AOG, Madrid
Hace un par de días quedé con una buena amiga a tomar un café. A lo largo de la tarde, entre sorbo y sorbo, me contó de su viaje a Japón enseñándome algunas de las fotos que había tomado.
Lo que más me emocionó fue ver las fotos de su familia; es un lujo el poder ser testigo (aunque bastante voyeur) de la intimidad familiar.
Mi amiga no nació en Japón, si no en México, aunque es de origen japonés.
Las fotos mostraban los rostros en los que ella se ve reflejada. Su abuela, una señora de apariencia humilde y seria. Chiquitita, pequeñita, y muy muy viejita.
Sus primos, tíos, familiares.
Sus padres, que hacía años no iban a Japón (su madre, me parece, no iba desde hace unos 30 años).
Fue muy interesante fue el ver como ella, al igual que yo y todos los que tenemos un pasado no ligado a una sola cultura, subyugaba una de sus culturas a otra de ellas.
Algo parecido noto en el escritor Javier Marías que, por alguna razón, impone todo lo que sea “anglo” a aquello que sea “hispano”.
Mi amiga, quizá sin saberlo, se enorgullecía de Japón y dejaba un poco de lado, aunque sin malicia alguna, a México - origen de su otra mitad cultural-.
De alguna manera, uno de los dos países, una de las dos culturas, es mejor que la otra.
Mi amiga también me comentó que su madre, al no haber estado en tanto tiempo en el país, se fue muy contenta, asegurando que la raza había mejorado.
Es decir, la gente la veía más guapa, más sana, más todo. Mi amiga decía algo parecido.
Para ella, el país había perdido sus complejos anteriores. Ahora la gente estaba más orgullosa de ser japonesa, de su cultura y logros.
Le dije que, a mi ver, los mexicanos también están orgullosos de ser mexicanos y de su cultura. De sus logros. Mi amiga me miró como si fuese un marciano. En su opinión, no era así. Una vez más la subrogación cultural.
Le dije que bueno, que una vez eliminado el complejo de inferioridad....los mexicanos sí estaban orgullosos.
Y ahí empezó una nueva conversación respecto a los complejos de inferioridad -algo que ambas culturas tenían en común-.
Pero no son las únicas. Esto pasa en España también.
Los absolutos
Desde que vivo en España, me he topado una y otra vez con la costumbre de querer saber qué, o cual, es el/la mejor de algo.
Cuando unos amigos van a visitar Londres, me piden que les diga "cual es el mejor restaurante", "la mejor tienda de zapatos", "el mejor hotel", el o la "mejor" lo que sea.
Sin embargo, cuando algún amigo británico viene a España, me suelen decir si les puedo recomendar algunos restaurantes, si les puedo dar el nombre de algunas tiendas de zapatos, de algunos hoteles. Algunos.
Buscan elegir de entre los muchos, y la idea de imponerles mi criterio y decirles lo que es "el mejor" es anatema para ellos; para su cultura.
Por mi parte, siempre he dicho que lo mejor, no existe.
Es obvio que mientras que en España la gente piensa en absolutos, en Reino Unido y EEUU lo suelen hacer en fracciones. Es decir, nadie piensa que lo mejor de algo pueda existir.
El miedo a los absolutos es, sin duda, una de las cosas que el mundo "anglo" no comparte con el "hispano". O al menos hasta cierto punto.
A veces pienso que en España, o en la cultura hispana, no nos gusta esforzarnos mucho y que, ante muchas posibilidades, es mejor que nos digan la mejor, y dar el asunto por finiquitado.
Por desgracia, esto conlleva el subyugarse al criterio de los demás, y censura el nuestro, aunque sea por voluntad propia. Creo que es mejor pensar por nosotros mismos.
Año nuevo, sol nuevo
Aparte de la subyugación cultural y las mejores y peores cosas del mundo, sí me quedé con un momento de belleza prestado y que quisiera compartir.
Resulta que en Japón, según mi amiga y sus fotos, es costumbre el uno de enero, el ir a la playa para ver el primer amanecer del año. El primer rayo de luz solar.
Mi amiga me mostró las fotos del evento y algunas eran impresionantes. Primero que nada porque para los que no somos japoneses y no vivimos por ahí, cualquier imagen del Japón es de interés.
Las imágenes de varios japoneses, envueltos en bufandas y abrigos, muchos con sus perros, paseando en la playa por la temprana mañana, eran cautivantes. Insólitas. Y muy bellas.
Es curioso que el país nos vende parte de su cultura –todos conocemos la moda japonesa (Kenzo), los coches (Toyota, Honda, Mitsubishi), los aparatos electrodomésticos (Walkman), los instrumentos musicales (los teclados de Yamaha), las empresas multinacionales (Sony) &c.-, pero no suele enseñarnos su cara.
De hecho, para muchos, la primera vez en mucho tiempo que en occidente vimos como es más o menos el país del sol naciente fue en la película “Lost in Translation”.
Las imágenes de Tokio nos impresionaron a más de uno.
Recuerdo que cuando la fui a ver en Londres, todos mis amigos y yo pensábamos lo mismo. Estábamos impresionados. Tokio era como Nueva York, pero más grande. Más urbanita. Más todo.
Mi amiga también me contó la costumbre, esta quizá sólo en el pueblo de su padre, y no necesariamente de todo Japón, de coger un poco de arena para esparcirla en la casa a lo largo del año.
Trae suerte.
Me gustó mucho la idea. Siempre he sido fan de las supersticiones y leyendas familiares de todo el mundo.
Esta se quedará conmigo durante mucho tiempo.
Hace un par de días quedé con una buena amiga a tomar un café. A lo largo de la tarde, entre sorbo y sorbo, me contó de su viaje a Japón enseñándome algunas de las fotos que había tomado.
Lo que más me emocionó fue ver las fotos de su familia; es un lujo el poder ser testigo (aunque bastante voyeur) de la intimidad familiar.
Mi amiga no nació en Japón, si no en México, aunque es de origen japonés.
Las fotos mostraban los rostros en los que ella se ve reflejada. Su abuela, una señora de apariencia humilde y seria. Chiquitita, pequeñita, y muy muy viejita.
Sus primos, tíos, familiares.
Sus padres, que hacía años no iban a Japón (su madre, me parece, no iba desde hace unos 30 años).
Fue muy interesante fue el ver como ella, al igual que yo y todos los que tenemos un pasado no ligado a una sola cultura, subyugaba una de sus culturas a otra de ellas.
Algo parecido noto en el escritor Javier Marías que, por alguna razón, impone todo lo que sea “anglo” a aquello que sea “hispano”.
Mi amiga, quizá sin saberlo, se enorgullecía de Japón y dejaba un poco de lado, aunque sin malicia alguna, a México - origen de su otra mitad cultural-.
De alguna manera, uno de los dos países, una de las dos culturas, es mejor que la otra.
Mi amiga también me comentó que su madre, al no haber estado en tanto tiempo en el país, se fue muy contenta, asegurando que la raza había mejorado.
Es decir, la gente la veía más guapa, más sana, más todo. Mi amiga decía algo parecido.
Para ella, el país había perdido sus complejos anteriores. Ahora la gente estaba más orgullosa de ser japonesa, de su cultura y logros.
Le dije que, a mi ver, los mexicanos también están orgullosos de ser mexicanos y de su cultura. De sus logros. Mi amiga me miró como si fuese un marciano. En su opinión, no era así. Una vez más la subrogación cultural.
Le dije que bueno, que una vez eliminado el complejo de inferioridad....los mexicanos sí estaban orgullosos.
Y ahí empezó una nueva conversación respecto a los complejos de inferioridad -algo que ambas culturas tenían en común-.
Pero no son las únicas. Esto pasa en España también.
Los absolutos
Desde que vivo en España, me he topado una y otra vez con la costumbre de querer saber qué, o cual, es el/la mejor de algo.
Cuando unos amigos van a visitar Londres, me piden que les diga "cual es el mejor restaurante", "la mejor tienda de zapatos", "el mejor hotel", el o la "mejor" lo que sea.
Sin embargo, cuando algún amigo británico viene a España, me suelen decir si les puedo recomendar algunos restaurantes, si les puedo dar el nombre de algunas tiendas de zapatos, de algunos hoteles. Algunos.
Buscan elegir de entre los muchos, y la idea de imponerles mi criterio y decirles lo que es "el mejor" es anatema para ellos; para su cultura.
Por mi parte, siempre he dicho que lo mejor, no existe.
Es obvio que mientras que en España la gente piensa en absolutos, en Reino Unido y EEUU lo suelen hacer en fracciones. Es decir, nadie piensa que lo mejor de algo pueda existir.
El miedo a los absolutos es, sin duda, una de las cosas que el mundo "anglo" no comparte con el "hispano". O al menos hasta cierto punto.
A veces pienso que en España, o en la cultura hispana, no nos gusta esforzarnos mucho y que, ante muchas posibilidades, es mejor que nos digan la mejor, y dar el asunto por finiquitado.
Por desgracia, esto conlleva el subyugarse al criterio de los demás, y censura el nuestro, aunque sea por voluntad propia. Creo que es mejor pensar por nosotros mismos.
Año nuevo, sol nuevo
Aparte de la subyugación cultural y las mejores y peores cosas del mundo, sí me quedé con un momento de belleza prestado y que quisiera compartir.
Resulta que en Japón, según mi amiga y sus fotos, es costumbre el uno de enero, el ir a la playa para ver el primer amanecer del año. El primer rayo de luz solar.
Mi amiga me mostró las fotos del evento y algunas eran impresionantes. Primero que nada porque para los que no somos japoneses y no vivimos por ahí, cualquier imagen del Japón es de interés.
Las imágenes de varios japoneses, envueltos en bufandas y abrigos, muchos con sus perros, paseando en la playa por la temprana mañana, eran cautivantes. Insólitas. Y muy bellas.
Es curioso que el país nos vende parte de su cultura –todos conocemos la moda japonesa (Kenzo), los coches (Toyota, Honda, Mitsubishi), los aparatos electrodomésticos (Walkman), los instrumentos musicales (los teclados de Yamaha), las empresas multinacionales (Sony) &c.-, pero no suele enseñarnos su cara.
De hecho, para muchos, la primera vez en mucho tiempo que en occidente vimos como es más o menos el país del sol naciente fue en la película “Lost in Translation”.
Las imágenes de Tokio nos impresionaron a más de uno.
Recuerdo que cuando la fui a ver en Londres, todos mis amigos y yo pensábamos lo mismo. Estábamos impresionados. Tokio era como Nueva York, pero más grande. Más urbanita. Más todo.
Mi amiga también me contó la costumbre, esta quizá sólo en el pueblo de su padre, y no necesariamente de todo Japón, de coger un poco de arena para esparcirla en la casa a lo largo del año.
Trae suerte.
Me gustó mucho la idea. Siempre he sido fan de las supersticiones y leyendas familiares de todo el mundo.
Esta se quedará conmigo durante mucho tiempo.
16 comentarios:
No conozco Tokio. Amo a México. Y cada cual arrastra veintisiete culturas por lo menos.
Buena propuesta de reflexión. El concepto"absoluto" en el mundo anglo y en el hispano...¿Existe esa diferencia que mencionas?... Para pensar...
El mundo nipón tan lejano y, para mi, tan interesante,es otra más de las conocidas-desconocidas cosas de este mundo. Solo sabemos de lo que nos muestran por encima. Queda mucho oculto y mucho más para aprender de una cultura milenaria y muy rica en tradiciones.
Volveré a leert.
Un saludo.
En México, suele ser complicado expresar un sentimiento patriota, ese orgullo del que usted habla. No es fácil quitarse de encima tantos siglos de colonialismo español, ni mucho menos estos tiempos donde el imperio yanqui, termina por marginar a este pueblo.
Pero no creo, de niguna manera, que exista un mexicano capáz de renegar de esta tierra. No, no hay manera.
Un abrazo tequilero.
José, estoy completamente de acuerdo con su punto de vista. Y también amo a México.
Un saludo
Max E.G.B., gracias por tu comentario. Yo hablo desde mi perspectiva, y en ella sí existe esta diferencia.
O al menos yo la veo (mejor no entrar en si las cosas existen independientemente de que las veamos o no).
Creo que tanto con Japón, como con todo, sólo vemos lo que está por encima. Es casi imposible conocer algo a fondo; empezando por nosotros mismos. ¿No?
Pasaté cuando quieras, siempre serás bienvenido.
Un saludo
GatoPardo, es cierto que es dificil, pero no imposible.
Yo siempre he pensado que el día que México, en vez de tratar de quitarse el colonialismo de encima, lo acepte como parte de su legado cultural y como ingrediente sine qua non de su código ADN (en cualquiera de sus acepciones: tanto social, como cultural, &c.), se sentirá mejor consigo mismo y avanzará como país.
Hasta nuevo aviso, o hasta que el país sea invadido por una cultura y civilización alienígenas, México será siempre la fusión de varias culturas, dispares entre sí, pero mayoritariamente las prehispánicas, y la hispánica (o sea, no solo la española, sino la castellana, la vasca, la catalana, la extremeña, etc etc etc.).
Y no olvidemos la influencia francesa del XIX.
Pero ahí recae su fuerza y singularidad.
México, sin alguno de estos elementos, no sería México, sería otra cosa.
Y a mi, personalmente, me gusta tal y como es. Con todo y todo.
Un abrazo pseudo-chilango
Qué entrada tan rica...
Rica en contenidos y rica de leer.
Me dejas pensando muchas cosas, Ynot.
Siempre he comentado que mi familia es de Mil Orillas, de allí justamente, el nombre del blog.
En la medida en que la familia crece, las orillas lejos de contraerse, se expanden.
Sería muy largo de contar.
Mi hijo, en su haber, tiene cuatro orillas.
Chinas, venezolanas, peruanas y españolas.
Nunca ha escogido ninguna.
Se siente español.
Yo me sentía española en Venzuela y acá me siento caribeña.
Es curioso lo de tu amiga.
Les sucede a mis primos.
Creo que prefieren la parte alemana a la española.
¿tendrá que ver con la lengua materna?
¿con el querer diferenciarse del resto?
Creo que le daré vueltas a esto muchos días.
Gracias por pasarte, por leer y por comentar.
He reabierto el blog.
Un abrazo.
Me parece interesantísima la reflexión que planteas.Bueno en realidad son varias.
Me has hecho pensar; y las personas que conozco que tienen más de un origen o cultura , es cierto que siempre dan prevalencia a una de ellas, incluso a veces llegan a un cierto desdén con la otra.
En lo de lo absoluto, tambien estoy de acuerdo , si directamente te indican " lo mejor", para que pensar, pero la preguna es ¿lo mejor para quien?
Gracias por compartir Ynot.Un saludo.
Lena, gracias por tus comentarios. Respondo a algunos de ellos en tu blog.
Y gracias por reabrir tu orilla. Pasearé por ella con frecuencia.
Un saludo.
ALEX B., gracias por tus comentarios. Me alegro de que te haya gustado el post, y de que te haya hecho reflexionar.
La subyugación cultural es algo que siempre he hecho, y supongo que haré siempre.
Aunque sea inconscientemente. Todavía no ha alcanzado un nivel muy alto de "iluminación" al respecto.
Un saludo
Miren ,si quieren tomar clases de "orgullo", lo que se dice "orgullo", se me vienen una semanita a Buenos Aires y van a ver como aprenden rapidito...ja, ja!
Nosotros somos los inventores del dulce de leche y del alambre de Püa.Gardel, Maradona, Mercedes Sosa, Borges y el che son nuestros.Bailamos y cantamos el tango mejor que nadie.
Y nadie nos supera en los asados domingueros.
Y también somos primeros en cuanto quilombo y escandalo alla.Inventores del corralito financiero (nos adelantamos al ecatombre mundial.)
Pedimos prestamos y que lo pague Dios "Por que Dios es Argentino"
Si ustedes pueden superar lo escrito... entonces señores pueden sentirse ORGULLOSOS!
Con cariño
Silvi
desde Buenos Aires.
Me ha gustado mucho esta reflexión sobre nuestra forma de ser.
Creo que has estado muy acertado.
Saludos.
Silvi:Gracias por la reflexión. Como dicen en España, "en todos sitios cuecen habas".
Un saludo
TORO SALVAJE, gracias por tu comentario. Y la aprobación.
Un saludo
Creo que no existe una cultura que no sea de alguna forma enriquecedora, naturalmente, eliminando de algunas muchas, todo aquello que atenta contra los derechos humanos y la misma vida. Todo pueblo, al margen de la política, tiene motivos sobrados para estar orgullosos de lo que son.
Desde luego la valía cultural y el orgullo de ser lo que eres, esta al margen del poder económico o político o incluso su progreso. Para mi es muy triste pensar que se clasifica a los pueblos y sus culturas como se hace dentro de la sociedad con los seres humanos.
Esto me recuerda el cuento de la camisa del hombre feliz, un cuento que mi madre me contaba cuando era niña y de el, en este caso no me quedo con el mensaje que ella me quería transmitir, que no es otro, que saber que no es mas feliz el que mas tiene, más bien el que menos necesita. El hombre feliz no tenía camisa y era feliz por su crecimiento interior a nivel humano, consiguiendo paz consigo mismo de tal forma que la proyectaba hacia los demás. Eso equiparado a un país, a una cultura es lo mas importante....
Besos, Antoñi
Antoñi, lo que has escrito, "no es mas feliz el que mas tiene, más bien el que menos necesita", me recuerda mucho a algunos de los versos que he leído relacionados con el Sufismo y también con el Hinduismo.
Es obvio que el concepto no es muy occidental, ya que en occidente pasamos mucho de él. Siempre nos eseñan que el tener más es la felicidad.
¿Quizá con la edad llegamos a la conclusión de que podemos ser felices al necesitar menos?
Gracias por tu aportación,
Un saludo
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