'Abercrombie & Fitch' ha llegado por fin a Europa. La firma de ropa de estilo universitario (collegiate) se ha cuidado de establecerse en un edificio que, además de estar casi enfrente de la entrada posterior a la Royal Academy of Arts, hace esquina con Savile Row, la calle de los sastres más prestigiosos de Reino Unido, en pleno barrio de Mayfair, el más exclusivo del país.
El director general de A & F, Mike Jeffries, no ha perdido la oportunidad de remarcar la ubicación de la primera sucursal europea.
"Estamos muy emocionados con la apertura de la tienda de Londres, la cual es una sede de alcanze global. Su ubicación se encuentra en uno de los distritos más históricos del mundo comercial y nos proveerá con una vitrina extraordinaria para la marca A&F", dijo Jeffreis. Antes de la llegada de la firma estadounidense, la finca estaba ocupada por la diseñadora minimalista alemana Jil Sander.
Una marca con historia
El Abercrombie & Fitch de hoy en día poco tiene que ver con el de antaño, que contó entre sus más acérrimos clientes a los presidentes Teddy Roosevelt, Dwight Eisenhower y John F. Kennedy, además de ser la tienda donde, según cuenta la leyenda, Ernest Hemingway compró la pistola con la que se suicidó.
La firma quebró en 1977 y fue comprada por una tienda de artículos de deportes, que la vendió en 1997 a The Limited Inc.. Esta compañía fue la artífice de la reconversión de A&F en una firma orientada al público juvenil que hoy en día compite cara a cara con Ralph Lauren, Lacoste, y Tommy Hilfiger.
La base europea
La sede neoyorquina y la londinense bien podrían confundirse una con otra. Al llegar a cualquiera de las dos, lo primero que se ve es la foto a blanco y negro de un joven medio desnudo.
La diferencia es que en Nueva York, el modelo de la foto, sin camisa, da la bienvenida a los clientes y en Londres, lo hace su foto, eso sí, flanqueada por dos modelos musculosos y sonrientes, tambien sin camisa, con los que una jovencita, de las pocas que se ven en la tienda a no ser que se utilizen los probadores, hará una polaroid de los, o las, clientes que así lo deseen.
Tanto la sede de la Quinta Avenida, como la de Londres, tienen el mismo decorado por dentro: son muy oscuras, la música dance no para de sonar y hay altísimos armarios de múltiples repisas donde las camisas de la temporada se repiten una tras otra por todas partes, haciendo las veces de paredes y creando corredores internos que bien podrían ser un laberinto.
Tampoco faltan las referencias deportivas aunque perfiladas al estilo de antaño. Los murales que se divisan en la pared al filo del techo muestran equipos de remo, de rugby, de relevos o de lucha greco-romana pintados al más puro estilo Norman Rockwell.
La inmensa mayoría de los dependientes en ambas tiendas son chicos jovenes, musculosos, deportivos y ataviados de pies a cabeza con la ropa de la firma, cuando no únicamente con sandalias y pantalones de corte bermudas y sin camisa. Las dependientas brillan por su ausencia más allá de las cajas.
Jóvenes, guapos, y ávidos consumidores
El público asistente a esta orgía de juventud, consumismo, masculinidad y sensualidad es, en su mayoría, tanto en EEUU como en Reino Unido, varón.
Las únicas mujeres que se ven entre armario y sillón de cuero de cerdo (heredadas de las antiguas tiendas antes de la quiebra) van del brazo de su novio o marido. No se ven mujeres solas. Hombre solos se ven a mares.
Sirva como anécdota que, mientras que en Nueva York los dependientes son, en su mayoría, nativos de la gran manzana, en Londres, los dependientes que saludan y despiden a los clientes en la tienda de Burlington Gardens lo hacen con acentos extranjeros. El que no es australiano es de Sudáfrica. ¿La otra diferencia?
Los dependientes de Londres están pálidos, los de Nueva York morenos.
Esto explica que los chicos tengan los dientes tan blancos.