lunes, 10 de noviembre de 2008

Retos en política exterior para el nuevo presidente

AOG, Madrid



No sólo Iraq debe figurar en Washington, Europa, Hispanoamérica y el resto de Asia también merecen atención

Durante la administración del presidente George W. Bush, la política exterior de EEUU se ha deteriorado por culpa de la Guerra de Iraq y por los eventos del día 11 de septiembre del 2001. Tanto es así, que el pasado mes de marzo, Bernard Koucher, el ministro de Exteriores francés, declaró en el International Herald Tribune que cuando el resto del mundo mira a EEUU piensa que "la magia se acabó". Ante la pregunta de si el país podría reparar el daño hecho a su reputación en estos últimos años, Koucher respondió que, tristemente,"ya no será como era antes". Ambos candidatos a la Casa Blanca han dicho más de una vez que el país necesita un nuevo rumbo en política internacional en un mundo multipolar. Y la labor, aunque necesaria, no será fácil.



Hay, al menos, tres áreas de máximo interés, donde el país tendrá que trabajar muy duro: Asia-Pacífico en general y, en mayor medida, Oriente Medio, Hispanoamérica y la relación con Europa, la OTAN y Rusia.

Los Candidatos

La visión de Obama en materia de política exterior propone salir gradualmente de Iraq - una guerra a la cual él se ha opuesto desde un principio-, y el diálogo con países como Cuba, indicando posiblemente el fin del embargo económico, Irán, y Corea del Norte, a la vez que desea tomar una línea más dura con países aliados como Arabia Saudí y Pakistán, naciones que el senador percibe como apologistas, cuando no soportes, del terrorismo islámico.

El candidato republicano, sin embargo, sí apoyó la invasión de Iraq. El senador por Arizona ha dicho que no retirará las tropas del país e incluso quiere incrementar el número de tropas ahí. A grandes rasgos, respecto a posibles conflictos en el futuro, McCain piensa que, tarde o temprano, EEUU tendrá que tomar medidas militares contra Irán, ha asegurado que mantendrá el embargo a Cuba, y ha dicho que quiere que la OTAN imponga una zona de prohibición de vuelo sobre Darfur para acabar con el genocidio en ese país.

Asia-Pacífico e Iraq

En el siglo XX, EEUU participó en tres grandes conflictos en Asia: la guerra del Pacífico contra Japón, la Guerra de Corea y la de Vietnam. En lo que a política exterior se refiere, no cabe duda de que muchas naciones en Asia prefieren un candidato republicano como presidente. Independientemente de quien gane las elecciones, el próximo presidente de EEUU tendrá en Asia muy buenas perspectivas de cooperación, sobre todo en el caso japonés que se beneficiará muchísimo de las buenas relaciones entre la administración Bush y el antiguo primer ministro japonés, Junichiro Koizumi. Durante las guerras de Iraq y Afganistán la alianza entre ambos países ha crecido enormemente, en buena parte por el apoyo que Japón ha dado a EEUU en la guerra contra el terrorismo.

Japón, un país rodeado por regímenes comunistas en China, Corea del Norte y Vietnam, ve el sistema de alianzas que surgió después de la 2ª Guerra Mundial como una fuerza estabilizadora y, generalmente, sus líderes prefieren un Gobierno en Washington que sea firme en sus credenciales anticomunistas y duro con la seguridad.

Paradójicamente, el Gobierno chino piensa lo mismo, aunque por razones distintas. Pekín ve al partido republicano como el partido del mercado libre, y al partido demócrata como al partido del proteccionismo. Por otra parte, China cree que los republicanos están menos interesados en temas como los derechos humanos y piensan que, en áreas como el Tíbet, se puede esperar poca interferencia por parte de Washington. Tampoco hay que olvidar que Bush ha conseguido mejorar las relaciones con Tokio y Pekín simultáneamente y que su presencia en los Juegos Olímpicos este verano ha contado mucho en los círculos políticos del gigante asiático.

Muchos gobiernos asiáticos creen que de una administración republicana no se pueden esperar muchas sorpresas, es más predecible, y generalmente es más fácil negociar con ella.

El próximo inquilino de la Casa Blanca tendrá que continuar con estas buenas relaciones y hacer de ellas el eje de la política estadounidense en la zona. Igualmente EEUU deberá de construir instituciones multilaterales con los demás países del continente, por ejemplo las naciones del ASEAN, e impulsar su '?poder blando' a través de sus propuestas para enfrentarse a los retos del cambio climático, el terrorismo islámico y la globalización.

Igualmente, la sobredependencia de la política exterior estadounidense en Oriente Medio en general, e Iraq en particular, deberá ser sopesada con las necesidades de los demás países del área, sobre todo la amenaza nuclear de Corea del Norte y el enfrentamiento que desde hace tiempo viene haciendo Teherán a la hegemonía de EEUU en la zona. Aquí es muy importante tener en cuenta al ganador de las elecciones. McCain ha dicho que no saldrá de Iraq y que si EEUU tiene que estar ahí 100 años, estará. Obama, por su parte, ha dicho que él acabará con la Guerra de Iraq, además de asegurar a su electorado de que terminará con Al Qaeda. La relación con el mundo árabe peligra de ser, una vez más, el tema más importante en el Departamento de Estado.

Hispanoamérica

A diferencia de Asia, Hispanoamérica no tiene ninguna razón para favorecer un candidato republicano. Paradójicamente, aunque la administración Bush ha sido de las que menos han intervenido en la zona - con la posible excepción del fallido golpe de estado en Venezuela en el 2002-, George W. Bush se ha convertido en el presidente menos popular en la región desde hace tiempo. Las razones son obvias. Cuando el actual presidente tomó posesión de su cargo, se anunció que la administración haría de su relación con Hispanoamérica en general, y México en particular, una prioridad. La promesa duró siete meses y medio, hasta el 11 de septiembre del 2001. Desde entonces, la zona ha permanecido lejos de los círculos de poder e interés de Washington, lo cual ha permitido que surja una corriente antiamericana, izquierdista y populista que, hasta el momento, no ha sido retada en ningún momento por Washington.

El próximo presidente de EEUU tendrá al menos 3 retos en sus manos en el continente americano.

El primero y más importante será la isla de Cuba y su futuro poscastrista tras 50 años de comunismo "a la cubana". Tanto si ocurre una transición hacia la democracia, como si se instala una sucesión - como hasta el momento ha ocurrido-, la isla seguirá en la agenda política de Washington para bien o para mal. Para muchos analistas, el futuro de la isla radica en perseguir una política parecida a aquella llevada a cabo en China o Vietnam, es decir, normalizar las relaciones diplomáticas a cambio de reformas económicas mientras que los temas de cambio político se dejan para más tarde. De esto dependerá si la transición - o la sucesión-, tras la muerte de Castro se convierte, o no, en un éxodo masivo hacia EEUU del pueblo cubano.

El segundo reto es, definitivamente, la reforma de la política de inmigración. Este tema atañe a las relaciones bilaterales con una docena de naciones en el continente. Las acciones de la administración Bush, sobre todo en la persecución de inmigrantes y la construcción de una valla en la frontera con México, han dañado la imagen de EEUU y sus relaciones con los países exportadores de inmigrantes. Las deportaciones forzosas, las cazas de brujas, y las detenciones y encarcelamientos de sus ciudadanos sin papeles, entre otras cosas, son percibidas al sur del río Grande como hipócritas, injustas y como una ofensa violenta hacia algunas de las naciones más proamericanas del mundo. Lo más peligroso, sin embargo, es que esta política ha servido para ensalzar y apoyar los sentimientos "antiimperialistas" de una parte de la izquierda hispanoamericana.

En tercer lugar se encuentra la imparable ascensión de dos tipos de izquierdas a nivel político. De una parte, tenemos una izquierda moderna, democrática, globalizada y de corte liberal como la que se encuentra en Brasil, Chile, Uruguay, algunas partes de Centroamérica y, hasta cierto punto, en Perú.

En contraposición tenemos una izquierda retrograda, populista, autoritaria, estadista y antiamericana, en el sentido clásico de la palabra, como la que hay en Venezuela, Ecuador, Bolivia, Cuba, El Salvador, Nicaragua y México, y a menor escala, en Argentina, Colombia y Paraguay.

No es ninguna coincidencia, para muchos analistas, que la izquierda más moderna y de corte pseudoeuropeo surja en países de poca inmigración hacia EEUU, y que la izquierda más populista se dé en aquellos países donde la inmigración a EEUU es más pronunciada: México, Nicaragua, El Salvador, Bolivia y Ecuador.

El dilema para la próxima administración será como abordar la división entre ambas corrientes izquierdistas de una manera que mejore las relaciones bilaterales entre ambas partes y fortifique la izquierda moderna a la vez que debilite a la más autoritaria sin tener que acudir a las políticas intervencionistas fallidas del pasado más reciente.

Europa, Rusia y la OTAN

Desde la caída del Muro de Berlín, la Alianza Atlántica ha buscado constantemente una razón de ser. Aunque a mediados de los 1990 la OTAN tuvo un papel crucial durante los conflictos de los Balcanes, y ahora la guerra en Afganistán sigue dando excusas para la cooperación entre aliados, lo cierto es que desde entonces, su expansión sólo ha servido para que muchos europeos se desilusionen cada vez más con ella, y, sobre todo, para provocar a Rusia cada vez que se habla de ampliar sus fronteras hacia el Este.

El gran reto para la administración entrante será la negociación y ampliación de la Alianza sin olvidar los hechos ocurridos recientemente en Georgia. La pasividad de Europa, relegada a amenazas de represalias económicas, sobre todo dada su dependencia energética del gas ruso, señaló claramente que nadie está por la labor de provocar a Rusia.

Por otra parte, las consecuencias de la política de la administración Bush de hostigar y denigrar a Moscú (Irán, Polonia, Georgia), sumada al alza de un nacionalismo ruso avivado por Putin y apoyado en los ingresos energéticos que han hecho de Rusia, una vez más, un reto asimétrico en lo que a geopolítica se refiere, serán un reto que bien puede convertirse en la crisis más importante del próximo gabinete de Gobierno en Washington.

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