AOG, Madrid
Hoy me topé con un libro que había sido comprado en un mercado de 2ª mano en México DF. Ocurrió esta fría mañana madrileña en la cuesta de Moyano, detrás del ministerio más bonito de Madrid, el de Agricultura, de donde había salido de dar una clase de inglés 25 minutos antes.
Hay un señor que tiene un puesto lleno de hombres mayores que revolotean alrededor de los viejos textos. Lo hacen sin mucho cuidado. Muchas veces, según me acerco, pienso que parecen gaviotas peleándose por un mendrugo de pan. La agresividad por llevarse el bocado a la boca es casi la misma.
Luego me acerco, y son educados (más o menos), pero no se hablan mucho entre sí. Van a lo que van.
No sé si son coleccionistas o lectores, o si tienen una librería propia en otro barrio madrileño y de ahí cogen los tesoros que luego revenden por más dinero. El señor del puesto no es caro con su mercancía. Al contrario.
Fui al puesto por penúltima vez hace unos 10 días. Vi un libro antiguo que se titulaba algo así como 'Fuego, Tierra, Aire, Mar'. Era un libro fotográfico publicado a principio de los años 1960 y estaba lleno de fotos de España.
Me pareció curioso pues mientras que en una página tenías una imagen de una pareja moderna, burguesa, ataviada a la última moda, y recostada sobre un descapotable italiano frente a un molino de viento manchego; en la siguiente: una procesión de Nazarenos.
O una imagen de ocho sevillanos a caballo con una chica montada atrás vestida de flamenca durante la feria de abril tomada desde un balcón.
Ya desde entonces se vislumbraba la contienda entre lo moderno y lo tradicional en el país.
Costaba 10 euros sólamente, y pensé, "lo dejo para otro día". El libro era muy pesado y yo tenía que acudir a una rueda de prensa.
Hoy, el libro ya no estaba. Y hoy aprendí por qué.
Al abrir la primera página del libro comprado en México, la leyenda rezaba su historia. El dueño lo había conseguido en un mercado de 2ª mano en el DF en 1999 y lo devolvía al mercado de 2ª mano de Madrid 10 años después, en mayo de 2009. Me encantó la dedicatoria. Hacía del libro algo especial.
Yo pensaba que era la única persona que estaba lo suficientemente atolondrada como para llevar libros de más de 4 kilos de país en país. Pero veo que no. Somos más. Al menos somos dos. Bueno, tres. Alguien llevó ese libro italiano a México en un principio hace, al menos, diez años. El libro fue publicado en los años 1960.
También había un libro de arquitectura y urbanismo, publicado en los años 1960 por tres euros. Estaba lleno de planos antiguos y mapas. Justo el tipo de libro que me gusta hojear horas y horas (es el arquitecto urbanista frustrado que llevo dentro).
Hoy me topé con un libro que había sido comprado en un mercado de 2ª mano en México DF. Ocurrió esta fría mañana madrileña en la cuesta de Moyano, detrás del ministerio más bonito de Madrid, el de Agricultura, de donde había salido de dar una clase de inglés 25 minutos antes.
Hay un señor que tiene un puesto lleno de hombres mayores que revolotean alrededor de los viejos textos. Lo hacen sin mucho cuidado. Muchas veces, según me acerco, pienso que parecen gaviotas peleándose por un mendrugo de pan. La agresividad por llevarse el bocado a la boca es casi la misma.
Luego me acerco, y son educados (más o menos), pero no se hablan mucho entre sí. Van a lo que van.
No sé si son coleccionistas o lectores, o si tienen una librería propia en otro barrio madrileño y de ahí cogen los tesoros que luego revenden por más dinero. El señor del puesto no es caro con su mercancía. Al contrario.
Fui al puesto por penúltima vez hace unos 10 días. Vi un libro antiguo que se titulaba algo así como 'Fuego, Tierra, Aire, Mar'. Era un libro fotográfico publicado a principio de los años 1960 y estaba lleno de fotos de España.
Me pareció curioso pues mientras que en una página tenías una imagen de una pareja moderna, burguesa, ataviada a la última moda, y recostada sobre un descapotable italiano frente a un molino de viento manchego; en la siguiente: una procesión de Nazarenos.
O una imagen de ocho sevillanos a caballo con una chica montada atrás vestida de flamenca durante la feria de abril tomada desde un balcón.
Ya desde entonces se vislumbraba la contienda entre lo moderno y lo tradicional en el país.
Costaba 10 euros sólamente, y pensé, "lo dejo para otro día"
Hoy, el libro ya no estaba. Y hoy aprendí por qué.
Al abrir la primera página del libro comprado en México, la leyenda rezaba su historia. El dueño lo había conseguido en un mercado de 2ª mano en el DF en 1999 y lo devolvía al mercado de 2ª mano de Madrid 10 años después, en mayo de 2009. Me encantó la dedicatoria. Hacía del libro algo especial.
Yo pensaba que era la única persona que estaba lo suficientemente atolondrada como para llevar libros de más de 4 kilos de país en país. Pero veo que no. Somos más. Al menos somos dos. Bueno, tres. Alguien llevó ese libro italiano a México en un principio hace, al menos, diez años. El libro fue publicado en los años 1960.
También había un libro de arquitectura y urbanismo, publicado en los años 1960 por tres euros. Estaba lleno de planos antiguos y mapas. Justo el tipo de libro que me gusta hojear horas y horas (es el arquitecto urbanista frustrado que llevo dentro).
Me ausenté del puesto. En mi ausencia cási compro un libro de relatos de Mario Vargas Llosa publicado en los 1970; por partida doble, 'Los cachorros; Los jefes'. Me gustaba su portada setentera, con esos colores 'post-psicodelia', 'pre-no-se-sabe-bien-qué'.
Pero tenía mucho polvo, y al pasar las páginas, me daba tirizia al tacto. Y no. Tengo alergia al polvo.
Pero tenía mucho polvo, y al pasar las páginas, me daba tirizia al tacto. Y no. Tengo alergia al polvo.
Volví por mi libro. No habrían pasado ni siete minutos. ¡El libro no estaba!
Me sorprendía que no estuviese, y como un tonto, hice lo que se hace cuando uno cree que las cosas están pero no las ve. Fui viendo los lomos de cada libro, uno por uno. Y por todo el puesto. Y envuelto en ansiedad y angustia por haber sido tan tonto.
Navegué entre los brazos de los demás hombres, buzeando entre sus manos, y espiando entre los huecos que me dejaban entrever algún título, alguna pista, quizá alguna portada.
Pero no hubo suerte. Alguien más listo que yo se lo había llevado. Es decir, lo había comprado. Di un paso atrás y es entonces cuando vi que los compradores íban apilando bajo el puesto los libros que elegían. Y entendí que, ante ellos, soy un simple amateur.
Me cambié de puesto, y di con el libro de México. Que en verdad era italiano. Y que tuve que dejar en su sitio muy a pesar mio.
Vivo en un piso tan pequeño que no caben ni las ideas. Muchas veces las tengo que dejar fuera. Otras, soy yo el que se larga a la calle para que quepan.
Y si no caben las ideas, mucho menos los libros. Y yo tengo muchos. Aunque creo que no tengo suficientes, hay quien me dice que tengo demasiados. Y esto, simplemente, no es cierto. Se pueden tener demasiados gastos, demasiadas penas, demasiados aires. Pero no se pueden tener demasiados libros.
Al menos yo pienso así, aunque entiendo que hay libros que sobran. Libros que acabaron en tus manos de alguna manera, pero que el intelecto rechaza por alguna razón; o que el corazón no quiere nada con ellos.
Estos, en Londres, solía regalarlos a la beneficiencia. O al algún amigo. Un par de veces hice una cena literaria donde puse en una mesa los libros que no quería tener más. Invité a un par de amigos, y los libros desaparecieron.
Aquí en Madrid he encontrado bolsas con libros antiguos en la calle un par de veces. Tras revisarlas, me llevo el botín a casa.
Unos días más tarde, devuelvo al mundo los que creo que no caben en mi vida, dejándolos en la entrada del edificio donde vivo. En un par de días, los libros desaparecen a otras manos, otros mundos.
En Londres he dejado unas 20 cajas llenas de libros en casa de mi hermana. Y hay otras siete u ocho en mi propia casa. No las puedo traer a España aún.
Mi madre siempre nos decía de pequeños que su herencia, su única herencia, serían los libros.
Curiosamente, lo heredado, como si de una cuenta bancaria se tratase, no ha dejado nunca de crecer y con interés. Y con "interés".
Y aunque me dolió mucho, tuve que dejar el libro recopilatorio de la publicidad en Italia, 1962-1963 atrás.
Y no creo que me vaya a arrepentir porque arrepentido...ya lo estoy.
Me sorprendía que no estuviese, y como un tonto, hice lo que se hace cuando uno cree que las cosas están pero no las ve. Fui viendo los lomos de cada libro, uno por uno. Y por todo el puesto. Y envuelto en ansiedad y angustia por haber sido tan tonto.
Navegué entre los brazos de los demás hombres, buzeando entre sus manos, y espiando entre los huecos que me dejaban entrever algún título, alguna pista, quizá alguna portada.
Pero no hubo suerte. Alguien más listo que yo se lo había llevado. Es decir, lo había comprado. Di un paso atrás y es entonces cuando vi que los compradores íban apilando bajo el puesto los libros que elegían. Y entendí que, ante ellos, soy un simple amateur.
Me cambié de puesto, y di con el libro de México. Que en verdad era italiano. Y que tuve que dejar en su sitio muy a pesar mio.
Vivo en un piso tan pequeño que no caben ni las ideas. Muchas veces las tengo que dejar fuera. Otras, soy yo el que se larga a la calle para que quepan.
Y si no caben las ideas, mucho menos los libros. Y yo tengo muchos. Aunque creo que no tengo suficientes, hay quien me dice que tengo demasiados. Y esto, simplemente, no es cierto. Se pueden tener demasiados gastos, demasiadas penas, demasiados aires. Pero no se pueden tener demasiados libros.
Al menos yo pienso así, aunque entiendo que hay libros que sobran. Libros que acabaron en tus manos de alguna manera, pero que el intelecto rechaza por alguna razón; o que el corazón no quiere nada con ellos.
Estos, en Londres, solía regalarlos a la beneficiencia. O al algún amigo. Un par de veces hice una cena literaria donde puse en una mesa los libros que no quería tener más. Invité a un par de amigos, y los libros desaparecieron.
Aquí en Madrid he encontrado bolsas con libros antiguos en la calle un par de veces. Tras revisarlas, me llevo el botín a casa.
Unos días más tarde, devuelvo al mundo los que creo que no caben en mi vida, dejándolos en la entrada del edificio donde vivo. En un par de días, los libros desaparecen a otras manos, otros mundos.
En Londres he dejado unas 20 cajas llenas de libros en casa de mi hermana. Y hay otras siete u ocho en mi propia casa. No las puedo traer a España aún.
Mi madre siempre nos decía de pequeños que su herencia, su única herencia, serían los libros.
Curiosamente, lo heredado, como si de una cuenta bancaria se tratase, no ha dejado nunca de crecer y con interés. Y con "interés".
Y aunque me dolió mucho, tuve que dejar el libro recopilatorio de la publicidad en Italia, 1962-1963 atrás.
Y no creo que me vaya a arrepentir porque arrepentido...ya lo estoy.
2 comentarios:
y como esto viene de libros ...estoy leyendo de italo calvino "los amores peligros" que es recopilación de cuentos.Hay uno que se llama "aventuras de un lector".No tiene que ver precisamente con tu historia pero si "con la indecisión" de un hombre lector que en la playa tiene que optar por una novela que le apasiona y una mujer;
Saludos
Silvi
¡No la conozco pero me has picado la curiosidad!
gracias Silvi!
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