AOG, Madrid
He cambiado de grupo en el curso de escritura. No puedo conjugar ruedas de prensa y entrevistas con las clases.
No sé si he hecho lo correcto. Por una vez, aquello de más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer igual tiene sentido- aunque quizá me precipito-. Al fin y al cabo sólo he ido a dos clases.
El primer día con el grupo del viernes pasó sin pena ni gloria por mi parte. El relato que llevaba días escribiendo y editando se quedó sin inauguración pública. ¿Qué hacer con él? Igual lo leeré más adelante.
Sobre todo cuando leen tan mal como lo hago yo.
Un chico muy simpático nos leyó una ida de olla muy ingeniosa pero que apenas disfruté porque el hombre en cuestión paraba en cada coma, y punto, y cada cuatro palabras. Y así. Hasta el final.
Y eso es algo que yo debería aprender de una vez y no ser este pequeño pozo de maldad venenosa que escupe ponzoña a diestra y siniestra.
Luego está una chica que es como la sex symbol del grupo. A los otros dos chicos los tiene atados y bien atados. Uno de ellos es obvio que la persigue, y dado su físico, necesitará más de una cerveza para conseguirlo. El otro parece menos interesado. Igual resulta que me equivoco.
Por lo demás, hay una señora de esas que se masculinizan con los años y su sexualidad pasa a ser algo ambiguo. Creo que es igual de maléfica que yo.
Diría que víbora no muerde a víbora. Pero ya me ha escupido un par de cositas de manera irónica. Sé que lo hizo con razón. No equivocó la crítica. Esto no significa que no me molesta escucharlo. La verdad duele, como suelen decir.
Por lo demás, con el nuevo grupo viene una lista nueva de lectura. Adiós Borges y El Aleph; hola Kafka.
Llevo tres días detrás de El Proceso sin suerte.
En Madrid lo hay en tapa dura en
Este fin de semana en Barcelona traté de dar con él. Imposible.
Visité el maravilloso Mercat de Sant Antoni sin suerte. La inmensa mayoría de los libreros no saben qué libros tienen en el puesto. Un par de ellos tenían algo de Kafka, pero no ese libro. Uno de ellos me dijo que lo tenía en la bodega. Buen sitio.
Otro tenía unas copias de AD de los años 1920. No sé por qué demonios no lo compré. Ahora no hago más que pensar en ellos. ¡Y solo por 20 euros!
A estas alturas me he hecho a la idea de que no boy a llegar a leer el libro de Kafka y empiezo a conformarme con la lectura de
No se sabe muy bien de qué muere pero es de algo que le da un dolor intenso. Ni la morfina le ayuda. A veces pienso en que romantizamos mucho el pasado sin darnos cuenta del alto nivel de dolor físico con el que se vivía en aquella época.
Para esta semana tengo que escribir un relato autobiográfico. No una autobiografía sino algo que sea de mi pasado que inspire un relato.
Ayer estuve en la playa de
De repente la ficción se ausentó y entró la realidad como si se hubiesen abierto las esclusas de una presa inmensa. Dejé de escribir memorias literatas y empecé a escribir mi vida la cual salía a borbotones por todas partes.
Muy de repente me quedé vacío. Tuve que dejarlo. ¿Sería el frío viento que soplaba? Curioso es que yo nunca tengo frío y ayer eché en falta un sweater.
Hoy se me ha ocurrido otra historia que poco tiene que ver con aquello que escribí ayer.
Veamos qué churro malagueño logro conglomerar de todo esto. Lo sabré el viernes.
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