Hoy en primera plana salía la triste noticia del asesinato de la periodista rusa Anna Politkovskaya en Moscú. Una mujer que investigó el tipo de historias que los gobiernos tratan de callar y que en su propio país no encontraba descanso. Según reza la noticia, había dejado las compras en el coche y se metió en el edificio donde vivía pues parece ser iba a volver enseguida. Su asesino la estaba esperando en el descansillo de su edificio donde le disparó y acabó de rematar en el ascensor.
Los datos que El País da sobre su muerte son escalofriantes. Yo había leído algunos de sus artículos en Londres no hace mucho tiempo y recuerdo que pensé en aquel entonces que si ella podía escribir lo que escribía, entonces las cosas en Rusia no podrían estar tan mal. Me equivoqué. Creo que están peor.
Además de amenazar a sus vecinos continuamente, Rusia ahora da señales ( sí es que alguna vez dejó de ser el caso) de tener a su población amenazada también. Lo que es peor, Rusia es un país lo suficientemente poderoso para actuar impunemente.
Recuerdo que hace 16 años, cuando la URSS dejó de existir y el país se fraccionó en una constelación de pequeños y no tan pequeños estados independientes, la prensa occidental se dejó de preocupar de el país más grande del mundo. En EEUU y el Reino Unido, la prensa hablaba de un enemigo vencido (la URSS), de un país (Rusia) débil que de alguna manera sería una marioneta de occidente - y Yeltsin dio señales de serlo en su momento- y de alguna manera, Rusia, como potencia mundial, quedó descartada para el olvido.
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