Nunca se sabe. 

Me alegré en un principio de que me hubiese llamado. Fue todo un honor, dada nuestra carrera hasta el momento. 

Siempre me ha parecido curioso ese dicho que dice que somos capaces de perdonar a un enemigo, pero no de hacer lo mismo con un amigo.

¿Por qué somos así?


No entiendo de nuestras razones humanas. Preferimos quedar a bien con el que nos hizo daño, pero nos era ajeno, que quedar bien con quien nos quiso, y era próximo.


 Y no es que yo no haya dado en otros momentos señales de interés, y que no haya establecido las apropiadas cabezas de playa. 

Pero…