AOG, Madrid
Ayer tuve la suerte de tener el tiempo suficiente como para tomar un café con alguien de Oriente Medio. No puedo decir que fue con un amigo, ya que es amigo de un amigo y lo conocí 24 horas antes. Nunca me ha gustado decir que los recién conocidos son amigos míos. Tampoco es un conocido. Lo será con el tiempo, y si lo vuelvo a ver, cosa que no sé si ocurrirá.
Entonces, no sé cómo calificarlo. Diré solamente que es amigo de un amigo. El chico en cuestión es de Kuwait.
Tuve la suerte de tomar algo con él porque me permitió preguntarle cosas acerca de esa parte tan atormentada del planeta –aunque a decir verdad, Kuwait es, de todos los infiernos de Oriente Medio, uno de los que menos llamas tienen-.
Quise saber de su vida, su trabajo, la vida en esa parte del mundo.
Me pareció curioso el como él, al igual que suele ocurrir con las personas árabes que he conocido que siempre dicen el cómo se parecen a Occidente, concurrió con las demás experiencias que he tenido y me repitió lo mucho que se parece Kuwait City al barrio de Chueca, y a Madrid.
“Tenemos cafeterías, así”, dijo, moviendo la mano para abarcar la planta del local. Esto ya le he escuchado de otras personas de origen árabe respecto a sus países.
Como nunca he estado por esa parte del mundo, nunca sé si lo que dicen es así, aunque las fotos que he visto siempre me dicen que no. Que Oriente Medio no se parece a Occidente. Ni de lejos. Pero él insistió.
Me contó como era su vida, sus amigos, su familia. Todo lo que me contaba iba precedido o seguido de un solemne “cómo aquí”. Bueno no todo.
“Me encanta España. Es un país muy seguro”, me dijo.
Me pareció curioso que dijera esto ya que España no es de los países más seguros del mundo. Cierto, no es Colombia ni Brasil, pero en España, por desgracia, tenemos muchas personas que profesan demasiado amor por lo ajeno.
Inclusive lo profesan cuando llevas lo ajeno en tu persona y ellos quieren amarlo más de cerca.
Hace un par de años hablaba con un compañero de clase acerca de la seguridad en España. Él había leído un artículo que decía que en las guías japonesas ponía que España era un país peligroso. Toda la clase estaba asombrada. Toda, menos yo.
“Bueno, es que España es un país peligroso”, dije.
Tuvimos una de nuestras habituales discusiones en las que me suelo enfrentar a un grupo de personas que nunca antes habían sido refutadas en algún punto en particular.
Les pareció muy curioso que los japoneses pensaran que España era un país peligroso y que yo estuviera de acuerdo.
Supongo que cada quien se acostumbra a lo que vive, y normaliza cualquier aspecto anormal de su entorno.
Lo mismo pasa con los comentarios machistas. La gente ( y no sólo los hombres sino que muchas veces también las mujeres) cree que son normales. Piensan que decirle a una compañera en el trabajo que tiene un buen culo es normal. Y no lo es. Es una falta de respeto.
Pero volviendo al kuwaití.
Según me contaba, trabaja para algunos de los negocios de sus padres, que son, dijo él, gente normal, humilde, y con poca educación.
“Tienen varios negocios. Yo trabajo en el de importación de refracciones de automóvil.”
“¿Y viajas mucho?”
“Sí, me permite viajar, y me gusta.”
Con el tiempo, empezamos a hablar de la vida gay en Oriente Medio. En principio, no existe.
"Es todo privado. No hay nada público."
Y nadie bebe alcohol, pero todo el mundo tiene alcohol en casa. Le dije que en Occidente eso que me contaba era la idea que se tiene, más o menos, de el mundo árabe en general.
El puntualizó que Kuwait es distinto.
"Somos un país normal, con una constitución, un parlamento, con mujeres en el parlamento, con leyes. Todo como aquí."
“Pero no puedes ser gay.”
“No, pero eso es algo personal. Claro que se puede, de hecho muchos lo son.”
“Supongo que muchos que lo son estarán casados.”
“Bueno claro, como aquí. Muchos se casan porque lo dice el Islam.”
Cuando mencioné el trato a las mujeres, no sé si no me entendía lo que decía, o no quería opinar al respecto. Es dificil interpretar una sonrisa silenciosa y semi penosa.
Le comenté que siempre he leído el trato deparado a las personas homosexuales en los países islámicos: Irán, Irak, Egipto, Arabia Saudí. "Sí...bueno, pero en Kuwait no es así", me decía una y otra vez. Era una apología de lo más extraño. Como si con él no fuera la cosa.
También le conté de un par de amigos que viven en Dubai que nos contaron que cuando la policía arresta a homosexuales, les inyecta hormonas masculinas en la cárcel si no son occidentales.
Esta vez, su silencio se convirtió casi en una negación. "Eso no puede ser así. No en Dubai." Podría ser incredulidad, aunque definitivamente era asombro sobre todo.
Más adelante le pregunté acerca de su vida personal.
“¿Vives solo o con tu familia?”
“Vivo sólo pero con mi familia.”
Esta respuesta, confieso, no la entendí del todo. Aunque este chico hablaba inglés bastante bien, quizá se escudaba un poco en el sintaxis. O se escondía de él.
No quise dejarle en evidencia y continué la conversación.
“¿Tienes pareja?”
“¿Qué quieres decir? ¿Un amante?”
“No, pareja. Un novio.”
“No. Tengo amantes, como aquí. Ya no tengo novios. He sufrido mucho.”
Precisamente ahí sí que empezó ahí a parecerse a aquí. A pesar del sintaxis.
“¿Y saben que eres gay?”
“No, claro que no.”
“¿Y eso?”
“Como te dije, son gente sin mucha educación, no lo entenderían.”
Siempre me parece curioso que la gente piensa por los demás. La gente sin mucha educación, a veces, nos sorprende. Quizá por que lo que les falta en educación, les sobra en humanidad.
“¿No te preguntan que por qué no te has casado?”
“Antes, mi padre me lo preguntaba, pero mi madre le decía que dejara de preguntarme. Que era mi vida y que podía hacer con ella lo que quisiese mientras que fuera feliz.”
“Entonces, tu madre lo sabe.”
“Todas las madres lo saben de alguna manera, pero es una de esas cosas de las que no se habla. Está ahí, pero nadie habla de ella.”
Y en ese momento, por primera vez en la noche, algo de allá era como lo de aquí.
Ayer tuve la suerte de tener el tiempo suficiente como para tomar un café con alguien de Oriente Medio. No puedo decir que fue con un amigo, ya que es amigo de un amigo y lo conocí 24 horas antes. Nunca me ha gustado decir que los recién conocidos son amigos míos. Tampoco es un conocido. Lo será con el tiempo, y si lo vuelvo a ver, cosa que no sé si ocurrirá.
Entonces, no sé cómo calificarlo. Diré solamente que es amigo de un amigo. El chico en cuestión es de Kuwait.
Tuve la suerte de tomar algo con él porque me permitió preguntarle cosas acerca de esa parte tan atormentada del planeta –aunque a decir verdad, Kuwait es, de todos los infiernos de Oriente Medio, uno de los que menos llamas tienen-.
Quise saber de su vida, su trabajo, la vida en esa parte del mundo.
Me pareció curioso el como él, al igual que suele ocurrir con las personas árabes que he conocido que siempre dicen el cómo se parecen a Occidente, concurrió con las demás experiencias que he tenido y me repitió lo mucho que se parece Kuwait City al barrio de Chueca, y a Madrid.
“Tenemos cafeterías, así”, dijo, moviendo la mano para abarcar la planta del local. Esto ya le he escuchado de otras personas de origen árabe respecto a sus países.
Como nunca he estado por esa parte del mundo, nunca sé si lo que dicen es así, aunque las fotos que he visto siempre me dicen que no. Que Oriente Medio no se parece a Occidente. Ni de lejos. Pero él insistió.
Me contó como era su vida, sus amigos, su familia. Todo lo que me contaba iba precedido o seguido de un solemne “cómo aquí”. Bueno no todo.
“Me encanta España. Es un país muy seguro”, me dijo.
Me pareció curioso que dijera esto ya que España no es de los países más seguros del mundo. Cierto, no es Colombia ni Brasil, pero en España, por desgracia, tenemos muchas personas que profesan demasiado amor por lo ajeno.
Inclusive lo profesan cuando llevas lo ajeno en tu persona y ellos quieren amarlo más de cerca.
Hace un par de años hablaba con un compañero de clase acerca de la seguridad en España. Él había leído un artículo que decía que en las guías japonesas ponía que España era un país peligroso. Toda la clase estaba asombrada. Toda, menos yo.
“Bueno, es que España es un país peligroso”, dije.
Tuvimos una de nuestras habituales discusiones en las que me suelo enfrentar a un grupo de personas que nunca antes habían sido refutadas en algún punto en particular.
Les pareció muy curioso que los japoneses pensaran que España era un país peligroso y que yo estuviera de acuerdo.
Supongo que cada quien se acostumbra a lo que vive, y normaliza cualquier aspecto anormal de su entorno.
Lo mismo pasa con los comentarios machistas. La gente ( y no sólo los hombres sino que muchas veces también las mujeres) cree que son normales. Piensan que decirle a una compañera en el trabajo que tiene un buen culo es normal. Y no lo es. Es una falta de respeto.
Pero volviendo al kuwaití.
Según me contaba, trabaja para algunos de los negocios de sus padres, que son, dijo él, gente normal, humilde, y con poca educación.
“Tienen varios negocios. Yo trabajo en el de importación de refracciones de automóvil.”
“¿Y viajas mucho?”
“Sí, me permite viajar, y me gusta.”
Con el tiempo, empezamos a hablar de la vida gay en Oriente Medio. En principio, no existe.
"Es todo privado. No hay nada público."
Y nadie bebe alcohol, pero todo el mundo tiene alcohol en casa. Le dije que en Occidente eso que me contaba era la idea que se tiene, más o menos, de el mundo árabe en general.
El puntualizó que Kuwait es distinto.
"Somos un país normal, con una constitución, un parlamento, con mujeres en el parlamento, con leyes. Todo como aquí."
“Pero no puedes ser gay.”
“No, pero eso es algo personal. Claro que se puede, de hecho muchos lo son.”
“Supongo que muchos que lo son estarán casados.”
“Bueno claro, como aquí. Muchos se casan porque lo dice el Islam.”
Cuando mencioné el trato a las mujeres, no sé si no me entendía lo que decía, o no quería opinar al respecto. Es dificil interpretar una sonrisa silenciosa y semi penosa.
Le comenté que siempre he leído el trato deparado a las personas homosexuales en los países islámicos: Irán, Irak, Egipto, Arabia Saudí. "Sí...bueno, pero en Kuwait no es así", me decía una y otra vez. Era una apología de lo más extraño. Como si con él no fuera la cosa.
También le conté de un par de amigos que viven en Dubai que nos contaron que cuando la policía arresta a homosexuales, les inyecta hormonas masculinas en la cárcel si no son occidentales.
Esta vez, su silencio se convirtió casi en una negación. "Eso no puede ser así. No en Dubai." Podría ser incredulidad, aunque definitivamente era asombro sobre todo.
Más adelante le pregunté acerca de su vida personal.
“¿Vives solo o con tu familia?”
“Vivo sólo pero con mi familia.”
Esta respuesta, confieso, no la entendí del todo. Aunque este chico hablaba inglés bastante bien, quizá se escudaba un poco en el sintaxis. O se escondía de él.
No quise dejarle en evidencia y continué la conversación.
“¿Tienes pareja?”
“¿Qué quieres decir? ¿Un amante?”
“No, pareja. Un novio.”
“No. Tengo amantes, como aquí. Ya no tengo novios. He sufrido mucho.”
Precisamente ahí sí que empezó ahí a parecerse a aquí. A pesar del sintaxis.
“¿Y saben que eres gay?”
“No, claro que no.”
“¿Y eso?”
“Como te dije, son gente sin mucha educación, no lo entenderían.”
Siempre me parece curioso que la gente piensa por los demás. La gente sin mucha educación, a veces, nos sorprende. Quizá por que lo que les falta en educación, les sobra en humanidad.
“¿No te preguntan que por qué no te has casado?”
“Antes, mi padre me lo preguntaba, pero mi madre le decía que dejara de preguntarme. Que era mi vida y que podía hacer con ella lo que quisiese mientras que fuera feliz.”
“Entonces, tu madre lo sabe.”
“Todas las madres lo saben de alguna manera, pero es una de esas cosas de las que no se habla. Está ahí, pero nadie habla de ella.”
Y en ese momento, por primera vez en la noche, algo de allá era como lo de aquí.
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