AOG, Madrid
Una vez más la ciudad de Madrid, o al menos, los ciudadanos que viven por el centro, se pudieron deleitar con los tesoros y demás hallazgos que la 39ª feria del libro antiguo y de ocasión ofrecia.
Los puestos, alineados como estaban en el Paseo de Recoletos, mostraron sus productos como lo hacen los tenderos de cualquier mercado.
Y hasta ahí las comparaciones.
A diferencia de los mercaderes, los marchantes de libros no suelen ser tan simpáticos. Ni tampoco son muy reacios (con contadas excepciones) a hacer descuentos si uno se lleva la colección entera. O dos tomos. O cuatro libros.
Bien es cierto que hay algunos libreros que ofrecían libros a 3 por 10€, o cosas por el estilo. Y menos mal que estos señores y señoras existen. Pero en general, tras haber estado visitando la feria desde que abrío el pasado 30 de abril, me llevo muy mal sabor de boca en general al cerrar esta.
He visto como los señores libreros tratan al público en general y, francamente, me asombra su falta de tacto y, en muchos casos, modales.
Primero que nada, olvídese usted de ir con una lista de la compra. Por desgracia, la mayoría de los encargados no saben lo que tienen. O lo saben pero no lo cuentan. O se les ha olvidado. O les da igual. Tratan la mercancía con el mismo cuidado que tratarían un montón de ladrillos. Muy pocos vi que pudieran hablar de alguna edición en particular (que hay quien sí que lo hace), de una editorial frente otra. De las copias de algún título.
Por no hablar de la falta de interés en las preocupaciones y necesidades de sus clientes.
Por no hablar de la falta de interés en las preocupaciones y necesidades de sus clientes.
¿El mejor ejemplo?
Señora de avanzada edad: "Perdone, ¿tiene usted el libro XXXXXX de XXXX?"
Señor librero sin mutarse, ni moverse de donde está, ni consultar con ningún tipo de catálogo: "No".
Así de simple y perentorio.
Ya me pareció un poco extraño, pero quizá la señora pedía algo difícil de encontrar. Al menos, hasta que, unos cinco minutos más tarde, lo tuve enfrente. En el mismo puesto.
Yo: "El libro que le ha pedido la señora lo tiene aquí".
Señor librero: "Ah. Bueno ya volverá si quiere".
Le daba bastante igual.
Salí en busca de la señora y le dije que el libro que buscaba lo acababa de encontrar en el puesto aquel.
Salí en busca de la señora y le dije que el libro que buscaba lo acababa de encontrar en el puesto aquel.
Señora de avanzada edad: "¡Ah, muchas gracias! ¿En qué puesto?"
Yo: "En ese que está ahí".
Señora de avanzada edad mirando al puesto en cuestión: "Gracias, pero no se lo voy a comprar a él. Gracias de todas maneras".
He de decir que tras el trato recibido, no me extrañó el comportamiento de la buena señora.
Es bastante penoso el trato al público que damos en España. Pero parece ser que no es cosa solo de la restauración, donde los ejemplos sobran.
En general, el desdén hacia el público fue bastante penoso. No se interesaban mucho por el cliente. Y además, y esto sí que me molestó mucho, cuando uno encuentra un libro sin precio, esa manera de auscultar el producto mirando de reojo al cliente y repasando el libro para ver cuanto pueden sacar por él, me pareció de otra época.
Cuando ocurre en las ferias de antigüedades también me molesta. No me gustan los precios hechos a medida del que pregunta. No lo veo honesto. Y lo vi, y lo viví, varias veces en la feria de Madrid.
PRECIOS
Por otra parte, es curioso que, no solo no saben lo que tienen los libreros, sino que muchos de ellos creen que tienen verdaderas joyas de la literatura y que el público debe pagar por ellas precios verdaderamente altos.
Bien es cierto que muchos de los libros que venden son del siglo XIX y entiendo que estos valgan un poco más.
Que tienen joyas de la cartografía en las que uno puede ver las colonias españolas de África (Fernando Poo, Sidi Ifni, el Sáhara, Riff, etc.), y entiendo que por esto pidan lo que piden.
Que tienen joyas de la cartografía en las que uno puede ver las colonias españolas de África (Fernando Poo, Sidi Ifni, el Sáhara, Riff, etc.), y entiendo que por esto pidan lo que piden.
Pero cuando ves una copia de la 6ª edición de '2666' de Bolaño, y te piden 20€... me parece excesivo.
Como excesivo me parece que cualquier libro de Vargas Llosa cueste al menos (¡al menos!) 9,00€. Y no es que no lo valga.
El caso es que estamos hablando de libros de ocasión.
De segunda mano.
Libros muchos de ellos que al abrirlos las páginas se ven sucias. O
dobladas. Y cuyas portadas han visto mejor vida. Y que por un par de euros más, lo puede uno comprar nuevo en la Casa del Libro. O mejor, por Amazon.
Pero cualquiera diría que eso, a los libreros de la feria, les da igual. No se inmutan. Es como si la competencia no existiera para ellos.
Si algún día llega a desaparecer, auque la echaría de menos, no me extrañaría mucho.
Lo más curioso, por desgracia, es cuando uno presencia al pobre ingenuo que se presenta con libros en venta y va de puesto en puesto como alma en pena, tratando de vender sus libros.
Si algún día llega a desaparecer, auque la echaría de menos, no me extrañaría mucho.
Lo más curioso, por desgracia, es cuando uno presencia al pobre ingenuo que se presenta con libros en venta y va de puesto en puesto como alma en pena, tratando de vender sus libros.
En la mayoría de los casos el material no interesa.
Y cuando interesaba, y esto lo vi con mis propios ojos, ofrecían céntimos por los libros. Menos de un euro. Me quedé sorprendido.
Pero me parece un poco descarado que un
libro en particular (de Jung) lo compraban por menos de un euro,
mientras que el mismo puesto tenía otras obras de Jung, ninguna de las
cuales bajaba de los 15€. El beneficio para el librero me pareció
obsceno.
Entiendo que los libreros, como todo el mundo, tienen derecho a comer. Y a vender sus mercaciás al mejor precio. Pero esto me pareció un abuso por su parte.
En fin, ellos sabrán.
En fin, ellos sabrán.
JUSTOS POR PECADORES
Por supuesto, no todos los libreros son así. Algunos, como dije antes, si hacen tratos con los compradores. Sí hacen ofertas del tipo 2 libros x 5€.
Esto existe. Pero no son todos. Y tampoco la mayoría.
Y me pregunto si estos señores y señoras están al tanto de que hay una crisis. De que si ellos están crisis, sus clientes también. Pero quizá esto les de igual.
Me recuerda bastante a la 'táctica' de los taxistas en Madrid.
Y me pregunto si estos señores y señoras están al tanto de que hay una crisis. De que si ellos están crisis, sus clientes también. Pero quizá esto les de igual.
Me recuerda bastante a la 'táctica' de los taxistas en Madrid.
Cuando empezó la crisis se decidió encarecer el producto pues se entendía que los ingresos iban a caer. ¿Solución? ¿No hubiera sido más lógico hacer precisamente lo contrario?
Esa solución, en otros países, no se daría. De hecho, en esos países, esos que hace tiempo que dejaron atrás la crisis, los precios bajaron. Tuvieron que bajar.
Pero en España parece ser que somos tan especiales que pensamos que la mejor manera de sobrevivir es encareciendo todo y que sea el cliente, que está con el agua al cuello, el que pague los platos rotos.
Y así estamos.
Varios de los puestos se iban con muchos libros menos de los que trajeron. Pero muchos otros, al pasar por delante esta tarde, cerraban sus puestos y hacían sus cajas con el material más o menos intacto.
Varios de los puestos se iban con muchos libros menos de los que trajeron. Pero muchos otros, al pasar por delante esta tarde, cerraban sus puestos y hacían sus cajas con el material más o menos intacto.
Y con muchas quejas y palabras que aducían a la crisis, y a lo mal que está todo. Y que no han vendido nada. Y que ahora se van a la próxima feria y que a ver si hay mejor suerte.
No me regocijo de que ningún sector lo esté pasando mal, pero vamos, si vendes a precio de oro en una economía basada en el cobre, no te puedes extrañar de lo poco que vendes.