viernes, 15 de enero de 2010

Amores lingüísticos

AOG, Madrid

Ayer el tiempo estaba cambiado. De alguna manera el frío polar que visitó durante varios días Madrid, había soplado hacia otra parte.

Salí de casa muy temprano por la mañana para ir a dar una clase, y noté enseguida que el aire estaba un poquito más cálido.

Bueno, quizá esa no es la palabra exacta. Lo que estaba era menos frío….bueno, menos frío ¿no es más cálido?

Hay veces que el idioma no nos sirve de mucho. Siempre me he decantado por las palabras de cada uno de nosotros, las que nos inventamos, o a las que les damos el giro que buscamos para que signifiquen lo que queremos que signifiquen, aunque el significado sea, ultimadamente, propio y subjetivo.

Desde que vivo en España, me he dado cuenta de que a mi vocabulario se han incorporado algunas palabras nuevas, que nunca pensé que lo harían. Y me agrada que así sea.

Ya que mi pareja vive en Barcelona, y tanto voy por ahí, algunas expresiones catalanas se me han pegado.

Sin ir más lejos, cuando algo ocurre, y no me lo puedo creer, suelo no poder creérmelo en catalán: “No em puc creure”.

Y cuando algo es obvio, y está claro, suele estarlo en la misma lengua: “¡és clar!”.

Confieso que a muchos, en Madrid, les parece extraño que utilice palabras en catalán sin ser catalán.

Y a los que son catalanoparlantes amigos míos, me suelen decir que “molt be”; muy bien. Pero también les ha parecido raro a algunos, ya que no soy de origen catalán. Sin embargo, a unas amigas valencianas les encanta que les diga palabras en catalán/valenciano. Una cosa no quita la otra.

Mi poco contacto con el vasco no me dejado de momento ningún vocablo en euskera, aunque no descarto que lo haga en el futuro.

Del gallego, más que algún que otro “iño” como terminación graciosa de vez en cuando, tampoco “estoy cansadiño”.

Sin embargo, sí salpico el idioma con palabras en inglés y francés y nadie dice nada. De hecho, les hace gracia.

Pero cada vez que viajo, se me suele pegar alguna palabra o expresión. Cuando estuve en Brasil este verano, se me pegó decir “qué fuerte” en portugués, pero con acento brasileño.

Suena ridículo, pero “qué fuerte” se convirtió en “que forte”, pronunciado “forchi”, que pronto devino en “forchi de la morchi”. Sí, raro, lo sé, pero yo lo encuentro gracioso.

Todo a raíz de que un amigo brasileño nos comentó de la división lingüística en el gigante suramericano que se sucede al norte de Río en la cual la letra "T" se suele pronunciar como "CH".

Consecuentemente, América Latina, en portugués brasileño, se pronuncia "America LaChina".

Y claro, 'América lachina' (sic) es graciosísimo... ¿no?

Cuando volví de Argentina, volví con un “¿viste?” porteño que aún pronuncio cuando es necesario.

Aunque mis amores lingüísticos (y de cualquier otra clase) para con ese país empezaron de la mano de Mafalda cuando yo era pequeño.

Hace años me di cuenta de que según con quien me junte, mi manera de hablar cambia.

Se modifica para acomodar a los que me rodean. Bueno, no solo para eso, muchas veces lo hago para reírme un poco, y para que se rían ellos.

Además, me gusta mucho incorporar las palabras de los demás. Me gusta que la lengua siga viva, y se expanda. Sobre todo la mía.

Me parece algo maravilloso que los humanos podamos tomar palabras y expresiones de todas partes y hacerlas nuestras simplemente pronunciándolas.

Es una manera de compartir el ingenio humano. Y hasta de expandirlo de la manera más humilde.

Aún así, aún a pesar de incorporar vocablos y expresiones, aún a pesar de inventarme algunas nuevas (¡vivan los neologismos!), aún así, hoy no sé si hacía más calor, o menos frío...¿viste?

7 comentarios:

TORO SALVAJE dijo...

A mí no me resultaría fácil.
Debería ensayarlo porque las respuestas emocionales me salen siempre en español.

Saludos.

Antonia Maíllo Zamora (Antoñi) dijo...

Desde luego que incorporar palabras en una lengua de otra, es algo más que expandirse, lo veo como algo enriquecedor...
Te diré algo de mi atípica persona; nací en la tierra donde crecí y vivo. Mis estancias fueran de ella, se reducen a periodos muy cortos, como mucho de un mes y desde siempre hablo castellano, con alguna que otra palabra de andaluz añadida. Ahora ya no me molesta, sin embargo, de mas joven era muy violento para mi explicar, que no tengo razón que lo justifique, me sentía como un pez fuera del agua. Mi hermano es el que siempre tubo una razón aclaratoria. El decía que al nacer me dieron "un cañazo", así de especifico y de literal, jajaja... Besos, Antoñi

Anónimo dijo...

hola, esa imagen de america latina esta mal!!!!!!!! la bandera de uruguay no es esa......

AOG dijo...

Querido anónimo, tiene usted toda la razón. Las banderas de Uruguay y Paraguay están cambiadas y ubicadas erroneamente.

No fui yo quien dibujó la grafía, pero admito el error y le agradezco que lo haya usted notado.

Espero perdone este desliz y le invito a seguir visitando este blog.

Un saludo.

AOG dijo...

Toro Salvaje, igual me pasa a mí, pero en inglés.

Antoñi, me tienes que explicar lo del "cañazo", ¡me encanta la expresión!

Y me parece muy curioso que distingas entre el castellano y el andaluz. Sé que hay personas que hablan de él como si fuese sólo un acento. Sin embargo, para otras, es algó más. Yo siempre he admirado los giros andaluces a la lengua. La hacen muy moderna y, sobre todo, más lírica. Al menos en mis oidos.

Un saludo a ambos

ALEX B. dijo...

¿y te pasa lo mismo con los acentos?
A mi tambien me gusta incorporar palabras , pero sólo las que me gustan por algo.
La mayoría de ls veces son tambien del castellano , pero que se usan en determinadas zonas y en otras no.Por ejemplo me encanta " mincha" que son unos caracolitos chiquititos.En galicia se dice que son una mincha a los niños pequeños.
saludos

AOG dijo...

ALEX B. , sí, también incorporo los acentos. Como bien sabes, hay cosas que se deben decir en el acento de la lengua que dio luz a la expresión.

Uno solo puede decir cosas como "templar" o "mi hermano" en cubano, "mi amor" en venezolano, "boludo" en bonaerense, o "cachai" en chileno.