El año pasado, mi amiga Freddie Denise Turner falleció en el mes de diciembre. Estaba en Argentina cuando me llamó y me empezó a contar cómo lo estaba pasando. Freddie tenía cáncer en el intestino y estaba muy asustada. Cuando volví a Londres empezó la carrera contra reloj que era el Master de Periodismo de El País. Exámenes en "no se sabe cuando aún". Y si apruebas, entrevistas en "tampoco lo tenemos claro todavía". No me ocupé mucho del tema de Freddie. Pensé que mejoraría.
Una vez que El País me aceptó como alumno, hablé de nuevo con Freddie y su familia. Entre Agosto y diciembre había empeorado. Freddie no quería hablar con nadie. Pero cuando yo llamé, cogió el teléfono y hablamos. Hacía cinco años que nos habíamos visto en Londres.
Cuando vino, nos reímos como en los viejos tiempos en Houston. Se quedó en casa más o menos un mes. Nos divertimos mucho y cuando se fue, sentí que algo en mi se había fortalecido un poco. Freddie era una especie de memoria hecha carne que me visitaba desde el pasado y me recordaba el cómo yo era, el cómo éramos juntos. Ella era más mayor que yo, pero éramos buenos amigos. Nos sentábamos juntos en el autobús del colegio justo detrás de la conductora, con quien nos llevábamos muy bien. Si tenía algún hueco en la memoria que estaba borrado, el juntarme con Freddie consiguió que se dibujara de nuevo.
Empecé a gestionar un viaje a Cincinnatti para visitar a Freddie, para estar con ella. Su hermana Clayton me había informado que Freddie estaba mal. La iban a operar por tercera vez pero no tenían muchas esperanzas. Freddie era fuerte. No se quería morir y estaba muy asustada.
Cuando hablé con ella le di fuerzas, pero no sabía qué hacer. Así que decidí visitarla y estar con ella el mayor tiempo posible. A la hora de comprar el billete de avión Clayton me llamó. Freddie acababa de fallecer. "Luchó pero al final se rindió; está en paz" me dijo.
Pensé ir al funeral pero, luego pensé que mejor no iba ¿Qué iba a hacer ahí? Nunca he ido a uno y tampoco sabría qué hacer. Y el desahogo emocional sería enorme para todos. Pensé que sería mejor ir a Madrid para empezar a buscar piso- mi vida estaba (y está) cambiando-. La familia de ella respetaron mi decisión.
En enero de este año, el Master de Periodismo comenzó y desde entonces hasta ahora ha sido bastante intensivo. No quiere decir esto que me he olvidado de Freddie. Pienso en ella a menudo. Pero algo pasó la semana pasada que me ha hecho pensar en ella un poco más.
Uno de esos servicios de Internet que hacen las veces de oficina cibernética me mandó un correo recordándome que el cumpleaños de Freddie sería dentro de unos días, y que cumpliría 40 años.
Me pareció curioso que la vida moderna, es tan moderna, que asegura que tu vida continúa aún a pesar de que tú ya no existas. Me pregunto desde hace unos días ¿durante cuanto tiempo seguiré recibiendo el correo que me recuerda la edad de Freddie y su cumpleaños? ¿Será para siempre? Y sus cuentas de correo electrónicas ¿seguirán abiertas para siempre?
El caso es que el eco del pasado, hoy en día, está muy presente en nuestras vidas. Quizá es un síntoma del capitalismo liberal el canibalizar nuestro pasado para entretener nuestro presente.
Esta mañana, en el vuelo de easyjet, me enteré de un nuevo producto. Se llama “Slingbox” y te permite ver a través de tu ordenador portátil la televisión de tu casa. ¡Tus programas donde tú vayas! La verdad que la posibilidad de poder ver mi televisión de Londres en Madrid me agrada bastante. Dado el estado de la televisión en España, cualquier mejora es bienvenida. Sin embargo tengo que investigarlo un poco más. De nuevo, el pasado (reciente en este caso) se acerca de nuevo para mejorar mi vida.
Una vez que El País me aceptó como alumno, hablé de nuevo con Freddie y su familia. Entre Agosto y diciembre había empeorado. Freddie no quería hablar con nadie. Pero cuando yo llamé, cogió el teléfono y hablamos. Hacía cinco años que nos habíamos visto en Londres.
Cuando vino, nos reímos como en los viejos tiempos en Houston. Se quedó en casa más o menos un mes. Nos divertimos mucho y cuando se fue, sentí que algo en mi se había fortalecido un poco. Freddie era una especie de memoria hecha carne que me visitaba desde el pasado y me recordaba el cómo yo era, el cómo éramos juntos. Ella era más mayor que yo, pero éramos buenos amigos. Nos sentábamos juntos en el autobús del colegio justo detrás de la conductora, con quien nos llevábamos muy bien. Si tenía algún hueco en la memoria que estaba borrado, el juntarme con Freddie consiguió que se dibujara de nuevo.
Empecé a gestionar un viaje a Cincinnatti para visitar a Freddie, para estar con ella. Su hermana Clayton me había informado que Freddie estaba mal. La iban a operar por tercera vez pero no tenían muchas esperanzas. Freddie era fuerte. No se quería morir y estaba muy asustada.
Cuando hablé con ella le di fuerzas, pero no sabía qué hacer. Así que decidí visitarla y estar con ella el mayor tiempo posible. A la hora de comprar el billete de avión Clayton me llamó. Freddie acababa de fallecer. "Luchó pero al final se rindió; está en paz" me dijo.
Pensé ir al funeral pero, luego pensé que mejor no iba ¿Qué iba a hacer ahí? Nunca he ido a uno y tampoco sabría qué hacer. Y el desahogo emocional sería enorme para todos. Pensé que sería mejor ir a Madrid para empezar a buscar piso- mi vida estaba (y está) cambiando-. La familia de ella respetaron mi decisión.
En enero de este año, el Master de Periodismo comenzó y desde entonces hasta ahora ha sido bastante intensivo. No quiere decir esto que me he olvidado de Freddie. Pienso en ella a menudo. Pero algo pasó la semana pasada que me ha hecho pensar en ella un poco más.
Uno de esos servicios de Internet que hacen las veces de oficina cibernética me mandó un correo recordándome que el cumpleaños de Freddie sería dentro de unos días, y que cumpliría 40 años.
Me pareció curioso que la vida moderna, es tan moderna, que asegura que tu vida continúa aún a pesar de que tú ya no existas. Me pregunto desde hace unos días ¿durante cuanto tiempo seguiré recibiendo el correo que me recuerda la edad de Freddie y su cumpleaños? ¿Será para siempre? Y sus cuentas de correo electrónicas ¿seguirán abiertas para siempre?
El caso es que el eco del pasado, hoy en día, está muy presente en nuestras vidas. Quizá es un síntoma del capitalismo liberal el canibalizar nuestro pasado para entretener nuestro presente.
Esta mañana, en el vuelo de easyjet, me enteré de un nuevo producto. Se llama “Slingbox” y te permite ver a través de tu ordenador portátil la televisión de tu casa. ¡Tus programas donde tú vayas! La verdad que la posibilidad de poder ver mi televisión de Londres en Madrid me agrada bastante. Dado el estado de la televisión en España, cualquier mejora es bienvenida. Sin embargo tengo que investigarlo un poco más. De nuevo, el pasado (reciente en este caso) se acerca de nuevo para mejorar mi vida.
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