AOG, Madrid
Extraño día ayer. Vuelta a la oficina. La verdad que lo primero que experimenté fue aquel "¿Y como era que era todo?" nada más encender el ordenador.
El ocio me había borrado todo el conocimiento previo a mi partida hace tres semanas más o menos.
Pero no hay que perder la esperanza, la rutina, tan poco sutil ella, pronto me recordó claves, usuarios y demás gajes de la profesión para poder desarrollar mi trabajo.
Por la tarde, hecho polvo, decidí irme al Diurno un rato.
Hace poco más de un mes, encontré en uno de mis muchos cuadernos de escritura un relato que está en proceso de construcción. De momento consiste de tres piezas que se unen de alguna manera. El caso es que está escrito a mano, y quería trascribirlo a máquina.
Estuve unas dos horas y media escribiendo durante las cuales me di cuenta que, de verdad no nos enteramos de mucho de lo que nos rodea.
Unas chicas que tenía casi enfrente se fueron, y vino el camarero a recoger la mesa. Me miró y me preguntó si había una chica rubia en aquella mesa.
Pensé un momento, y dije que no. No recordaba a ninguna rubia.
Resulta que se habían dejado las gafas de sol.
Unos segundos más tarde, apareció la chica, rubia, y su compañera. Se sentaron a mi lado un buen rato más.
Me pareció curioso que cambiaran de sitio pues no fueron de mejor asiento a mejor asiento.
No me había dado cuenta de ellas antes. Me sentí un poco tonto.
¿Cuantas veces en la vida nos pasa que no nos percatamos de nuestro entorno?
Seguí trascribiendo y al poco rato se sentaron a mi derecha un grupo de chicos de esos que hablan incesantemente, en voz alta, y no dicen nada en absoluto.
Para rematar la velada, un grupo hispano-italiano hizo lo mismo a la izquierda.
Menos vocífero que el primero, me percaté de la belleza de una de las chicas.
Era como una Rossy de Palma pero sin lo que hace de Rossy, Rossy. Picassiana, pero sin ángulos tángentes.
Hormigas
Al volver de vacaciones me he topado con una pequeña invasión hormiguil en la cocina.
Desde que vivo aquí, he visto alguna que otra hormiguita paseando por la cocina.
Como nunca dejo comida fuera, no duran mucho y supongo que se irán a otras cocinas vecinales mejor surtidas.
Sin embargo, esta vez en vez de una, he visto varias. No sé si el calor las ha multiplicado, o si han encontrado algo de comer. El caso es que son de pedigrís distintos. Algunas son grandes, y otras son pequeñas.
Y no, no son amigas ni son del mismo hormiguero (que a saber dónde está ubicado).
Todos hemos visto esos documentales en los que dos ejércitos hormiguiles se enfrentan en las selvas amazónicas y se descuartizan vivas.
De momento, la cocina ha adquirido la apariencia de un campo sacrosancto, y no he visto ninguna batallita insecta ni cuerpos inertes por la encimera.
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