Hoy lunes acudí, no sin un poco de aprensión, a la cena oficial del Master de periodismo. Fue en un sitio llamado "Ojalá" en la calle San Andrés Nº1, en el centro de Madrid. Por supuesto, llegué tarde, y cuando llegué, los mejores sitios estaban ya acaparados. Mi culpa claro.
Y no es que me queje de esto, normalmente no me molesta. Pero ocurre que este sitio no tiene sillas. Había que sentarse en el suelo de piernas cruzadas encima de un par de cojines. Posición infernal para mi. Estuve incómodo toda la cena. Y no fui el único. Aunque la comida no está del todo mal, y pagamos unos 20 euros por cabeza, el comer sobre un cojín...y además con suelo de arena... no es lo mío.
Luego de mucho estar ahí, poco a poco nos fuimos yendo. Algunos a casa. Otros a un bar cercano. No sin la típica situación post-cena de "falta dinero". Ya nos pasó en enero cuando empezó el master y fuimos todos al Pizza Jardín. Faltó dinero entonces, y faltaba hoy.
No sé exactamente qué me hizo ir al bar con mis compañeros. No bebo. Estaba un poco cansado (física y mentalmente). Pero, quizá ese estúpido romanticismo que me acompaña siempre a todas partes me hizo caér en las redes de la nostalgia prematura. Y fui. Y me lo pasé bien.
Hablé con algunos de mis compañeros, quizá por última vez. Una de ellas se vuelve a México mañana. No se sabe si volverá o no. Otro de ellos se regresa a Chiapas con la intención de no regresar y trabajar ahí para siempre. Le da igual la beca de enero. Y aunque me cuesta entender sus razones, tengo que respetar su decisión. Aunque me encantaría poder decir en un futuro cercano, que el chico volvió de México para estar en Madrid un año más. Otro de ellos tiene que dar una respuesta el viernes a un futuro trabajo en San Juan de Puerto Rico. Y aunque sabe que tendrá beca, se da el gusto de poder decir que no si no le conviene. ¿Cómo sabe que no le conviene? Esto no lo sé.
Al salir del bar, empezaron los últimos adioses. Cada vez quedaremos menos de hoy al viernes. Algunos vuelven a sus países y ciudades a pasar la navidad. Italia. México. Llagostera. Valencia. Otros se irán de vacaciones: Marruecos, Canarias. Yo mismo partiré hacia Londres el sábado por la mañana y no volveré a Madrid hasta enero.
Las despedidas fueron fuertes. Esta vez, no era yo el que se iba. Durante un ratito, quise serlo. Quise tener un lugar a donde irme. Pero, afortunadadmente, Madrid es el lugar donde vivo ahora y es el lugar adonde me he ido para dejar de tener despedidas en las que yo soy el que se va. Para mi, Londres es, más y más cada día, un destino que visito y poco más.
Los lazos con Inglaterra, aunque fortísimos, cada vez me atan menos- aunque estoy atado hasta las pestañas- y el vivir en Madrid se convierte cada día en un punto de comfort personal. En España. Aquí.
Sí, quiero viajar, es cierto. Y vivir en muchos sitios; esta parte de mi personalidad aún no está domada del todo y siempre quiero ver cosas y sitios nuevos y vivir ahí donde visito. Pero está bien tener un hogar al cual querer volver. Algo que Londres, por mucho que haya sido mi casa durante 15 años, nunca logró ser porque no fue mi hogar jamás. Y sigue sin serlo. Y aunque Madrid no lo es tampoco del todo, sí se parece más a un hogar que Londres. Ayer, al volver de Barcelona- que también me agrada muchísimo más que Londres- pensé en lo agusto que iba a estar en mi estudio madrileño. Y el estar agusto en un sitio, ciertamente ayuda a hacer de él un hogar.
Y así acabó la velada de hoy. Abrazos y besos a los que se fueron. Y un saludo a lo que vendrá para los que nos quedamos.
Y no es que me queje de esto, normalmente no me molesta. Pero ocurre que este sitio no tiene sillas. Había que sentarse en el suelo de piernas cruzadas encima de un par de cojines. Posición infernal para mi. Estuve incómodo toda la cena. Y no fui el único. Aunque la comida no está del todo mal, y pagamos unos 20 euros por cabeza, el comer sobre un cojín...y además con suelo de arena... no es lo mío.
Luego de mucho estar ahí, poco a poco nos fuimos yendo. Algunos a casa. Otros a un bar cercano. No sin la típica situación post-cena de "falta dinero". Ya nos pasó en enero cuando empezó el master y fuimos todos al Pizza Jardín. Faltó dinero entonces, y faltaba hoy.
No sé exactamente qué me hizo ir al bar con mis compañeros. No bebo. Estaba un poco cansado (física y mentalmente). Pero, quizá ese estúpido romanticismo que me acompaña siempre a todas partes me hizo caér en las redes de la nostalgia prematura. Y fui. Y me lo pasé bien.
Hablé con algunos de mis compañeros, quizá por última vez. Una de ellas se vuelve a México mañana. No se sabe si volverá o no. Otro de ellos se regresa a Chiapas con la intención de no regresar y trabajar ahí para siempre. Le da igual la beca de enero. Y aunque me cuesta entender sus razones, tengo que respetar su decisión. Aunque me encantaría poder decir en un futuro cercano, que el chico volvió de México para estar en Madrid un año más. Otro de ellos tiene que dar una respuesta el viernes a un futuro trabajo en San Juan de Puerto Rico. Y aunque sabe que tendrá beca, se da el gusto de poder decir que no si no le conviene. ¿Cómo sabe que no le conviene? Esto no lo sé.
Al salir del bar, empezaron los últimos adioses. Cada vez quedaremos menos de hoy al viernes. Algunos vuelven a sus países y ciudades a pasar la navidad. Italia. México. Llagostera. Valencia. Otros se irán de vacaciones: Marruecos, Canarias. Yo mismo partiré hacia Londres el sábado por la mañana y no volveré a Madrid hasta enero.
Las despedidas fueron fuertes. Esta vez, no era yo el que se iba. Durante un ratito, quise serlo. Quise tener un lugar a donde irme. Pero, afortunadadmente, Madrid es el lugar donde vivo ahora y es el lugar adonde me he ido para dejar de tener despedidas en las que yo soy el que se va. Para mi, Londres es, más y más cada día, un destino que visito y poco más.
Los lazos con Inglaterra, aunque fortísimos, cada vez me atan menos- aunque estoy atado hasta las pestañas- y el vivir en Madrid se convierte cada día en un punto de comfort personal. En España. Aquí.
Sí, quiero viajar, es cierto. Y vivir en muchos sitios; esta parte de mi personalidad aún no está domada del todo y siempre quiero ver cosas y sitios nuevos y vivir ahí donde visito. Pero está bien tener un hogar al cual querer volver. Algo que Londres, por mucho que haya sido mi casa durante 15 años, nunca logró ser porque no fue mi hogar jamás. Y sigue sin serlo. Y aunque Madrid no lo es tampoco del todo, sí se parece más a un hogar que Londres. Ayer, al volver de Barcelona- que también me agrada muchísimo más que Londres- pensé en lo agusto que iba a estar en mi estudio madrileño. Y el estar agusto en un sitio, ciertamente ayuda a hacer de él un hogar.
Y así acabó la velada de hoy. Abrazos y besos a los que se fueron. Y un saludo a lo que vendrá para los que nos quedamos.
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