domingo, 12 de noviembre de 2006

Guerra y Paz - Madrid

AOG, Madrid


Ayer fui con Jordi, un compañero del master, a Belmonte de Tajo, un pueblo cerca de Chinchón en la provincia de Madrid para hacer fotos de un viñedo para la clase de digital.

Cogimos un autobús en la plaza del Conde de Casal (¿primo de Tino?) que tardó un poco más de una hora en llegar al pueblo. Como compañeros de viaje hasta Chinchón, había un grupo de ingleses algo varipinto. A eso de las 12:30 una chica del grupo empezó a recordarles a todos que debían de mantener un minuto de silencio a las 12:00.

¿La razón? Ayer se conmemoraba el aniversario del final de la 1ª guerra mundial (lo que en el Reino Unido llaman Remembrance Day), la cual terminó a la undécima hora del undécimo día del undécimo mes. Es decir, a las 11 de la mañana del 11 de noviembre (de 1918). El Armisticio. Un día que se celebra con amapolas.

Recuerdo que, cuando vivía en Londres, siempre que este día se celebraba, me sentía en cierta manera afectado por él. Es cierto que España no participó en la contienda (aunque la guerra no pudo sino que afectar al país claro), pero, mi familia, no sólo de sangre española, se vio afectada por los acontecimientos de la misma. Supongo que como la de millones de personas. Pero en España, este día pasa sin que nadie se entere. También es cierto que aquí hay otras tragedias que olvidar.

Pero ayer, camino de Belmonte, al escuchar una fecha que ya había olvidado, me di cuenta de lo lejos que va quedando Londres, lo lejos que están las ceremonias de estado de Inglaterra. Un poco cómo Pierre Bezukhov, quien se da cuenta de que después de la guerra y los cambios que ha vivido y visto, ya nada puede ser como antes, y, mucho menos, uno mismo.


Ya por la tarde, en un momento de reflexión, pensé en las ceremonias de estado en España. Las pocas que hay. Y en las ceremonias de religión que hay por todo el país, que son muchas. Y como en Inglaterra es al revés. Un poco como el español y el inglés.

Concluí que, quizá, para este país, el estado aún no se valora como algo positivo, y lo trascendental aún pesa más que lo tangible para los que viven aquí. No pienso que es mejor ni peor; únicamente diferente. Pero esta reflexión explica mucho el estado político de las cosas en España.

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