viernes, 19 de abril de 2013

La Buena Aeroeducación

AOG, Londres

Esta historia es de hace tres años. La escribí, pero no la publiqué. No sé bien por qué no lo hice. Ahora la leo, y me pregunto donde estarán todos sus personajes hoy en día. 

Desde 2010 hasta 2013 mira que ha llovido...

Aquí el post perdido: 


La visita no empezó mal, o casi sí, pero cambió. Empezó en el aeropuerto. En la fila de la puerta B29. 

Donde me puse en fila detrás de dos chicos de canarias quienes me aseguraron que, a pesar de se la fila de Easyjet para Edimburgo, también era la fila del vuelo a Londres. Y nos reímos. 


Y vino un chico, y le dijimos los tres lo mismo. Y luego una chica británica, a la que le dijimos que pasara por delante nuestro, que era su vuelo, y el nuestro vendría después. Y llegó otra chica, española esta vez, y lo mismo. 

Y otra, que se quedó con nosotros cuatro. Los mismos que al llegar a la puerta de embarque, sin podernos creer que éramos los primeros de la cola, escuchamos al personal de la misma decirnos que no tenía ni idea de vuelos alternativos.

 Y fue el guardia civil, que todo lo saben, el que nos dijo que teníamos que ir a la B25, que ahí estaba nuestro vuelo.
Y los cuatro nos enfilamos hacia allá. Llegamos los últimos de una fila inmensa, justo detrás de un matrimonio español  ya jubilado, que iba a Cambridge a visitar a alguno de sus retoños. 

Nos pusimos a hablar con ellos, porque ellos se pusieron a hablar con nosotros. Al menos con el chico que llegó segundo y conmigo. Los chicos canarios se esfumaron y la chica quedó algunos pasajeros más atrás y no quiso adelantarse con nosotros.
El chico que estaba a mi lado, no intercambiamos nombres, era de Salamanca y también iba a Cambridge. Ahí empezó la conversación con la pareja. 

Curiosamente, el señor nos hablaba de usted a los dos. Qué curioso. Un señor de los de antes. 

Y es triste decir esto, pero es que los señores de ahora, tutean. Aún no he decidido si yo seré de los de antes cuando me jubile, o de los de ahora. 

 Es cierto que hace un par de meses, volviendo de la Gran Bretaña, estuve hablando con unos chicos mexicanos que me empezaron a hablar de usted, mientras que yo les hablé de tú todo el tiempo.  

Y les dije que por favor no me hablen de "Usted". 

La diferencia de edad no era tanta, y lo achaco a la buena educación que hay en México. 

Pero, es obvio que uno es más mayor de lo que uno se piensa. 
Mientras que hablábamos con el señor, su esposa se preguntaba, y a mi me preguntaba, si tenía tiempo de ir a comprar una revista para el vuelo. Le convencimos que sí. 

Y a los ocho minutos, la cola se empezó a mover muy rápido. Me ofrecí a ir a por la  buena señora antes de que volviese y no viera a su marido. 

El señor me lo agradeció. Fui a por ella corriendo, y volvimos los dos. Ella un poco apurada. Llegamos y ella se disculpaba y el marido me lo agradecía por todo lo alto. 

Innecesario, pero curioso. 

La buena educación española, de la que queda cada día menos, pero queda. El chico de Salamanca también era muy bien educado. 

Y yo, ¡claro!
Fuimos hablando y nos sentamos en la misma fila él y yo. Hablamos de España, Inglaterra, Belén Esteban, las oposiciones, el mercado público, el privado. 

Y concordamos en muchas cosas. Lo cual estuvo bien. Poco antes de cerrar las puertas, la azafata nos interpuso en la mitad a una chica coreana que tenía cero ganas de ir entre nosotros dos. 

Y por no molestarla, nuestra conversación se apagó todo el vuelo. 

Nos dimos la mano para despedirnos antes de bajar del avión "Por si no nos vemos más tarde". 

Una manera elegante de despedirse de alguien a quien probablemente no veas nunca más, pero a quien te hubiera gustado conocer un poquito mejor. Quizá hasta entablar una amistad. 

En fin, la educación nos mantuvo a los dos, a los cuatro, a los siete, en ese aire de civilización del que tantas veces al día nos separamos.

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